Mauricio no quiere ser Fernando, ¿querrá ser Cristina?
El presidente Mauricio Macri no quiere ser Fernando de la Rúa, que renunció cuando todavía le faltaban casi dos años para terminar su mandato, en el último capítulo de una saga anómala: ningún presidente civil no peronista ha podido terminar su gobierno.
El fracaso de De la Rúa coincidió con la gran crisis de 2001, que derivó en la rotación de cinco presidentes en apenas doce días. Precisamente, mañana se cumplen 14 años de la renuncia de uno de ellos, el peronista Adolfo Rodríguez Saá, al cabo de siete días y una noche de un gobierno salido del realismo mágico.
Una de las claves para no repetir la historia de presidentes no peronistas que no terminan sus mandatos es construir un liderazgo que esté a la altura del poder que ahora tiene la institución presidencial y de la demanda de gobernabilidad de la sociedad, en primer lugar de sus propios votantes, pero no solo de ellos.
Es un trabajo artesanal, que requiere un equilibrio cuidadoso. Hasta que le encuentre el tono, es probable que Macri erre por poco o por mucho.
Más por mucho que por poco, por lo que se ha visto, lo cual lo puede emparentar con liderazgos como los de sus dos antecesores más inmediatos, Néstor y Cristina Kirchner.
El problema para él es que no es exactamente eso lo que esperan sus votantes. ¿Y qué esperan? Un liderazgo fuerte, pero también republicano, que no invada otros poderes, en especial el Poder Judicial, y que respete ciertas libertades básicas. Un liderazgo que no sea autoritario, básicamente.
Esa característica fue recogida por Macri en su discurso de asunción, cuando se presentó como un líder falible, dispuesto a corregir sus errores. Allí también nos invitó a participar del arte del acuerdo, es decir de la política grande.
Pero, esas palabras perdieron sentido cuando decidió nombrar en comisión nada menos que a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia pasando por alto al Senado y dando a entender cuál es su verdadera concepción sobre la división de poderes. Los expertos están divididos sobre la constitucionalidad de este decreto: algunos opinan que es constitucional; otros dicen que no.
Más allá de eso, la decisión permite comprender qué piensa el nuevo presidente de la autonomía del Poder Judicial y choca con la promesa del discurso de asunción sobre que en su mandato no habría lugar para “jueces macristas”.
Porque, ¿qué autonomía pueden tener dos miembros del supremo tribunal cuya estabilidad depende de un decreto del titular de otro poder? ¿Con qué tranquilidad de conciencia argumentarán sus fallos?
Todo muy parecido a Cristina nombrando jueces subrogantes, aunque no tan osado porque se trató de miembros de la Corte. Luego de las críticas, Macri parece haber postergado su ímpetu inicial por lo menos hasta después de la feria judicial.
Otra muestra de liderazgo excesivo es la decisión presidencial de tomarse nueve días de vacaciones en Villa La Angostura a los quince días de haber asumido su nuevo cargo.
Quiso el destino que esa decisión coincidiera con las inundaciones en el litoral y los miles de compatriotas inundados. El gobierno envió primero a distintos funcionarios hasta que comprendió que debía el presidente resignar algunas horas de su reposo.
Tampoco a Néstor y a Cristina Kirchner les gustaba salir de la Patagonia para atender urgencias parecidas. Pero, el kirchnerismo perdió las últimas elecciones en parte por esos rasgos de liderazgo autoritario, insensible.
El desafío de Macri no es solo construir un liderazgo, sino que este liderazgo sea el que espera la nueva mayoría.
(*) Editor ejecutivo del suplemento Fortuna, su último libro es “Doce Noches. 2001: el fracaso de la Alianza, el golpe peronista y el origen del kirchnerismo”.
Deja una respuesta