Narela Alejandra Gómez de 26 años ya es alumna del Isep. Se abre el camino de la diversidad en la fuerza

Ahora bien, ¿por qué jóvenes trans, integrantes de una de las comunidades donde el 58 por ciento ha sufrido violencia por parte de las fuerzas de seguridad, querrían ser policías?

La repuesta la tiene Narela Alejandra Gómez, en marzo se transformó en la primera alumna trans en ingresar al Instituto de Seguridad Pública de Santa Fe (Isep), para formarse por dos años como agente policial. También puede responder su amiga Keila Fernanda Galván que desde hace cuatro años intenta ser parte de la misma carrera, pero aún espera la resolución del trámite por parte del Ministerio de Seguridad.

Son dos jóvenes de la ciudad de Santa Fe, ventiañieras, a las que el instituto les rechazó varias veces las posibilidades de ingreso. Desde hace tiempo cuentan con el DNI que da cuenta que cómo se autoperciben, una conquista lograda por la ley de Identidad de Género sancionada hace ocho años. Y ambas pertenecen a familias humildes, trabajadoras y numerosas de los barrios Barranquitas este y oeste, separados por la autopista Iturraspe.

Narela, la rubia, habla de «vocación y un sueño a cumplir y compartir con otras mujeres y varones trans» y Keila, la morocha, responde que «siempre» le gustó «el uniforme» y animarse «a lo que parece imposible».

Son apenas dos historias para conocer y que seguramente abrirán el camino a varias más tanto como el derecho a ingresar en las fuerzas de seguridad de los colectivos trans y la diversidad sexual.

La esperanza de vida de las personas trans (travestis, transexuales y transgéneros) es en promedio de 36 años mientras que la media nacional es de 79 años para los varones y 71 para las mujeres.

Se encuentran entre las personas a las que más se les ha vulnerado sus derechos a estudiar y trabajar, entre otros tantos, y por lo tanto la mayoría de la comunidad se prostituye para sobrevivir. El 91 por ciento del colectivo no tiene trabajo registrado y el 82 por ciento atribuye dificultades para acceder a un empleo formal por culpa de la discriminación por identidad de genero y el el 64 por ciento no tiene cobertura de salud.

Entonces, ante estos discriminadores porcentajes las respuesta a por qué querer convertirse en policía cobra otra dimensión. Además del gusto personal, es una carrera corta, la posibilidad de una obra social y estabilidad laboral: un futuro que se abre a una comunidad donde las puertas parecen estar selladas.

De todos modos hay otra dificil carta en juego. En marzo de este año se presentó por tercera vez en el Congreso Nacional el proyecto de inclusión laboral formal para personas trans y travestis, Lohana Berkins, a la espera de su pronto tratamiento.

Se trata de una propuesta que lleva el nombre de la activista trans fallecida e ícono de la defensa de la identidad de género y que entre otras cosas propone una reserva de 1,5% de los puestos del sector público nacional para trans y travestis, además de becas y capacitación.

La pandemia, como a la mayoría de los habitantes del planeta, lejos estuvo de beneficiar al colectivo: la Encuesta Nacional de Alquileres del mes de mayo dio cuenta de que el 57% de la población trans se quedó sin ningún ingreso económico y casi la mitad vive en condiciones precarias o de contrato irregular, situación que las hace aún más vulnerables a maltratos y amenazas.

Pero a pesar de todo lo que falta y este grave estado de situación, Narela y Keila lograron una pequeña conquista tras años de intentos frustrados. Varias veces ya habían intentado ingresar al Isep y no habían podido: «Siempre había algo mal: en un examen me dijeron que tenía pie plano, o tatuajes cosa que no era así y hasta entregué el análisis de sangre que da cuenta que no estoy embarazada», se sonrió Narela quien ingresó a la carrera junto a 1500 compañeros y compañeras (1200 hombres y 300 mujeres) pero por la pandemia aún nadie no pudo comenzar las clases el 25 de marzo.

Narela

Nació hace 26 años en una familia de cinco mujeres y dos varones pero cuando cumplió 13 años y decidió visibilizarse como mujer la familia varió en todo sentido: en número y género.

Sus padres estaban separados y sólo lograron cursar a primaria. «A mi papá, que era changarín y ya falleció, le costó aceptar mi situación, a mi mamá no tanto», recordó Narela, quien cuenta que vivió dificultades en el colegio católico al que asistió.

«Nos obligaban a ir a las marchas contra el matrimonio igualitario, por suerte tenía una profesora que no me decía nada cuando yo no asistía», señaló la joven.

Dice que no le gusta estar «a cara lavada» y llega tarde a todos lados por arreglarse. Pero sabe que para cursar en el Isep y trabajar como policía deberá resignar los cosméticos y brillos.

«No importa, me costó mucho lograr esto, mucha pérdida de tiempo, tuve ganas de dejar todo muchas veces pero seguí», confiesa Narela, quien llegó a ser precandidata a concejal en la lista del Partido Justicialista que encabezaba Federico Fulini en Santa Fe y milita en temas de diversidad.

La muchacha asistió al Hospital Iturraspe de la capital provincial donde recibió tratamiento hormonal. «Mejoré mi piel, mi voz y las mamas, pero aún no me hice ninguna cirugía: hay que tener dinero para eso, remarcó y aseguró que no vivió situaciones violentas por ser trans pero si debió contestar preguntas incómodas como «que no es cierto» que su identidad de género es producto de haber sido violada.

Narela quiere empezar a estudiar y abrirle el camino a otros y otras como ella. «Me trataron muy bien en el instituto, cadetes y profesores, me dijeron siempre ´señora o señorita’ como a todas, ya quiero empezar a cursar por mí y el colectivo trans que ojalá consiga otra mirada y más respeto por parte de la policía».

Keila

Tiene un año menos que Narela, 25, y quiere seguir sus pasos. «En el barrio somos cuatro amigas trans, Narela, Jaquelín y Viviana y yo. Nos hemos sostenido las cuatro en las buenas y en las malas y esto de poder estudiar es algo bueno, muy bueno», sostuvo Keila quien parece lograr lo que se propone.

«Cuando veía a mis cinco hermanas cambiarse, envidiaba sus zapatos y ropas. Ahora soy una más de ellas», dice la joven de padre yesero y madre ama de casa, a quienes les costó aceptar su historia.

«En que en mi familia nunca hubo alguien gay, ni lesbiana ni transgénero, los entiendo», señaló la mujer que ama los uniformes y a quien La Capital le preguntó por qué no eligió, por ejemplo o bombera, ser azafata. «Porque me gusta cuidar a la gente y creo que como policía lo podré hacer», se ilusiona.

La conquista legal

La abogada Antonella Dorato Gassmann y su colega José Luis de Iriondo fueron quienes acompañaron con pespectiva de género a Narela y Keila en el proceso legal para ingresar al Isep, entidad que había rechazado las solicitudes de ambas aspirantes en más de una oportunidad.

«Nuestras presentaciones fueron concretamente reclamos administrativos contra las resoluciones del Isep que rechazaban las pretensiones de nuestras clientas de formar parte del instituto. En reiteradas ocasiones pedimos las razones y fundamentos por las que les desestimaciones la intención de ser policías», subrayó Dorato Gassman.

La abogada Antonella Dorato Gassmann junto a sus clientas, Narela y Keila.

La abogada Antonella Dorato Gassmann junto a sus clientas, Narela y Keila.

Por su parte Iriondo agregó que si bien es cierto que hay mucha demanda para ingresar al Isep y muchos aspirantes quedan afuera, «tratamos de indagar si era una cuestión de idoneidad lo que estaba en juego o había un sesgo arbitrario o discriminatorio, sobre una población históricamente postergada, con dificultad de ingresar al mercado laboral y con claras faltas de oportunidades».

Para ambos profesionales la defensa de las mujeres fue «un desafío» y «una militancia» además del cumplimiento de la ley de identidad de género.

«Que ingrese por primera vez una chica trans al Isep es un logro histórico y un derecho humano, porque todas las personas tenemos derechos elementales por el hecho de ser personas y si eso no se está respetando es porque como sociedad nos estamos organizando mal y hay injusticias por modificar», señaló Iriondo. A lo que Dorato Gassman describió como «barreras invisibles».

Ambos letrados valoraron el apoyo brindado por la Subsecretaría de Bienestar y de Género policial, a cargo de Natacha Guala.

“Es importante visibilizar estas situaciones es la única forma de lograr un cambio y celebrar la diversidad” dijo la abogada. «Tal vez aún no nos demos cuenta de la importancia que se logró con el ingreso de Narela: es romper como sociedad con la heterormatividad de un ámbito tan conservador como las fuerzas de seguridad. Y da esperanza a todas las disidencias sexuales».

Red de Mujeres Policías

La Red de Mujeres Policías de Santa Fe recibió muy bien la noticia del primer ingreso de una mujer trans al Isep y ya prepara un lugar para darle cabida.

«Lo importante es que quien ingrese tenga espíritu de servicio, no importa a quien ame o con quien se acueste: la sinceridad debe imperar ante todo en la institución», dijo una agente que prefirió preservar su identidad.

«En la fuerza hay muy pocas mujeres trans, pero hicieron su proceso de conversión estando en la fuerza, esto es distinto, es un ingreso a la policía desde su inicio», rescató la mujer que junto a otras 55 agentes militan en la red, a lo largo y ancho de toda la bota santafesina.

Estas uniformadas se conformaron como grupo el 26 de marzo de 2019 con el objetivo de hacer oír su voz frente a los acosos y violencias que viven dentro de la fuerza policial por parte de sus pares.

«Para nosotras no es fácil enfrentar problemas de violencia de género: nos juega en contra ser mujeres, ser policías y ´malas madres'», dijo la agente.

«Es que por trabajar en lugares donde no vivimos muchas veces debemos dejar a nuestros hijos al cuidado de otros y muchas somos cabeza de hogar, eso siempre se nos critica y si sufrimos algún tipo de violencia no es fácil denunciarla a otro policía, en su mayoría varón: si lo hacés olvidate de ascender, tenemos un techo de cristal claro. Por eso presentamos un proyecto de ley, para que se cree dentro de la fuerza un centro de atención con mirada de género», dijo la mujer policía al referirse a un trabajo que presentaron con la ex diputada del partido SI, Alicia Gutierrez. Fue aprobado por unanimidad en diputados, duerme en Senadores y aún tiene estado parlamentario.

Sólo algunas muestras de que aún las estructuras más conservadoras y patriarcales pueden cambiar desde adentro mismo.