La última vez en el patio de su casa: a cinco años de la despedida de Riquelme de Boca
Román jugaba en la Bombonera ante Lanús su último partido con la camiseta xeneize.
El final se vislumbraba, pero ni los hinchas de Boca ni el propio Juan Román Riquelme parecían querer aceptarlo. Sin embargo, aquel 11 de mayo de 2014, la Bombonera se inundó de nostalgia ante la posibilidad concreta de despedir al último gran ídolo del club. Aquel 3-1 ante Lanús fue la última función de Riquelme en el que el propio jugador había bautizado como «el patio de su casa».
Un físico que le empezaba a pasar factura y le impedía tener la continuidad que quería y, sobre todo, una relación insostenible con la dirigencia encabezada por Daniel Angelici se conjugaban para que el futuro de Riquelme en Boca comenzara a cerrarse, con un contrato que finalizaba en junio, justo antes del comienzo del Mundial de Brasil.
La renovación era prácticamente imposible, por el choque del vínculo de largo aliento que pretendía el jugador y las innumerables cláusulas que deslizaban los dirigentes frente a cuanto micrófono tuvieran delante. Atrás quedaba así una carrera deslumbrante en el club, coronada con tres Copas Libertadores, una Intercontinental ante el Real Madrid de Figo y Raúl y diferentes títulos locales e internacionales.
Para estar a tono con aquel domingo triste, el frío y la lluvia se hicieron presente en una Bombonera cargada de tensión. En la semana había habido un banderazo en apoyo al ídolo, en las inmediaciones colgaban pasacalles de aliento y en las tribunas aparecían cientos de carteles y banderas exigiendo la renovación para el ídolo.
Por más que Boca tenía una chance mínima de ser campeón, el duelo ante Lanús había pasado a un segundo plano. Todos los focos y los cantos de aliento iban hacia el Diez, que jugó un partido muy especial. Con cada una de sus acciones, los hinchas dejaban en claro lo que pretendían. El «Riquelme es de Boca, de Boca no se va» o el «No se va, Riquelme no se va» tronaban cada vez que el crack tocaba el balón. Ni hablar cuando le hizo un caño a Carlos Izquierdoz, sin siquiera tocar el balón y con un simple amague.
Con un gol de Emmanuel Gigliotti, Boca se puso en ventaja en el arranque del segundo tiempo, pero Lanús empató rápido por intermedio de Santiago Silva. Sin embargo, Nicolás Colazo volvió a adelantar al equipo de Carlos Bianchi, hasta que Claudio Raiño selló el triunfo xeneize.
Con el resultado asegurado, Bianchi quiso darle un último mimo. Justo antes de que el partido terminara, el técnico ordenó el ingreso de Juan Sánchez Miño para regalarle la última ovación. Cuando vio el cartel con el número diez, Riquelme caminó hacia el banco de suplentes, saludó con las dos manos hacia el palco donde estaba su familia y continuó el saludo hacia el resto del estadio. Luego se abrazó con Bianchi y chocó las manos con todos los que estaban en el lugar.
Con el partido terminado, Riquelme siguió jugando, fiel a su estilo. «Sé que cuatro años son muchos, pero me siento bien, estoy disfrutando y tengo pensado seguir jugando. Si no es acá lo haré en otro lado, pero seguiré jugando», remarcó en la entrevista en el campo de juego. Luego, enfundado en una campera, se volvió a despedir de la gente, agitando una camiseta en su mano derecha, al mejor estilo de Soledad, antes de irse al vestuario por última vez.
Días después y de la mano de Claudio Borghi, Riquelme cerró su incorporación con Argentinos Juniors, club en el que había iniciado su carrera y con el que logró el ascenso antes del retiro definitivo. Pero esa ya fue otra historia.
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