El Madrid disputa este sábado la final del Mundial de Clubes ante el Al Ain con el reto de cerrar en lo alto un año marcado por el adiós del delantero y el debate sobre el banquillo.
Los jugadores del Madrid, en el último entrenamiento.
Los jugadores del Madrid, en el último entrenamiento. GIUSEPPE CACACE AFP

El Madrid vive en Abu Dabi un verano en pleno mes de diciembre. Conseguida la clasificación para la final del Mundial de Clubes, la jornada previa al partido de este sábado ante el Al Ain (17.15, La1) discurrió en medio de un ambiente navideño que ningún elemento del grupo quiso reventar. Tampoco Sergio Ramos, que de lograr su cuarto mundialito sumaría 20 títulos con la camiseta blanca desde su llegada al club hace 14 temporadas, en las que ha disputado 587 partidos oficiales. El récord permanece de momento en posesión de Paco Gento (601), con 23. “Nunca me cansé de ganar”, dijo.

La influencia de Ramos en el devenir del club blanco resulta, al menos a ojos del propio jugador, algo ficticio. Ese fue el mensaje que trató de transmitir en la víspera su capitán, como también hiciera Marcelo antes de enfrentarse al Kashima, y cuya palabra alcanza mayor eco que el de muchos otros compañeros, a modo de escudo acerca de la nebulosa que supone la presencia de José Mourinho en el ambiente tras su despido del Marchester United. “¿De verdad creéis que nosotros decidimos eso? Yo no soy nadie para decidir ese tipo de cosas. Llevamos cinco años sin Mou [abandonó el club en 2013] y seguimos hablando de Mou porque os da mucho a nivel de marketing”, resolvió.

La defensa de Ramos sobre Solari —“hay que tener más respeto por el entrenador actual”, dijo—, advierte un encuentro generalizado entre el vestuario y el talante del argentino, con algunas excepciones, poco dado a la exaltación y al intervencionismo. Una metodología más afín a la de sus antecesores, y que ya defendió el andaluz cuando se barajó la contratación de Antonio Conte tras el despido de Julen Lopetegui. “El respeto hay que ganárselo, no imponerlo”, afirmó entonces. “A lo largo de mi carrera he tenido muchos entrenadores y nadie se niega a hacer nada, al contrario, siempre estamos por la labor de hacer más. En el Madrid he tenido todo tipo de entrenadores y hay ciclos y etapas que se abren y se cierran, pero no tengo problemas con el entrenador que venga, soy el primero que da el paso al frente y mete el pie en el fango”, añadió con una suerte de respuesta capicua, tan válida si se produjera la llegada de Mourinho como si no.

En las últimas semanas los frentes alrededor del Madrid se han multiplicado. A los vaivenes deportivos se han sumado las interacciones externas, especialmente derivadas con las declaraciones de Cristiano Ronaldo desde Turín. Pero la conjura en el vestuario, encabezada por el propio Ramos, coloca al Madrid con el objetivo primario de culminar el año con un título que dé carpetazo a un ejercicio que se ha tambaleado en los últimos meses por los cambios en el banquillo. Para el central, ni siquiera las referencias lejanas de CR adquieren valor de consideración. “Nosotros nos alegramos enormemente de que le vaya bien. Su trabajo no tiene ninguna repercusión con nuestra liga y por tanto le deseamos lo mejor a la gente que ha rendido al máximo nivel para nuestro club”, despejó Ramos.

En la que puede resultar la última final del Mundial de Clubes en Abu Dabi al no haberse resuelto su localización para la próxima edición, y estar en tela de juicio la continuidad del formato actual, el Madrid busca un título que le permita sumar un nuevo elemento para mantener alejados a los satélites que orbitan a su alrededor. Y eso también es otro premio.