Hay un teléfono que suena de vez en cuando en el Banco Central. Es el que utiliza frecuentemente el ministro Nicolás Dujovne para hablar con Guido Sandleris.

Ese teléfono, que quedó de la gestión Redrado para más detalles, sonó hace apenas algunos días con la finalidad de darle “luz verde” al titular del Central.

Hoy, tras cinco aumentos consecutivos en la tasa de política monetaria con la finalidad de controlar la escalada del dólar, en el BCRA respiran aliviados. Fue la decisión correcta aunque en algunas entidades financieras los acusen de haber “sobrerreaccionado”. Saben que la suba tuvo sentido porque lo que realmente genera ruido en el universo político no es tanto la inflación (ya lanzada desde hace tiempo y con bajas chances de que termine este año pro debajo del 35%) sino el billete estadounidense, y, como se presupone, este es un año donde la política tiene peso específico.

Con la tasa de referencia de la economía de nuevo en 50% annual, el dato de las últimas horas es que existe un consenso fuerte que ese parámetro de la economía comenzaría a asumir su nuevo piso en esos niveles. Cumpliría así con dos objetivos bien claros: por un lado, desterrar cualquier sospecha de un movimiento cambiario fuera de lo establecido; por otro, no sumar presión adicional sobre la escalada de precios que registra la economía. Sin embargo, también existe un interrogante: qué pasará cuando los próximos meses traigan la incertidumbre electoral que generalmente propicia la dolarización.

En los pasillos del Palacio de Hacienda coinciden en que dentro de cuatro semanas podrían experimentar un cimbronazo cambiario similar. Parten de la hipótesis de que lo que pasó fue que inversores decidieron ‘salir’ de sus posiciones en pesos a partir del dato de inflación y con pocas señales de un banco central para ‘compensarlos’ en lo inmediato con mayor tasa. El razonamiento es que con inflación elevada, la presión para deslizar la cotización del dólar es más fuerte y que si a eso se le suma que el tipo de cambio ‘repta’ en la “banda inferior de Sandleris”, entonces la probabilidad de una corrección crece. Como siempre, los primeros en reaccionar son los que ganan en este juego.

Pero hay más. Si bien la tasa subió mientras en paralelo el banco central absorbió una mayor cantidad de pesos de la economía, habría que esperar un incremento de dicha absorción, incluso más allá de lo que había anunciado Sandleris. De eso también se anotició el ministro Dujovne y sus contertulios del FMI. Es que si bien en el organismo han plantado bandera con un stock de $ 1,38 billones para la base monetaria de febrero, en el Gobierno buscarían cerrar por debajo de esa marca. ¿La idea? Está previsto que el organismo desembolse casi u$s11.000 millones en marzo si aprueba la revisión de las metas de este trimestre.

Para Roberto Drimer, analista de Vatnet, “el BCRA debería de estimar cuidadosamente el efecto de las subas de tasa, así como otros factores (grandes subas tarifarias, aumento de commodities, etc.) que tienen incidencia en el proceso inflacionario.

No obstante, desde la firma Invecq, plantean una cuestión adicional vinculada al dólar para tener presente. En un contexto de fuerte incertidumbre debido a la contienda electoral las decisiones de liquidación de dólares de exportación podrían verse demoradas a la espera de un panorama político más claro. “El primer dato de intercambio comercial del año dado a conocer por el INDEC generó cierto nerviosismo entre algunos analistas habida cuenta de la caída que mostraron las exportaciones. Sin embargo, creemos que se debe a un factor transitorio y que el 2019 será un año de fuerte crecimiento de las ventas argentinas al exterior”, sostienen. Por otro lado, también señalan que “es altamente probable” que durante los próximos meses la demanda de dólares comience a crecer nuevamente “como ya ha ocurrido en anteriores procesos electorales”. Por esa razón estiman que, hacia adelante, “frente a esta situación el BCRA se encuentra algo limitado en su poder de intervención debido al esquema cambiario acordado con el Fondo”. Esto es así porque el Central solo puede intervenir de forma directa en el mercado cambiario, comprando o vendiendo dólares, cuando la cotización se encuentre en alguna de las zonas de intervención. En la zona de no intervención, la única herramienta que le queda al BCRA es el control de los agregados monetario (y la tasa de interés implícita) mediante la licitación de Leliq.

“El BCRA cuenta con herramientas algo débiles para hacer frente a cambios repentinos del humor local y de las condiciones internacionales y tendrá que apoyarse en los dólares que el Tesoro tiene a disposición para vender”, señalaron en Invecq.