A partir de lo que ocurrió el domingo 11 de agosto, el Gobierno ha reaccionado. La pregunta es si ésta es la manera y si es lo que necesita la sociedad argentina.
Macri le toma juramento al ministro de Hacienda, Hernán Lacunza (Foto DPA)

A partir del miércoles 14 de agosto, estuvimos observando una reacción del gobierno del presidente Macri por intentar recuperar la iniciativa política, por reponerse del golpe tan duro del resultado de las PASO y de tratar de ir ganando terreno y posicionarse de cara a lo que ellos mismos reconocen que sería un milagro: forzar a una segunda vuelta en octubre que implicaría que el candidato por el Frente de Todos, Alberto Fernández, baje algunos puntos y que ellos suban otros tantos, es decir, que la oposición no llegue al 45% y el gobierno quede a menos de 10 puntos.

Más allá de que algunos crean que esto es posible, lo interesante es analizar qué está haciendo el gobierno para alcanzar este objetivo. Por lo pronto, ha anunciado una serie de medidas como la baja de impuestos, moratoria para las Pymes atrasadas con la AFIP, reducciones y devoluciones en el Impuesto a las Ganancias, eliminación del IVA para algunos alimentos de la canasta básica, congelamiento de las cuotas hasta fin de año para que aquellos que sacaron créditos UVA no tengan que afrentar las consecuencias de esta escalada inflacionaria, y por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), al no haber prosperado un acuerdo con las petroleras, el congelamiento de los precios de los combustibles por 90 días.

Todas estas medidas son compensatorias y simples paliativos para apenas amortizar la brutal devaluación post-PASO, pero lo que sorprende es que en muchos casos contradicen de plano lo que ha sido su línea discursiva en el transcurso de estos tres años y medio, en lo que respecta al famoso “déficit cero”, la austeridad, la necesidad del sacrificio, “de estar en el medio del río y de que no cambie uno de caballo”.

Creo que hay varios elementos para tener en cuenta, pero el más importante es qué cosas de las que se están haciendo ahora pueden generar precedentes que, en el día de mañana, con otra gestión, pueden resultar por lo menos peligrosas para la sociedad argentina y contrarias sobre todo al argumento que tiene el presidente Macri en general, si es que quiere evitar que esto sea Venezuela.

Estoy sumamente preocupado por estos gestos de discrecionalidad que tienen enorme repercusión en términos reputacionales. Un ejemplo es fijar por medio de un DNU el precio de los combustibles al viernes anterior a las primarias, lo cual no sólo desdibuja la lógica de la oferta y la demanda, sino que compromete las posibilidades que tiene el país en un área tan sensible como la energía. Y es comprensible el miedo a que los precios escalen como consecuencia del aumento del combustible y, con la experiencia de los últimos meses, es evidente que la intención del gobierno es evitar que no se termine generando un aumento en catarata.

Pero lo que estamos observando es que los aumentos van a llegar igual y a esto se suma el terrible costo reputacional que implica para Argentina. Al respecto, el presidente de IDEA y CEO de la petrolera Vista, Gastón Remy, alerta acerca del gran impacto de esta medida en lo que ha sido estratégicamente una de las grandes apuestas de este gobierno, que es Vaca Muerta: «Con estos valores no se pueden cubrir los costos de producción. No se puede seguir perforando a pérdida. ¿Qué pasa si se genera un desabastecimiento por falta del producto? Y los trabajadores también pueden llegar a ser afectados».

Esto, además, desalienta las inversiones ya que las reglas del juego han cambiado. Entonces, un gobierno que supuestamente siempre proclamaba reglas claras y transparentes, para promover la inversión y el desarrollo está generando un antecedente gravísimo que tiene un costo de corto plazo, reputacional, para el gobierno de Macri, pero, sobre todo, de mediano y largo. Porque ¿qué pasa si el día de mañana otro gobierno, con otra orientación ideológica o con la misma, utiliza este precedente para fijar otro precio por decreto? Es decir, la discrecionalidad con la que se están tomando estas medidas y el precedente, al margen de lo reputacional, generan un riesgo a futuro porque ¿cómo va a hacer la industria, la sociedad argentina, otro gobierno sea de Alberto Fernández o de quien fuese, para decir que eso está mal, cuando lo hizo Macri, supuestamente alguien que quiere integrar la Argentina al mundo y utilizar los mecanismos del mercado?

Se suponía que este Gobierno venía a hacer las cosas distintas, que implicaba un cambio cultural.

El segundo elemento preocupante es la utilización de decisiones de política pública, decisiones de gobierno, para favorecer a un candidato. Habrán visto que la regulación electoral dispone que uno no puede, por ejemplo, inaugurar obra pública antes de una elección y es lógico porque no se quiere que con el dinero de los contribuyentes se favorezca a un candidato, sobre todo al candidato del gobierno. Pero ¿qué está haciendo el presidente Macri desde el lunes 12 de agosto? Tomando decisiones de gobierno para favorecer sus chances electorales. Y lo hace abiertamente: “Las medidas que tomé y que voy a compartirles ahora son porque los escuché. Escuché lo que quisieron decirme el domingo. Son medidas que van a traer alivio a 17 millones de trabajadores y sus familias y a todas las Pymes, que sé que están pasando por un momento de mucha incertidumbre”.

¿Qué ocurre a si el próximo gobierno en el 2021, 2023 o 2025 empieza a tomar decisiones de estas características, y no 70 días antes de la elección, sino 6 meses antes para aumentar sus chances de ganarla? Muchos señalarán que lo hicieron todos los gobiernos, pero se suponía que este venía a hacer las cosas distintas, que implicaba un cambio cultural. Hay un video que está circulando por las redes sociales donde el gobierno llamaba chantas e impresentables a los líderes de la oposición que proponían exactamente las mismas cosas que ahora están implementando desde la Casa Rosada: sacarles los impuestos a los componentes de la canasta básica alimentaria. Entiendo la desesperación, entiendo la resiliencia y la vocación por pelear, me gusta Almafuerte y su frase “No te des por vencido ni aun vencido”. Pero hay que tener sentido de la responsabilidad respecto de la utilización a futuro de los instrumentos que se están aplicando hoy.

Estas elecciones no solo fueron unas primarias, fueron algo más: hubo un cambio simbólico, un cambio de estructura política, de preferencias políticas que van más allá las PASO, nos guste o no. Pero hay que tener generosidad en la victoria y humildad en la derrota. Me parece que a partir de lo que ocurrió el domingo 11 de agosto, el gobierno ha reaccionado. La pregunta es si esta es la manera y si es lo que necesita la sociedad argentina, si es la mejor forma de plantear hacia el futuro una interacción más cooperativa entre el gobierno y la oposición, si esto le hace bien a este gobierno, si es coherente con lo que se dijo todo el tiempo, con el discurso del gobierno y de Macri como candidato.

Queda poco tiempo para pensar cuál es la mejor forma de terminar esta administración y me parece que las decisiones que se tomen en las próximas horas, días o semanas pueden ser cruciales. Cuidado con generar los precedentes que a futuro puedan incluso alimentar el arsenal de gobiernos, no sé si de Alberto Fernández u otro, que puedan tener la intención o la vocación de hacer cosas parecidas a lo que está haciendo Macri hoy: utilizar los recursos de los contribuyentes para beneficiarse de forma abierta en materia electoral. Y aún más, la utilización discrecional de instrumentos como los DNU para fijar precios, que es muy grave. Esta estrategia de un gobierno que perdió una elección y que para revertir una situación que no es imposible, sino que es simplemente improbable y favorecer sus chances de ser reelecto, puede tener un efecto boomerang muy negativo para la sociedad argentina.