A 65 años de la mayor tragedia del automovilismo
El 11 de junio de 1955, en las 24 horas de Le Mans, Francia, se produjo una catástrofe que cambió la historia de ese deporte. Tras chocar, un auto salió despedido hacia el público provocando 84 muertes y 82 heridos. Juan Manuel Fangio que punteaba la competencia, esquivó el accidente de milagro. Aunque cueste creerlo, la carrera no se detuvo.
“Yo vi todo”, contaría muchos años después el «Chueco». “Estaba por pasar a los coches que luego se accidentaron: Hawthorn (Mike), Macklin (Lance), Levegh (Pierre)… Habían pasado tres horas de la carrera, iba a unos 250kilometros por hora…
Es tiempo de cambiar piloto. Hawthorn disminuye su velocidad y se acerca hacia los boxes. Es la maniobra que luego le será discutida. La comenzó mucho antes de 300 metros de los boxes. Macklin se abre un poco, lo justo para superar a Hawthorn… Levegh trata de pasar por el centro pero no encuentra espacio, se sube sobre el auto de Macklin y decola… Yo me aferro al volante y espero el golpe que no sé por qué no llega. Mi Mercedes pasa por un pelo acariciando el Austin de Macklin que, atravesado, rasga el asfalto de la pista…
Detrás mío dejo el infierno…”
Ese infierno que relataba Juan Manuel Fangio es considerado el mayor accidente en la historia del automovilismo. Fue durante las emblemáticas 24 de Le Mans, en Francia, exactamente a las 18:28 del sábado 11 de junio de 1955, cuando el Mercedes Benz del local Pierre Levegh se montó sobre la máquina de otro competidor y salió despedido hacia las tribunas repletas. Murieron 84 personas (entre ellas, el piloto francés) y 82 resultaron heridas.
El mundo motor sintió el durísimo golpe. Ese año se prohibieron todas las competencias en Francia; Alemania y España suspendieron sus Grandes Premios; Mercedes Benz decidió dejar de participar en el automovilismo deportivo durante casi cuatro décadas; el gobierno suizo vetó todo tipo de competencia motor… ¡hasta 2018!, cuando en Zurich corrieron los autos eléctricos de la Fórmula E. Y, Fangio, que ese año lograría su tercer título mundial en Fórmula 1, nunca más participó de una carrera en Le Mans.
Las 24 horas de Le Mans es, sin duda, la carrera de resistencia más prestigiosa del automovilismo y se disputa desde 1923. La edición del año 1955 tenía a Juan Manuel Fangio como gran candidato. El balcarceño pretendía que la prueba tuviera otro ganador argentino: en 1954 el vencedor había sido José Froilán González.
Más de 300.000 fanáticos poblaban las tribunas del circuito de La Sarthe, a unos 200 kilómetros al suroeste de París, cercano a la ciudad de Le Mans. La largada, puntual, fue a las cuatro de la tarde y desde la primera vuelta quedó en claro que el inglés Mike Hawthorn (con Jaguar) y Fangio (con un Mercedes Benz 300 SLR) estaban dispuestos a pelear rueda a rueda.
Durante 35 vueltas se intercambiaron la primera posición y batían sucesivamente sus récords. El promedio de velocidad era impresionante, por encima de los 190 kilómetros por hora, y en las rectas llegaban a los 280 kilómetros. Hawthorn corría con toda la adrenalina de sus 25 años; el Chueco, con toda la sabiduría de sus casi 44. Ya le habían sacado una vuelta de ventaja al resto de los competidores.
El británico, probablemente preocupado por el acercamiento de Fangio, quería perder el menor tiempo posible para recargar combustibles (entonces, los boxes estaban pegados a la pista, sin ningún tipo de separación). Tras superar al Austin Healey 100S de su compatriota Lance Macklin, prácticamente clavó los frenos y enfiló hacia la derecha para el abastecimiento. Macklin, sorprendido, giró a la izquierda para no chocarlo. Apenas metros atrás venía Pierre Levegh quien, en el intento de esquivarlo, se abrió aún más para el mismo sector, mientras que Fangio, que circulaba a más de 260 kilómetros por hora, zigzagueó para no chocarlos, se aferró fuerte al volante, no frenó y se encomendó a su suerte. Más tarde, comprobaría varios raspones en la carrocería y un faro roto en su Mercedes.
Pese al intento de evitar el choque, Levegh golpeó de atrás al Austin de Macklin, la rueda derecha de su Mercedes se montó sobre el guardabarros izquierdo del británico y salió despedido hacia las tribunas, pasando por encima de un terraplén de tierra. Hawthorn, al ver el accidente, finalmente no paró en boxes mientras que el auto de Macklin quedó semi-destruido en el centro de la pista, tras impactar con los boxes.
El periodista argentino Federico Kirbus, presente en el circuito, escribiría años después. “La confusión es tremenda. La nafta del coche de Levegh arde e inunda parcialmente la pista. El humo envuelve toda la escena. Pero nadie sabe aún quién es el que realmente ha sufrido el accidente. Por la hora de paso y el color del coche (blanco) se presume y se asegura al principio que fue Fangio. Nadie lo ha visto pasar (cruzó el escenario en medio del maremágnum)…. Escucho y veo una explosión como de una gran cantidad de magnesio, de ese que usaban los fotógrafos de antes para el flash. Pum. Al ver el fuego y el humo se me ocurre que al reabastecerse de combustible alguna de las máquinas pudo haberse declarado un incendio, como tantas veces ha ocurrido en boxes… Desde lo alto de la pared de separación entre recinto y estacionamiento observo una escena macabra: en el suelo yacen los cuerpos de una veintena de personas; por todas partes están desparramadas ropas, zapatos, diarios, botellas, sillas. Gente que llora. Niños que gritan. Mujeres que corren… Aún no me percato del todo que yo mismo podría estar yaciendo allí. Por donde pasó volando el motor del Mercedes yo había pasado dos, tres minutos antes”.
En las pocas imágenes que existen del accidente, se aprecia que el Mercedes de Levegh pareció explotar en el aire, el cospit –donde se ubica el piloto- cayó sobre la pista y el francés murió por el impacto, no por quemaduras. El motor y varias piezas del chasis salieron disparados hacia el público dejando a su paso un reguero de sangre y muerte. “La gente iba cayendo como fichas de dominó”, relataba otro periodista.
Aunque todavía hoy resulta incomprensible, la carrera no se detuvo. Los organizadores argumentaron si se hubiera suspendido, la desconcentración del público habría dificultado la salida de las ambulancias con los heridos…
El binomio Fangio-Stirling Moss fue estirando la distancia sobre el de Hawthorn-Ivor Bueb, que pasada la medianoche caía al tercer lugar. Claro que ya nada era igual. A las cuatro de la mañana, tras diez horas de competencia, desde las oficinas de Sttutgart, sede de Mercedes Benz, llegó la orden de que los dos autos oficiales (Fangio-Moss y Karl Ling-André Simon), que entonces iban al frente, se retiraran de la carrera, tal vez pensando que los otros equipos los imitarían. Error. Hawthorn-Bueb continuaron con su Jaguar verde hasta el final de las 24 horas, ganaron la carrera y ¡hasta descorcharon champagne en el podio!
Pese a la catástrofe, no hubo una investigación oficial y los hechos se consideraron “un accidente de carrera inevitable”. La mayoría de los especialistas concuerdan en que la maniobra de Mike Hawthorn, quien inesperadamente frena para enfilar hacia boxes, fue el disparador; el británico nunca reconoció haber cometido un error.
También están quienes atribuyen a Mercedes Benz parte de la responsabilidad ya que Pierre Levegh (que al morir tenía 49 años) no estaba capacitado para dominar una máquina de semejante potencia y durante tantas horas. Al momento del impacto viajaba a 210 kilómetros por hora y no supo qué hacer para evitar el choque o al menos, minimizar los riesgos.
Como suele ocurrir con las tragedias, recién después de que se producen, se toman las medidas para que no sucedan. A partir de entonces se modificaron la ubicación y los ingresos a boxes. Aunque hoy nos parezca increíble, los autos de competición no tenían cinturones de seguridad –Levegh, por ejemplo, salió despedido de su vehículo-; los pilotos decían que no querían quedar “amarrados” a la carrocería en el caso de un incendio ya que tampoco se usaban trajes ignífugos. Y los cascos apenas si cubrían la parte superior de la cabeza.
Pierre Levegh, que iba a cumplir 50 años ese diciembre, no murió por las quemaduras, sino por el impacto de su cabeza contra el asfalto de la pista. Había participado en dos campeonatos de Fórmula 1 y su mejor perfomance fue un séptimo puesto.
Lance Macklin resultó ileso en Le Mans. Tres meses después protagonizó accidente, en una carrera en Ulster, en el que murieron dos pilotos. Esa fue su última carrera: a los 36 años y por pedido de su novia, dijo adiós al automovilismo. En 1958 le inició un juicio por calumnias a Mike Hawthorn ya que en una autobiografía dio a entender que Macklin había sido el responsable de la tragedia de Le Mans. Falleció en 2002, a los 82 años.
Mike Hawthorn sí tuvo una intensa actividad deportiva. Se consagró campeón de Fórmula 1 en 1958, el primero después de los cuatro títulos consecutivos de Juan Manuel Fangio, quien ese año dejó de competir. Tres meses después del título y cuando se sustanciaba la demanda judicial de Macklin, Hawthorn tuvo un accidente mortal con su Jaguar particular. Apenas tenía 29 años.
Ivor Bueb volvió a repetir el triunfo en Le Mans en 1956, también junto a su compatriota Hawthorn. Asimismo le siguió los pasos en el automovilismo, con más penas que gloria. En Fórmula 1 corrió seis Grandes Premios oficiales y no obtuvo ningún punto. Cinco meses después de la muerte de Hawthorn, en una prueba de Fórmula 2, perdió el control de su Cooper, se estrelló en el autódromo francés de Clermont-Ferrand y falleció. Tenía 36 años.
Stirling Moss, el coequiper de Fangio en Le Mans 1955, tuvo una brillante vida deportiva aunque se lo llamó el “campeón sin corona” porque fue el piloto con mayor cantidad de victorias (16) que no obtuvo un título: fue cuatro veces subcampeón y tres veces tercero. Sir Stirling Moss –así lo distinguió la Reina Isabel- falleció en abril de 2020, a los 90 años.
Juan Manuel Fangio fue campeón de Fórmula 1 en 1955, 1956 y 1957 (ya lo había sido en el 1951 y 1954). También fue subcampeón en 1950 y en 1953; su peor año fue 1952 porque a raíz de un accidente estuvo cuatro meses internado. En 1958, a los 47 años, abandonó el automovilismo deportivo. Murió en 1995, a los 84 años. Su currículum en la Fórmula 1 –a la que llegó con 39 años- es irrepetible: 5 título mundiales; en 53 Grandes Premios obtuvo 24 triunfos, 35 podios y 29 pole positions.