La condenable “argentinidad” de Gustavo Cordera
En la Argentina muere una mujer cada treinta horas. Muchas son golpeadas, violadas, asesinadas y luego descartadas como basura. Con estos altos índices de violencia de género, y femicidios, los dichos de Cordera merecen el repudio y un llamado a la reflexión.
La educación trasciende las fronteras de la escuela: educan también los funcionarios públicos, los conductores de televisión, los trabajadores y los artistas. Una figura pública debe ser consciente del impacto de sus actos y de sus palabras. Un cantante de rock al que admiran y siguen miles de jóvenes en la Argentina debe ser consciente de la responsabilidad que implica su rol social: aunque su objetivo no sea «educar» a los jóvenes, sus conductas y su discurso atraviesan su formación como sujetos y como ciudadanos.
Cordera es padre y también esposo, es un hombre de más de 50 años con mucho rodaje en el mundo de la música, ha dado cientos y miles de entrevistas a distintos medios de comunicación promocionando su obra, conoce bien las reglas del juego por lo cual no podemos aceptar ni permitir que se excuse diciendo que no fue lo que quiso decir o con un simple: «me mandé una cagada».
Decir que el impedimento de mantener relaciones sexuales con menores de edad es «una aberración de la ley» o que «una mujer necesita ser violada» para justificar la violencia machista que produce un sistema social desigual y opresivo para las mujeres es no sólo irresponsable sino también una apología de un delito aberrante.
La que se viste provocativamente, la que no vive con libertad su sexualidad, la que dice «no» pero en realidad quiere decir «sí», merecen ser violadas. Este discurso culpabiliza a la víctima en lugar de poner el acento en aquellos hombres que se apropian de los cuerpos de las mujeres como si éstas fueran objetos.
Las marchas nacionales masivas #Ni UNA MENOS visibilizaron la problemática de la violencia machista que golpea, viola y mata, pero también que todo un sector muy amplio de la sociedad (en su mayoría mujeres pero también muchos hombres) está de pie para decir «no» a la violencia. Cuando decimos VIVAS NOS QUEREMOS lo decimos en su sentido literal y también que nos queremos vivas y respetadas. Salir a la calle con estas consignas también es una forma de educar, pelear por nuestros derechos es una forma de educar. Manifestarnos contra los dichos de Cordera es una forma de educar.
Porque si no denunciamos o ponemos en evidencia este discurso machista, ¿qué le estamos enseñando a nuestros niños, niñas y jóvenes? ¿Que ser una figura pública nos habilita a decir cualquier cosa porque la fama da impunidad? O en verdad queremos que aprendan que cuando uno dice «no» es «no», a cuidar sus cuerpos y el de los/as otros/as, a respetarnos como sujetos y acompañarnos a desarmar el entramado social que nos oprime en base al género.
Por Soledad Acuña para Infobae.com
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