Su hija desapareció hace 24 años y ahora una mujer asegura que es ella: "Fue un ajuste de cuentas de piratas del asfalto"
A Marina Fernanda Aragunde se la llevaron de su casa cuando tenía 4 años. Una joven en Rosario le dijo a Infobae que está segura de que la hija es ella, aunque las pruebas de ADN dieron negativo
«Mis secuestradores están vivos y saben de todo esto, por eso tengo miedo». Valeria habla por teléfono con Infobae y pide que, en lugar de usar su apellido, por seguridad, aparezca el nombre de quien ella cree que es: Marina Fernanda Aragunde, hija de Marina Beatriz Aragunde, secuestrada en 1995 cuando tenía 4 años en la ciudad bonaerense de Marcos Paz, en un caso que osciló entre sospechas: ¿venganza de piratas del asfalto o tráfico de niños?
Durante los 24 años que pasaron hasta 2019, Marina Beatriz nunca dejó de buscar a su hija. En mayo de este año abrió una página en Facebook para dar con su hija, que ahora tendría 28 años.
«Hija la última vez que te vi fue el 1 de febrero de 1995, ése fue el día más triste de mi vida,en enero de ése año habías cumplido 4 años, necesito que sepas que te voy a buscar hasta el último día de mi vida, seguramente tu nombre no es el mismo,tu fecha de nacimiento tampoco, pero tengo fe que al ver tus fotos te reconozcas en ellas, seguramente te habrán dicho que te abandoné o tal vez ni sepas que te robaron, quiero que sepas que viví todos estos años con miedo porque no sé dónde estás y que lo único que le pido a Dios es poder volverte a ver, sueño que te encuentro y cuando te quiero abrazar no estás a mí lado y otra vez vuelvo a sentir ese vacío, ese dolor por no poder abrazarte, ojalá ese sueño se convierta en realidad, tengo el último vestido que usaste para tu cumpleaños y un peluche, tu perro Duffy con el cual dormías todos los días, eso es todo lo que tengo, ojalá me estés buscando, te amo hija ❤️ Buenos Aires, Argentina», escribió Marina Beatriz.
En otras publicaciones, desgarradoras, la mujer subió fotos de la niña sola y con familiares y «el último vestido que usó» para que su hija, al verlos, se reconociera. Y Valeria, que poco tiempo antes había empezado a dudar de su identidad tras comprobar que su DNI y su partida de nacimiento serían falsas, llegó a la página y se reconoció.
«Soy yo, soy tu hija», le escribió por privado. Ambas mujeres comenzaron un diálogo por teléfono en junio y un mes después el encuentro se corporizó en Rosario, donde Marina Fernanda vive desde hace varios años y a donde llegó «para escapar del infierno que era mi vida con mis apropiadores, especialmente con quien decía que era mi mamá».
Entonces, en julio, en la ciudad santafecina, las dos mujeres se encontraron. «Yo estaba sentada en el bulevar Oroño. Ella viene caminando con mi tía y me saqué los lentes. Me vio los ojos y se dio cuenta de que era yo. Me pidió que sonría porque tengo un pocito en la cara del lado izquierdo. Fue muy fuerte. También tengo una marca en la mano que me la hice con ella, que no se borró. Fue lo primero que me buscó en la mano. Cuando lo veo a mi tío bajar del taxi, recordé que me levantaba en brazos, me largué en llanto, se me vino el recuerdo. Volví al pasado».
Los recuerdos de Valeria son desordenados. Pero está convencida de que Marina Beatriz es su mamá. Sin embargo, una pericia de ADN realizada el mes pasado dio negativo. Valeria cree que alguien pagó mucho dinero para modificar el resultado. «Tengo un amigo en la Policía que me dijo les pagaron 300 mil pesos para adulterarlo, pero son tan burros que igual los porcentajes de coincidencia dieron muy aproximados», aseguró. E indicó que el caso es investigado por una fiscalía federal de Rosario, donde ella radicó la denuncia después de comprobar que su identidad era falsa.
Eso fue en 2015. Según cuenta Valeria, su DNI es de ciudadana extranjera. Figura que nació en Italia en 1991 (el mismo año que nació Marina Fernanda). Aquel año de las últimas elecciones presidenciales buscó su número de documento en el padrón y el resultado la conmovió: figuraba como el de una persona nacida en 1947. «Estoy usando la identidad de una mujer de 72 años», comenta con estupor.
Marina Fernanda fue secuestrada el 1° de febrero de 1995 mientras jugaba en la cuadra de su casa en Marcos Paz. Los recuerdos de Valeria son vagos. Asegura que la subieron a un Peugeot 505 marrón, donde había una mujer que ella conocía mucho, y que el viaje fue muy largo. Pero aunque no quiere revelar la identidad de los padres adoptivos (o apropiadores) dice que vivió en Buenos Aires con cuatro hermanos mayores. «Mi papá siempre me amó mucho pero mi mamá me odia. Nos mudábamos mucho, cada dos años», cuenta a Infobae Valeria, quien prefiere que no se vea su imagen por miedo a represalias.
En el transcurso de su infancia asegura recordar que cuando llegó a la casa de la familia que la apropió tras el supuesto secuestro le raparon la cabeza y la vistieron de varón. También cuenta que la escuela primaria la empezó un año después de lo que normalmente se indica.
«Empecé la escuela como Valeria. Esta gente se mudaba cada dos años, iba pasando de escuela en escuela. Cada vez que me anotaban decían que habían perdido la partida de nacimiento«, explica Valeria.
«Mi papá me trataba muy bien, creo que les di lástima de saber de dónde provenía. Se enternecieron. Mi apropiador hace de todo un poco, trabaja en servicio público y tuvo una causa penal por falsificación de documento, con condena firme y manejaba un taxi», detalla y dice que «toda la vida» dudó de su identidad.
«Mi primera sospecha fue que de todos mis hermanos había fotos de bebé y mis fotos no estaban. Era algo traumático. Me decían que había solo video», cuenta. Pero a la vez asegura que nunca se hizo preguntas sobre su identidad durante la escuela secundaria.
Valeria está casada y cuenta que para el trámite de su matrimonio en el Registro Civil le pidieron la partida de nacimiento y allí le explicaron que no había nadie registrada con ese nombre ni ese número de DNI. «Entonces les dije a mis padres adoptivos que los iba a denunciar. Mi mamá me trató de loca, nefasta, psiquiátrica. Denuncié en el juzgado federal porque el DNI es falso. Con mi papá fue diferente. El me amó desde un principio. El me dice ‘yo me hago cargo de todo’«, explica, para dar a entender que el hombre, cuya identidad se desconoce, admitió la irregularidad de su crianza.
Valeria dice que tiene miedo y que es continuamente amenazada. El diálogo con Infobae se interrumpió durante unas horas y cuando este medio pudo tener contacto con ella nuevamente, la mujer aseguró entre llantos que recibió un llamado donde le decían que la corte o que iban a matarla.
Valeria cuenta que su secuestro fue un ajuste de cuentas contra su abuelo, el papá de Marina Beatriz, que era ladrón de camiones. «Mi mamá biológica me dijo que unos días antes de que me raptaran mi abuelo dijo que se había mandado una muy grosa y que se tenía que esconder. Después me llevan a mí y a los ocho meses lo detienen y lo meten preso«, detalla. Se refiere a Fernando, su padre, y Horacio Esquivel, su abuelo.
«A mí me secuestraron y me vendieron. Se compró en Mar del Plata, en Migraciones, una identidad falsa. Fue una ajuste narco entre mi abuelo paterno y estas personas que me secuestran y me venden. Fue para hacerle daño a mi abuelo, pero no vieron que le hacían daño a mi mamá detrás de todo esto», dijo también al canal 3 de Rosario.
En aquel momento hubo operativos para encontrarla. Según un artículo del diario La Nación de 1997, restos de una niña con la ropa de Marina Fernanda aparecieron en un descampado pero las pericias de ADN sobre el cadáver dieron negativas. La nota abrió la sospecha a una red de tráfico de niños y lo vinculó con el caso de Duilio Fernández, un niño secuestrado a orillas del río Salí, cuyo presunto cadáver también apareció con su vestimenta pero el ADN dio negativo.
Muchas organizaciones que buscan niños perdidos difundieron la ausencia de Marina Fernanda. Missing Children, por caso, publica una foto que proyecta cómo sería ella a los 18 años.
Marina Beatriz prefiere no hacer declaraciones por el momento. Infobae se comunicó con ella, quien sólo asegura que reconoce a su hija en los ojos de Valeria. Dice que no habla por miedo. El mismo miedo que acecha a Valeria.