Rosarina y fanática de Central: la «Peque» Podoroska escribe un cuento de hadas en París
La tenista de 23 años nació el 10 de febrero de 1997, cuatro meses después de que Gabriela Sabatini anunciara su retiro del tenis. En cuartos de final enfrentará a la ucraniana Elina Svitolina.
Nadia Podoroska, la rosarina que se adueñó de los flashes con un lugar preponderante en la agenda deportiva al instalarse este domingo entre las ocho mejores tenistas de Roland Garros, es futbolera y fanática de Central, se distiende escuchando a Fito Páez y cimentó su crecimiento con esfuerzo y sacrificio, signos típicos de una personalidad que la mantuvo firme cuando apostó a exiliarse en Alicante para tener más posibilidades de competir con las europeas.
La «Peque», diestra con revés a dos manos, con un tenis prolijo y ofensivo, había alcanzado reconocimiento cuando se colgó la medalla de oro en los Panamericanos de Lima en 2017 que la habilitaron para estar en los Juegos de Tokio 2020 a celebrarse el año próximo, pero entre ese suceso y su actuación en Bois de Boulogne transitó momentos de dudas y lesiones, aunque salió adelante por su perseverancia y una mentalidad fuerte para competir.
Nacida el 10 de febrero de 1997, cuatro meses después de que Gabriela Sabatini anunciara desde Nueva York su retiro del tenis, y con un apellido extraño heredado de sus abuelos ucranianos, Nadia creció en una familia de clase media en el barrio rosarino de Fisherton.
Hija de farmacéuticos, Marcelo e Irene, comenzó su carrera en el Club Atlético Fisherton, el mismo de la rosarina más famosa del deporte argentino: Luciana «Lucha» Aymar, la mejor jugadora de hockey sobre césped de la historia, símbolo de Las Leonas.
Conocida en Rosario como «La Rusa», tuvo como primer entrenador a los cinco años a Celso Fernández, quien quedó impresionado por sus condiciones innatas, y luego fue Carlos Rampallo el que completó su crecimiento.
Podoroska ingresó al ranking profesional cuando apenas tenía 14 años y nueve meses, siendo la segunda argentina más joven en lograrlo después de su admirada Sabatini (14 años y cinco meses).
En 2016 se instaló entre las mejores 230 tenistas del mundo, superó la clasificación del US Open y jugó, por primera vez, el cuadro principal de un Grand Slam, lo que le permitió finalizar la temporada en el puesto 191 y con gran ilusión.
Sin embargo llegaron las lesiones que detuvieron su crecimiento aunque forjaron su personalidad. Primero fue la mano derecha, luego la espalda y por último la cadera, eso le causó secuelas anímicas y llegó a sentirse asfixiada, por eso consultó a diversos médicos para salir adelante de ese momento y poder sobrellevar la situación.
La rosarina no claudicó y salió adelante inspirada en Sabatini, la mejor tenista argentina de la historia, y también fascinada por el serbio Novak Djokovic «por su fortaleza mental», así tomó una decisión trascendente en su carrera cuando en 2018 decidió mudarse a España e instalarse en Alicante para estar cerca de los torneos de Europa.
Esa decisión le demandó un esfuerzo enorme, Nadia había llegado a dormir en aeropuertos y tuvo que vivir de prestado durante mucho tiempo, ya sea en departamento de amigos, colegas o entrenadores, pero instalarse en Alicante le permitió consolidar una base de operaciones sólida.
«Las mayores diferencias con las europeas o las estadounidenses no son en talento, sino las oportunidades. Jugar cerca de nuestras casas, de nuestra ciudad, sería algo muy bueno, es mucho el esfuerzo que hacemos las latinas para insertarnos en el circuito», declaró la «Peque» en ese momento.
En 2020 la rosarina sacó a relucir su mejor versión, con un cuerpo técnico sólido integrado por Juan Pablo Guzmán y Emiliano Redondi, así conquistó los torneos ITF de Malibú, Petir Boug y Saint Maló, títulos que le dieron la confianza necesaria para lo que sobrevino después y explotó en París.
En Roland Garros, ganó tres partidos de la clasificación, y cuatro en el cuadro principal, con victorias sobre la belga Greet Minnen, la kazaja Yulia Putintseva, la eslovaca Anna Karolina Shmiedova y la checa Barbora Krejcikvova, que le reportarán pasar del puesto 131 al 69 del ranking de la WTA, en un ascenso meteórico.
Esta memorable actuación en París, que aún no terminó puesto que tendrá otro capítulo ante la ucraniana Elina Svitolina, representan no solo un salto para Podoroska sino una bocanada de aire fresco para tenis femenino argentino, que vuelve a tener presencia en un gran escenario después de 16 años, desde la pergaminense Paola Suárez en la edición 2004 de Wimbledon.