Maradona: “Quiero darle a Dorados lo que me perdí cuando estaba enfermo. Hoy quiero ver el sol, quiero acostarme de noche”
El técnico, nuevo entrenador del equipo de Sinaloa, de la segunda mexicana, incide en que está recuperado y que no llega a México “de vacaciones”
Maradona entra al salón y emergen los aplausos. El astro argentino se asume como tal, como el mito que jugó al fútbol y que ahora ha desembarcado en Culiacán, Sinaloa. Sus muñecas van de lado a lado con los múltiples saludos a todos. Cruza los brazos y espera a que sea su turno para hablar. «¿No agradezco yo?», le pregunta a la presentadora. El Diez empieza a tararear un cántico «¡Somos Dorados, no podemos perder!».
El equipo de Dorados de Sinaloa, al recibir la petición de más de 100 periodistas, rentó un lugar en uno de los lujosos hoteles de Culiacán. La sala de prensa, reconoce un empleado del club, no era suficiente «ni decente» para el Diez. «Le agradezco a la gente de Dorados por pensar en mí», comenzó su discurso Diego Armando Maradona, «tengo 57 años, asumo esta responsabilidad como quien tiene un hijo a sus brazos». A un costado, estaba su amigo y ahora auxiliar, Luis Islas, y su abogado, Matías Morla. El argentino atajó, sin ninguna pregunta de por medio, la incredulidad de su fichaje. “Podrán decir un montón de cosas desde que dejé la enfermedad hace 15 años. Por ahí decían: “El dopaje… Me estaba tirando abajo, me estaba consumiendo», dijo en referencia a su adicción a las drogas.
«Quiero darle a Dorados lo que me perdí cuando estaba enfermo. Hoy quiero ver el sol, quiero acostarme de noche. Antes no sabía lo que era una almohada» La prensa local, con las expectativas por los cielos, le escuchaba y asentaba con la cabeza cada frase.
«Cuánta gente hay acá que hace cosas peores que nosotros y no sale en un diario. Yo vine a trabajar, vine a dejarles mi corazón como lo dejé en Al Fujairah», mencionó al mismo tiempo que levantaba el dedo índice como quien alecciona a alguien. Por el salón se mostraban un vídeo de la oficina de turismo del Estado de Sinaloa y, al mismo tiempo, se escuchaba la canción La mano de Dios de Rodrigo. El «Olé, olé, olé, Diego, Diego» no daba tregua.
El presidente del equipo, José Antonio Núñez, se reservó la información del contrato de Diego Maradona. «Siempre hemos querido escribir epopeyas con historias de fútbol», comentó. En el equipo han jugado Sebastián Abreu, Pep Guardiola, Cuauhtémoc Blanco e incluso fue dirigido por el español Juan Manuel Lillo.
«No venimos de paseo, venimos a trabajar. A darle una mano a los muchachos, lo que yo pueda inyectar anímicamente. Va a ser bravos ganarnos. Vamos a ir a buscar los partidos. A mí no me gusta defenderme. Les agradezco en el alma a los que nos quieren y [también] a los que no», comentó Maradona, que solo aceptó seis preguntas durante su presentación.
Uno de los hombres a los que ha consultado Maradona es su paisano, Antonio Mohamed, con larga trayectoria en el fútbol mexicano y ahora a cargo del Celta de Vigo. Sobre el asunto del Dynamo de Brest, club al que estaba ligado como presidente, también habló. «Tenía ya casi firmado [el contrato] con los bielorrusos. No llegamos por el tema de los jugadores. Lo dejamos para más adelante», dijo.
Maradona volverá a la pizarra de un equipo. Rechazó, según contó, ofertas de las selecciones de Venezuela y Bolivia, ofrecidas por los presidentes Nicolás Maduroy Evo Morales.»Ya vendrá el momento, le voy a decir que sí a alguno de los dos porque me están dejando la cabeza así «, dice y abre los ojos.
El argentino se presentó a sus futbolistas que solo le conocían por las retransmisiones de sus partidos. En su primer entrenamiento, a puerta abierta, asistieron más de 500 aficionados. El exjugador del Nápoles alzaba los brazos, mandaba besos, agitaba los brazos como si se hubiera pegado en un pie y empezaba a bailar. Daba unos pequeños pasos de lado a lado, como si fuera un gigante. Con bombos y tarolas, así era el carnaval de Maradona.
Los hinchas esperaban a que el ídolo dominara el balón como lo ha patentado. Les desilusionó al dar patadas al balón, sin arte ni piruetas. El jefe, como le llaman en Dorados, tomaba su silbato y empezaba a dirigir una jugada de los suyos. Sus jugadores le devolvían el balón esperando uno de sus pases. En el ocaso de la práctica, el Pelusacaminó descalzo por el campo de Dorados. Se acercó a estampar su rúbrica con unos niños de los equipos juveniles y, cuando quería enfilarse al vestidor, tenía ahí a sus jugadores enfilados para tomarse una fotografía con él. Todos querían un instante con el Diego. Se despidió de sus nuevos aficionados con unas palmadas calcadas de la celebración del equipo nacionalde Islandia durante la Eurocopa. El Diez no quiere ser visto como el rey de los excesos, al menos, ya no en Sinaloa.