Por esas cosas de la vida que jamás entenderé, a la gente le encanta inmiscuirse donde nadie la llama. Incluso si se trata de algo tan íntimo y preciado para una mujer como el vínculo que se genera entre ella y su hijo cuando la lactancia se establece con éxito y se mantiene en el tiempo.

Cuando tenés el hijo, te preguntan por «el segundo». Y cuando ven que con «el primero» por ahora estás bien, quieren saber cosas como cuándo le vas a sacar los pañales, por qué no lo mandás al jardín o hasta cuándo le vas a dar la teta. Todas cuestiones que no competen a nadie más que al bebé, la madre y el padre. ¿A quién no le pasó? A mí sí.

Para todos ellos, y en la previa de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, nunca está de más recordarles que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la lactancia materna debe comenzar dentro de la primera hora de vida del niño y tiene que realizarse en forma exclusiva hasta los 6 meses. Y si bien una vez cumplido ese tiempo se deben introducir otros alimentos, resulta beneficioso complementarlos con el pecho hasta los dos años de edad.

Uno de los mitos que circulan en torno a extender la lactancia es que, después del año, la leche materna no aporta nutrientes al niño y se trata sólo (¡como si fuera poco!) de un vínculo con la mamá.

«LA LACTANCIA MATERNA PROLONGADA TIENE CLAROS EFECTOS NUTRITIVOS AL CONTRARIO DE LO QUE SE PIENSA»

Nada menos que Unicef en su sitio oficial informa que en el segundo año de vida la leche materna contiene 95% de vitamina C, 45% de vitamina A, 38% de proteína y 31% del total de la energía que el niño necesita diariamente. Para reconfirmar estos datos, me dispuse a despejar dudas ajenas y consulté a la doctora Paola Harwicz (MN 84.182), médica especialista en cardiología y nutrición, quien aseguró que «tal como indica la Asociación Española de Pediatría, la leche materna mantiene sus propiedades nutritivas con el paso del tiempo y el niño recibe los beneficios inmunológicos de la leche materna por más tiempo, con una menor frecuencia de infecciones«.

«Asimismo –insistió– se observan beneficios para el niño a largo plazo con menor riesgo de enfermedades autoinmunes, metabólicas, leucemia y linfoma. El hecho de amamantar de manera extendida fomenta el desarrollo sensorial y cognitivo, y protege al niño de las enfermedades infecciosas y crónicas. A su vez, ayuda a una recuperación más rápida de las enfermedades. Por estas razones, al contrario de lo que muchas veces se comenta, seguir amamantando después del año de edad sigue aportándole múltiples beneficios al niño».

Por su parte, Paola de los Santos, puericultora de Philips Avent, dijo a Infobae que «la lactancia materna prolongada tiene claros efectos nutritivos, al contrario de lo que se piensa, porque al reducirse la cantidad en frecuencia y cantidad de tomas, el organismo de la mujer compensa aumentando la concentración de grasas convirtiéndola en un alimento aún más calórico y energético». Y destacó: «Respecto de los otros beneficios, le aporta seguridad y consuelo y se demostró que su desarrollo cognitivo, visual y psicomotor es más favorable. Hasta hoy no se demostraron contraindicaciones ni riesgos por amamantar de manera prolongada a niños y niñas pequeños«.

Aclaradas las cuestiones nutricionales (¿estamos todos de acuerdo, entonces, con que la leche materna es nutritiva y saludable para el niño aun después del año de vida?), pasemos al punto de cómo destetar de la manera menos traumática para todos.

«En un vínculo sano, el destete se da naturalmente»

En este camino de convertirme en mamá, me descubrí una talibana de la lactancia. La defiendo a los cuatro vientos y la recomiendo sin dudar a toda mujer con panza que se cruza en mi camino.

En ese sentido, siempre anhelé el destete natural (quizá un poco por no tenerme fe de llegar tan lejos con la lactancia). Cuestión que, con un año y siete meses, #hijo no tiene ni intenciones de dejar la teta y yo no estaría viendo de qué modo se dará naturalmente ese «corte».

Así las cosas, me tranquilizó la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44.247), quien, a grandes rasgos, aseguró que «la duración de la lactancia es particular en cada pareja lactante, no hay un tiempo preestablecido más que por los mandatos culturales».

Pese a que muchas veces la decisión de destetar se ve forzada por situaciones particulares de la madre, como alguna enfermedad o un viaje laboral o algo de esa índole, para la especialista en maternidad y crianza, «si tenemos paciencia en este proceso, el destete se va dando naturalmente solo, pero ocurre que la fantasía y los prejuicios de que un niño va a tomar teta hasta la adolescencia nos invade y a veces nos obstaculiza».

Tras recomendar el destete natural como el ideal, Ruda remarcó que «esto tiene que ver con que el pecho va siendo cada vez menos demandado por el bebé» y, respetando esas necesidades, todo fluye mejor.

Según la lógica «no ofrezco, no niego», que sería ni más ni menos que no darle teta si el niño no pide, pero tampoco negarle si así lo solicita, la especialista explicó que lo que se busca es «evitar al niño la frustración de no darle eso tan preciado para él y ayudar a que el proceso no sea abrupto». «Cuando se quiere iniciar el destete, lo ideal es entender que si el niño no pide es porque no necesita, entonces la teta no debería ser la primera opción ante un golpe o un berrinche, porque claramente ante el ofrecimiento va a decir que sí, porque es su manera conocida de calmarse», aconsejó Ruda, para quien este método «ayuda a que el proceso se dé de manera natural».

«La leche materna en sí tiene propiedades que se adaptan a las necesidades del lactante, tenga la edad que tenga, así que en ese sentido la lactancia prolongada siempre es buena», opinó sobre la polémica ya aclarada de los beneficios nutricionales de extender la lactancia más allá del año de vida. Y agregó: «A nivel vincular, la lactancia prolongada y el destete natural ayudan a que esta pérdida (para el bebé) sea procesada diferente, dando lugar a que simplemente deje de interesarle ese objeto y se interese por otros. En vínculos ‘sanos’ no habría por qué pensar en consecuencias negativas para ese niño».

«MUCHAS VECES LA FANTASÍA Y LOS PREJUICIOS DE QUE UN NIÑO VA A TOMAR TETA HASTA LA ADOLESCENCIA NOS INVADE Y NOS OBSTACULIZA»

La especialista aclaró que «siempre existe la posibilidad de que se den casos ‘patológicos’ donde la lactancia es prolongada por cuestiones más singulares, pero ahí lo que en realidad es patológico no sería extender la lactancia sino que ésta es la consecuencia de algo que preexiste a la misma y que tiene que ver con la relación en sí que tiene esa mamá con ese niño».

Sobre en qué casos debe hablarse de patología, Ruda ejemplificó: «Si una madre a los cinco años no puede despegarse de su hijo y el niño continúa muy metido en esa simbiosis, eso no es sano. Hay un corte que naturalmente se da en un momento, y si no ocurre, algo está pasando».

«Si el vínculo es sano, todo se da naturalmente», sostuvo.

También suele ocurrir que la mamá quiera finalizar la lactancia y el niño aún no esté preparado, y «en esos casos la madre deberá hacer un trabajo arduo para ‘sostener’ al bebé/niño en el momento en que demande y ella niegue, ya que se le estaría negando algo muy valioso para él».

«Si la mujer está firme en la decisión, ¡adelante! Siempre sosteniendo y ofreciéndole apoyo y contención al bebé así como alternativas que ayuden a la situación. Por ejemplo, es bueno comunicarle que ya no hay teta en ese momento o a partir de tal momento. A veces están en edad de comprender y es más fácil dialogarlo y explicarle ‘ahora no hay teta, si querés te traigo agua, te canto, me quedo acá hasta que te duermas’ o lo que fuera», recomendó.

Para finalizar, De los Santos consideró que «no se trata de que haya un momento correcto para destetar en cada equipo de mamá y bebé por igual. Se trata de acompañar y respetar la singularidad de cada familia y de ayudarlos a transitar por este momento de separación, si es que lo necesitan, de la manera más amorosa y menos traumática posible».

A lo que Ruda agregó: «Existen muchos prejuicios y opinólogos acerca de este tema. Mi recomendación siempre es hacer oídos sordos y saber qué es lo que cada mujer quiere y necesita para una lactancia feliz, dure lo que dure«.

Modestamente, creo que (siempre hablando de vínculos saludables) sólo una mujer que logra tal grado de conexión con su hijo, sabrá cuándo es el momento de dar ese paso. Mientras tanto, ¡a disfrutar!, que, en este caso, lo que abunda no daña.