No suba esa foto de su hijo
Tres de cada cuatro niños menores de dos años tienen fotos en Internet. ¿Deberíamos frenar esta costumbre?
Nuestras redes están llenas de imágenes de niños haciendo monerías. En verano, su sobreexposición aumenta más si cabe. Cada imagen es compartida —sin consentimiento alguno— por el padre, la madre o algún familiar o amigo para orgullo de quien comparte y disfrute de sus conocidos. Se reciben likes y alguna alabanza que lleva a reincidir. Así ha sido durante varios años sin que nadie se planteara las consecuencias. Hasta que, acompañando al resquemor creciente hacia las redes sociales, una duda ha empezado a extenderse: ¿acaso hacemos mal subiendo a Internet imágenes de niños?
Tres de cada cuatro menores de dos años tienen fotos online, según un estudio de la empresa de seguridad en Internet AVG con datos de ciudadanos de 10 países (Estados Unidos, Canadá, Alemania, el Reino Unido, Francia, España, Italia, Australia, Nueva Zelanda y Japón). La emoción ante la paternidad es una de las causas de esta pulsión, la versión actualizada de las imágenes que se guardaban en la cartera. De media, los progenitores de niños menores de 6 años suben 2,1 informaciones a la semana sobre éstos, según un estudio con información de 1.300 padres estadounidenses de la aplicación Local Babysitter.
Entre los 6 y los 13, hay un descenso: 1,9 informaciones por semana. Cuando el menor cumple 14 años, el ímpetu se reduce a menos de una vez a la semana (0,8). En España, los padres son los más preocupados, según AVG, por las consecuencias futuras en la vida de sus hijos de la cantidad de información onlineque proporcionan sobre estos (valoran su grado de preocupación en un 3,9 sobre 5). Esta preocupación posiblemente se habrá visto reforzada tras saber que Mark Zuckerberg —el hombre que más ha hecho porque compartamos como compartimos — cree que el futuro, en lugar de abierto, como sostenía hasta ahora, será privado.
Mientras que el sector de la comunicación se ve obligado a proteger la identidad de los menores que salen en sus páginas, la publicación masiva de imágenes sin filtro de niños en las redes ha convertido la protección en una ironía. El fenómeno es tal que ha dado origen a un nuevo término: sharenting, la suma de share(compartir) y parenting(crianza). En 2015 dos holandeses lanzaron al mercado la marca Koppie Koppie, una tienda online de tazas con fotos de niños cogidas de la Red para señalar el problema. Pero la primera persona que escribió un estudio detallado sobre este extendido fenómeno fue la abogada Stacey Steinberg, que en 2016 publicó el informe Sharenting, la privacidad de los niños en la era de las redes sociales. Esta profesora de Derecho de la Universidad de Florida, EE UU, y madre, estudió en profundidad las implicaciones de esta costumbre planetaria en marcha desde hace más de una década. Los padres son, por un lado, “los veladores de la información personal de sus hijos y, por otro, los narradores de la vida de estos”, escribe Steinberg. Al narrar, compartimos información sobre los hijos a la vez que les privamos del derecho a hacerlo ellos mismos en sus propios términos. Y eso es una fuente potencial de daño a la que hemos prestado poca atención.
“Los padres velan por la información personal de sus hijos y a la vez narran la vida de estos”.
Stacey Steinberg, abogada
Los riesgos a los que se ven sometidos los menores son varios. Para empezar, ponemos más fácil su localización física a criminales o pervertidos. Pero hay además otros peligros de origen digital. Si alguien captura una imagen o un vídeo de un menor, puede simular que sufre algún tipo de peligro y reclamar un rescate. También puede suplantar su identidad en las redes, como ya le ha sucedido a varias influencers. Si, además, al anunciar el nacimiento de un bebé añadimos la fecha (cosa que hacen no pocos padres), podríamos estar propiciando el robo de su identidad. Por no hablar del ciberbullying que quizá causamos al subir una foto ridícula de nuestro hijo (se calcula que en 2018 lo habían sufrido el 59% de los menores, según Pew Research).
Pero hay otra consecuencia más obvia que tampoco solemos tener en cuenta: la opinión del menor. Un 58% de los padres estadounidenses que comparten fotos creen que subirlas sin el consentimiento expreso de sus hijos es correcto, según la empresa de seguridad McAfee. Y un 40% cree que la foto podría llegar a avergonzar al menor, pero que no le importará o que acabará superándolo. Sin embargo, lo que se está comprobando es precisamente lo contrario: que a muchos sí les disgusta el uso que sus padres hacen de su imagen. Valga de ejemplo lo que le dijo la hija de la actriz Gwyneth Paltrow cuando esta subió una imagen de ambas en la que la menor llevaba unas gafas de esquí que cubrían su rostro: “Mamá, ya lo hemos hablado. No puedes publicar fotos mías sin mi consentimiento”, se quejaba Apple. A lo que Paltrow respondía: “¡Pero si ni siquiera se te ve la cara!”.
¿Deberíamos pedir entonces permiso a nuestros hijos cada vez que subamos una foto de ellos? De esto trataba el debate que mantuvieron el pasado mes de octubre varias influencers españolas —Lidia Bedman, mujer de Santiago Abascal, líder de Vox, o Jennifer Ortiz, entre otras—, madres y famosas que, además, reciben dinero por exhibir y exhibirse. Ortiz resumía el dilema durante el debate de la siguiente forma: “El día de mañana, cuando mi hijo me pregunte sobre las fotos que subí de él, le diré: ‘Hijo, lo hice quizá desde mi egoísmo, pensando que eran fotos bonitas y que no te iban a hacer daño. Entonces, en ese momento le pediré perdón y le daré una tarjeta [de crédito] con su dinero”.
“¿Subimos imágenes de niños por el lado emocional o porque mercantilizamos con llos?”.
Laura Baena, Malasmadres
Poco a poco van trascendiendo casos puntuales llegados a los tribunales de menores que denuncian a sus padres en Italia, Francia o Estados Unidos. En Francia, las autoridades pueden imponer multas de hasta 45.000 euros más un año de prisión por publicar fotos íntimas de los hijos sin su permiso. “En España no conozco ningún caso aún”, afirma Samuel Parra, abogado especializado en temas tecnológicos. “Lo más habitual es que un padre denuncie al otro por subir fotos sin su consentimiento como le ha sucedido a Bisbal, que denunció a su exmujer, Elena Tablada, por subir a las redes imágenes de la hija de ambos. Si el padre denunciado no retira las fotos, ahí vienen los problemas”. “Hay una realidad”, opina Laura Baena, publicista y creadora de la web Malasmadres. “Las fotos de menores lo petan. ¿Subimos las imágenes porque nos tocan la parte emocional o realmente estamos mercantilizando a los niños?”.
Podemos esperar que las propias redes pongan freno a nuestra locuacidad? Nathan Freitas, del Berkman Klein Center for Internet & Society, un centro de investigación sobre tecnología dependiente de la Universidad de Harvard, cree que sería naif esperarlo: “No les resultaría nada difícil crear un botón muy grande y claro que dijera: ‘Compartir SOLO con mi familia directa’. Pero si eso supone recolectar menos dinero, vayamos olvidándonos de ello”. Y los tribunales ¿podrían poner freno a los padres? Lo habitual es que sean reticentes a priorizar el derecho a la privacidad de los menores ante su propia familia. Se supone que los padres son los mejores guardianes de la privacidad de sus hijos y cuando no lo son, los jueces generalmente aceptan que los padres hacen lo mejor para estos.
Stacey cierra su texto con varias recomendaciones a los padres interesados en proteger a sus hijos: que se familiaricen con las políticas de privacidad de las redes en las que suben fotos. Que fijen alertas que les avisen cuando el nombre de su hijo salga en algún resultado de búsqueda en Google. Que antes de contar algo se planteen no revelar la identidad del menor. Que no den pistas sobre los lugares que visita. Que pidan permiso a estos antes de compartir una información sobre ellos. Que no suban nunca una foto de estos con poca ropa. Y la última: que consideren si esa información que están valorando compartir puede tener algún efecto en el bienestar y en el desarrollo psicológico del pequeño.