Juan Manuel Díaz, el nene de los autitos que se convirtió en el diseñador estrella de Audi
Más tarde no le fue mejor. En una oportunidad, cuando intentó estudiar arquitectura lo mandaron a croquizar la fachada de la Biblioteca Argentina pero él detuvo su mirada en un automóvil estacionado delante de la construcción patrimonial. No aprobó el trabajo. «Los detalles del coche están bárbaros pero la biblioteca…mmmm», le dijo poco convencido el profesor cuando le devolvió el dibujo.
Ese nene es hoy Juan Manuel Díaz. Tiene 46 años, es padre de dos hijos, vive en Munich, Alemania, y según el ambiente es el diseñador «estrella» de autos de Audi. El que le dio vida al Audi R8 Spyder que condujo el personaje Tony Stark encarnado por Robert Downey Jr. en la película Iron Man. El que ideó el Alfa Romeo MiTo que tiene algunos ejemplares en las calles argentinas y trabajó también en los Alfa Romeo Giulietta y Diva. El nene de los autitos, uno de los tantos rosarinos por el mundo, habló con La Capital.
Juan Manuel Díaz estudió en el Colegio Hermanos Maristas toda la primaria y secundaria, vivió por avenida Pellegrini y remarca que es hincha de Central. Es el hermano del medio de tres Díaz: Emiliano y María Soledad y como sus tíos no tenían descendencia dice que fueron un trío de hermanos que siempre recibió muchos regalos.
«A mí me regalaban autitos», confiesa al señalar a su familia como el verdadero «motor» de una carrera que, reconoce, no fue económicamente nada barata de afrontar.
En plan de recordar esas postales rosarinas apunta a un ritual más sagrado que ir a misa: ver carreras de automovilismo junto a su papá. «No recuerdo bien, pero tengo imágenes de una que vimos en la que Ayrton Senna le ganó por muy poco a Nigel Mansell con lluvia». Se refiere al final apretadísimo de 1986 en el que el automovilista brasileño ganó el gran Premio de España sólo por 0,014 segundos (en una de las 13 victorias bajo agua que logró el brasileño de un total de 41).
La largada
La arquitectura no fue. A Juan Manuel le seguía apasionando el diseño de automóviles y estudió algo cercano: diseño industrial y por tres años con Guillermo López Arenas.
«Allí estudié diseño de colectivos, me sirvió muchísimo y al terminar en el Instituto mandé un portfolio a Italia y me aceptaron en el Instituto Europeo de Diseño de Turín, donde estaban los mejores diseñadores de autos del mundo». Fue la largada.
Las vueltas de esta carrera duraron tres años. «Allí conocí a varios argentinos, cordobeses y porteños que aún son mis grandes amigos: Lucas Colombo, Pablo Zulatto, Hernán Charalandopoulos, Dan Mattanó y Arnaldo Titarelli, yo era el único rosarino. Todos nos fuimos a Europa porque en Argentina el diseño de autos no tenía desarrollo», dice el hombre que bocetaba con dibujos a mano alzada y lo sigue haciendo.
«Generalmente la idea del auto empieza en la cabeza por lo que uno vio y los gustos, luego llega el pedido de la empresa con mucha información, entonces uno debe bajar toda esa idea al cuerpo, a la mano y de allí al lápiz para dibujar a mano alzada. Así sale el diseño, del cuerpo, de la emoción y eso debe transmitir el dibujo. Yo digo que es la parte artística de nuestro trabajo, después lo trabajo en 3D», explica Juan Manuel quien está convencido que los diseños latinos de autos son más suaves y menos mecánicos que los nórdicos, incluso «más sensuales».
Tras los años en Turín la carrera siguió tres meses en Renault, cuatro meses en la firma Pininfarina y llegó el 2002 con su ingreso al diseño de interiores de Alfa Romeo. Fue convocado por el director en aquella época: Wolfang Egger.
«Uno de mis maestros, ya que tuve varios, aprendí de muchos que tenían mi edad y hoy son directores de grandes marcas», dice para luego contar que estuvo a cargo del interior del deportivo Alfa Romeo 8C Competizione, del que sólo se construyeron 500 unidades.
«Recuerdo ese momento con mucha ambigüedad, porque murió mi papá cuando fui parte del proyecto de uno de los autos elegido como el más lindo del mundo. Una mezcla de mucho dolor y alegría, por eso digo que no siempre gané las carreras», comenta Juan Manuel.
Un año después pasó al área de diseño exterior, donde trabajó en el Diva y Kamal y también en los inicios del Alfa Romeo Giulietta. Pero detuvo el diálogo con este diario en el Diva para contar una historia de un modelo, que como todas las divas, se hizo esperar.
«El Diva salió a la luz muchos años después de creado. Al modelo lo comenzó Filippo Pierini, un diseñador doce años mayor que yo y lo dejó incompleto y distinto al prototipo final cuando se fue a Lamborghini. Tomó la posta Maurer (el polaco Zbigniew Maurer), pero no había presupuesto suficiente y Maurer se peleó con el director de diseño y el trabajo se estancó por más de un año».
Fue uno de los últimos autos en construirse con el método tradicional italiano, moldeado en yeso y esculpido a mano. Y se reanudó el proyecto sin que lo supiera el área de marketing de Alfa Romeo que resistía el modelo.
En 2005, cuando Juan Manuel estaba trabajando con MiTo, el modelo que lo catapultó a la fama, le dijeron: «Andá a Suiza al atelier de Sbarro (el diseñador ítalo-suizo Franco Sbarro). Tenés pocos días para suavizar las líneas del Diva, hacerlo más sensual».
Y allí fue. «Le faltaban sólo terminaciones pero las hicimos trabajando a destajo de un lunes a un jueves: quedaron bien las luces, bien definido el tablero de instrumentos, modificamos un lateral, rehicimos el techo que tenía un corte de ventana distinto».
A pesar del esfuerzo en marzo de 2006, la Diva fue exhibida mundialmente como prototipo en el Salón de Ginebra pero no por parte de Alfa Romeo sino como parte de la escuela de Sbarro. El mismo año también se lució en la Competencia de la Elegancia de Villa del Este, de Cernobbio, a las orillas del Lago di Como. Pero fue como un hijo no reconocido por Alfa Romeo.
«Podría decir que con esta experiencia aprendí a volar entre halcones», dice Juan Manuel al referirse a un auto que estuvo como proscripto por 14 años y fue presentado finalmente en febrero de 2020 en el Museo Histórico de Alfa Romeo, en la ciudad de Arese.
Pibe de zapatillas y canalla
En la foto de su Whatssap Juan Manuel se ve dentro de un Audi con una revista argentina en la mano, posando como si fuera un modelo de una revista de moda masculina. Ante la observación se ríe.
«Esa foto me la hicieron en un Salón del Automóvil de Frankfurt, a esos eventos voy en traje pero en la vida cotidiana me visto con jean, remera y zapatillas», dice el hombre que maneja cotidianamente un Audi Etron, marido de Florencia y padre de un hijo de 4 años y uno de un año y medio; un rosarino al que tientan desde el mercado chino pero «por ahora» decide quedarse en el mercado germano.
«Fui padre a los 41 años y los chicos me cambiaron el norte. Soy un agradecido de la vida que tuve, todo fue esfuerzo y pasión volcados en lo que soñé desde que era un nene que dibujaba autitos. Los logré y superé. Pero ahora mi pasión son mis hijos, vivo la paternidad con responsabilidad y mucha alegría», asegura mientras valora a la mamá de los chicos por el apoyo de cuidarlos cuando él tiene que seguir trabajando desde su casa antes y durante la pandemia. Y en tren de rescatar a las mujeres también valora el lugar que tienen en la industria del diseño automovilístico.
«Participa mucho la mujer y eso es bienvenido. Antes sólo trabajaban en colores y materiales, hoy la tendencia cambió. Ahora diseñan interiores, exteriores, modelan en 3D, es un trabajo cada vez más repartido, quizá aún hay un sesenta por ciento de varones y cuarenta por ciento de mujeres, pero ellas van ocupando más lugares y de decisión, además tienen un feeling interesante, más amplio, que rompe con la optica del macho», sostiene Juan Manuel.
Al hablar de Argentina dice que «siempre que puede» vuelve a Rosario. Si bien pasea por Córdoba y Buenos Aires no cambia a su ciudad natal entre las demás.
«Es una ciudad que me gusta mucho, ahí tengo a mis hermanos y sobrinos, a mis amigos, es una ciudad con mucha potencialidad a la que sigo a través de los diarios todos los días, tanto como a Central. Me he quedado hasta las dos de la madrugada a ver los partidos», admite y cierra con un comentario de futbolero más que de fierrero.
«Me gusta el Kily como técnico: fue excelente jugador, jugó en equipos grandes y en la selección, tiene carácter fuerte y algo que me parece que sirve para lograr grandes sueños: no le gusta perder y eso lo transforma en pasión».
Un rosarino, desde Munich, que sigue en carrera.