Ni noventismo ni kirchnerismo, gradualismo para la reelección
Escribe: José Calero
Crecer a tasas bajas pero en forma sostenida en el largo plazo, en forma gradual y sin shocks, se va consolidando como la «fórmula» elegida por el presidente Mauricio Macri para intentar dejar su huella con un modelo económico que, por ahora, encierra más dudas que certezas.
Igual, persiste la preocupación por el déficit comercial, que se proyecta a los 12.000 millones de dólares este año, los casi 1.700 millones de dólares que el Banco Central debió destinar en marzo para mantener a la divisa estadounidense en la franja de los $20,50, y una inflación dispuesta a dar pelea hasta el final.
Pero el dato más novedoso es que el gobierno parece haber empezado a construir un discurso ideológico-económico con el que espera volver a conquistar el voto en 2019.
Le tomó más de dos años, y aún es incierto si es el camino acertado, pero Macri ya había insinuado ante el Congreso no estar dispuesto a dejarse tironear por los extremos que siempre confrontaron cuerpo a cuerpo en la Argentina.
«Ni ultraliberales ni proteccionistas», empezaron a repetir a coro los principales colaboradores de Cambiemos.
Esa estrategia predominante en la Casa Rosada la resumió el secretario de Comercio, Miguel Braun, con una frase llamativa: «Ni noventismo, ni kirchnerismo», dijo el funcionario al tratar de explicar por dónde va la cosa.
«Gradualismo para la reelección», se le podría añadir, para disgusto de ´gurkas´ de la economía como José Luis Espert, Miguel Angel Broda o Carlos Rodríguez (CEMA), partidarios de aplicar un fuerte ajuste para tratar de equilibrar las cuentas de una buena vez.
Pero el gobierno dice no estar dispuesto a ir por la línea de los que pretenden una apertura indiscriminada de la economía.
Y tampoco aplicar el rosario de protecciones con el que Cristina Fernández mantuvo cerrada la economía durante casi todo su gobierno.
El kirchnerismo llegó a creer que podría sostener artificialmente el consumo para siempre, y dejó al país al borde de la desfinanciación para su cada vez más elevado déficit fiscal.
Macri se encontró con un escenario más complejo del previsto: «Pensé que íbamos a poder bajar la inflación más rápido», se sinceró en una de las entrevistas en las que salió a defender su gobierno.
Las principales espadas en materia económica del oficialismo sostienen que en muchos sectores, la Argentina tiene una productividad de muy baja calidad.
Por eso, el presidente aludió a que el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno les había «roto la cabeza» a los empresarios.
No aludía tanto a la rusticidad con que el funcionario favorito de Cristina maltrataba a los hombres de empresa que los visitaba, sino al hecho de que buena parte de los sectores productivos se habían acostumbrado a los subsidios y la protección permanente, y eso les impidió pensar en cómo aumentar su productividad para salir a ganar mercados en un
mundo cada vez más exigente.
Algo de razón parece asistirle, teniendo en cuenta que tras las políticas implementadas por el kirchnerismo, un tercio de la población se mantuvo en la pobreza.
«Si no hubiese sido por esas políticas sociales de Cristina, los pobres serían muchos más, y lo que ocurre es que Macri los aumentó con sus políticas de ajuste», responden los seguidores de la ex presidenta.
Y hacen notar el riesgo de que Macri haya decidido ir «a contramano del mundo», al recordar el proteccionismo aplicado por Trump.
Sin escuchar esas advertencias, Macri y sus colaboradores insisten en sostener que si la Argentina aspira alcanzar el desarrollo, debe apostar a la integración con el mundo a través de más y mejores acuerdos comerciales.
La pregunta es si el Gobierno aplica el ´timming´ adecuado para los problemas que se van acumulando, como ocurre con el alto endeudamiento -más de U$S 51.000 millones aumentó la deuda en 2017-, las tasas de interés por la nubes y una inflación que suele no dar tregua.
Los últimos números le dieron un respiro, en especial el dato sobre el crecimiento del 2,9% que arrojó el Producto Bruto en el 2017.
Sobresalió, además, entre esos números, la aceleración del crecimiento en el cuarto trimestre del 2017, cuando el Producto Bruto avanzó 3,9%.
Las cifras fueron analizadas con lupa por el equipo de máxima confianza del presidente.
Hubo coincidencia en que un dato saliente fue el incremento del 11,3% en las inversiones durante 2017.
Es una variable que Macri viene siguiendo con lupa, porque desde el arranque de su mandato siente que sus colegas empresarios no pusieron toda la carne al asador para salir a sostener el modelo que venían reclamando y al cual considera representar y liderar.
Por eso, quedó contento tras la reunión mantenida con el CEO de Fiat Chrysler, Sergio Marchionne, quien le anunció que en el primer bimestre la compañía aumentó 360% las unidades exportadas.
En buena medida fue producto de una inversión de USD 500 millones y del lanzamiento del Fiat Cronos.
Dicen que Macri no sólo volvió a agradecer lo que consideró un respaldo y una apuesta a la Argentina, si no que piensa utilizar como ejemplo a este y otros casos de inversiones que empiezan a dar frutos, como ejes discursivos para reclamar más acompañamiento al sector privado para la etapa que viene.