¿Una luz al final de la crisis del dólar?: las claves por las que Alberto ahora se ilusiona con un crecimiento de la economía
Los funcionarios que rodean a Martín Guzmán no lo dirán en público, al menos por ahora. Pero el último dato del Indec, dando cuenta de la lenta aunque persistente recuperación de la actividad económica, llevó entusiasmo al equipo.
Creen que, de cara al verano, la recuperación podría ser más visible. La clave para entender la posible dinámica positiva radica en lo que ya han tomado nota los principales mercados internacionales: la seguridad de contar con una vacuna para los próximos meses.
«El mundo financiero ya opera bajo el supuesto del final de la pandemia para el corto plazo. Que podamos evitar la segunda ola del Covid será lo más relevante que nos vaya a pasar frente a lo que viene», argumenta, auspiciosa, una fuente inobjetable del equipo económico.
La confirmación de la llegada de la vacuna puede convertirse en la noticia que quiebre la tendencia negativa de la actividad económica, creen en Economía.
El hecho de que la actividad económica se encuentre «apenas» 7% por debajo de la pre pandemia potenció las expectativas. Según el Indec, todavía hay varios sectores que se encuentran prácticamente frenados: «Hoteles y Restaurantes» está nada menos que 59,5% atrás del año pasado. Otro ejemplo: La «Construcción» se ubica 28% debajo de septiembre de 2019; y «Transporte» se encuentra 19% por debajo.
En la mirada de los funcionarios, esto significa que con la reapertura (aunque sea parcial) de esas actividades, la economía debería acelerar su recuperación. En el equipo económico esperan que tanto octubre, pero sobre todo noviembre, ya muestre números más cercanos a la recuperación total. Básicamente porque esos rubros que estaban totalmente clausurados hasta hace poco, ya se fueron reabriendo.
Y lo harán seguramente con más decisión ya para el año que viene si -como se aguarda- llega la vacuna y se relajan las restricciones impuestas por la pandemia.
La mira en el frente cambiario
En el equipo económico admiten que aún se mantienen las dudas sobre el mercado cambiario. De hecho, acaba de reconocerlo Sergio Chodos, representante de la Argentina ante el FMI: «La brecha cambiaria preocupa al Fondo Monetario», dijo el funcionario.
«La tendencia de la brecha es algo que siempre está en su horizonte de atención. La brecha subiendo los preocupa«, sostuvo. «Nunca escuché decir que había que cerrar la brecha devaluando. Hay un trabajo del Banco Central que marca que no hay un atraso real. No parece ser una solución a nada una devaluación». completó, en declaraciones radiales.
Si, en efecto, el Gobierno logra evitar un salto disruptivo del tipo de cambio, las chances de una recuperación más potente que la vista hasta ahora resultan posibles.
Que quede claro: junto con la aparición de la vacuna, en el horizonte aparece un escenario bastante favorable a las chances de la Argentina. Concretamente, el escenario económico internacional.
Para el año que viene, ya sin la pandemia o con la pandemia limitada, se espera que la economía mundial tenga una recuperación notable. Inclusive de los socios principales de la Argentina, como Brasil. La tasa de interés internacional continuará en el 0%. Con los commodities en valores más que aceptables, algo que ya se percibe con la soja a u$s440 por tonelada.
¿Será Argentina la oveja negra? ¿Hay chances? ¿Alguna vez sucedió que la economía del país fuera a contramano del resto, cuando la tendencia positiva luce tan clarita? Existen varios ejemplos de lo contrario: del choque local cuando Estados Unidos elevó la tasa de interés por arribas del 10% anual durante la década del ´80. O cuando la Argentina no pudo evitar el colapso de la convertibilidad luego de las devaluaciones sucesivas en los tigres y tigrecitos asiáticos, Rusia y Brasil en los años ´90.
La liberación de las cadenas de la pandemia de los sectores de la economía que aún están infartados por los cierres sería, entonces, un paso vital para que se consolide la recuperación.
Paradójicamente, hay un dato a favor de que esa tendencia continúe: el hecho de que no sea necesaria una dosis de nuevas inversiones para asegurar la mejora. En la actualidad, la industria opera al 60% de sus posibilidades; hay un trecho muy importante para que su actividad se levante sin necesidad de que eso dependa de nuevas inyecciones de dinero.
El as bajo la manga
Hay dos cuestiones que definirán ese camino, ya instalados en 2021. Un hecho a favor de la reactivación. Y uno que aún debe resolverse.
A favor: que el Gobierno tiene cierto margen para jugar a favor de la mejora. Uno, a través del refuerzo de los incentivos al consumo, como el «Ahora 12» y el «Ahora 18» que, de hecho, están vigentes pero con beneficios que terminarán a fin de año.
Pero, sobre todo, existe espacio para lanzar obras públicas, que se han detenido este año a causa del coronavirus. El Estado como impulsor de esos proyectos juegan a favor de un ciclo económico positivo, aunque está claro que en medio de un acuerdo fiscal con el Fndo Monetario, los recursos para tal fin serán limitados.
En duda: se sabe, la suerte en el frente cambiario será determinante para el corto y mediano plazo.
Una devaluación echaría por tierra la posibilidad de una recuperación rápida. Lo demuestran las experiencias recientes (2016-2018-2019). ¿Podría el Gobierno evitar el salto abrupto del tipo de cambio?
Está claro que la Casa Rosada está jugada a que no haya devaluación disruptiva, pero para lograr ese camino será necesario que el Banco Central deje de perder reservas.
Algunos funcionarios adhieren a la teoría de que la salida de la pandemia servirá para quitarle presión al mercado cambiario.
¿Cómo funcionaría esa lógica? La clave se encuentra el el «exceso» de ahorro de los argentinos.
Durante la pandemia, la población gastó menos dinero y pudo ahorrar más. Básicamente porque no disponía de lugares donde gastar.
Cuando las economías se van abriendo sucede lo contrario: las familias vuelven a consumir. Y ahorran menos. La hipótesis radica en que ese menor nivel de ahorro se traducirá en una menor demanda de dólares por parte de los ahorristas. Y si hay menor demanda, la ola compradora podría desinflar las expectativas devaluacionistas en medio de la caída de las reservas del Banco Central.
Algo de eso ya ocurrió en Europa: los niveles de ahorro en ese continente alcanzó nada menos que al 10% del PIB durante estos meses.
No existen datos acerca del «sobre ahorro» de estos meses en la Argentina, pero lo que sí se sabe es que los argentinos que ahorran van en busca de dólares y ladrillos. Y los chacareros guardan la soja en los silobolsas, una decisión que limita las compras de divisas por parte del BCRA.
Si el diagnóstico es el acertado -si hay un desahorro– y esa dinámica ayuda, por un lado a la recuperación de la actividad -en medio de las reaperturas de los rubros clausurados- y, en simultáneo, se da una especie de efecto distracción sobre el mercado cambiario, entonces, sí, sería legítimo que el Gobierno se entusiasme con una recuperación más consistente.
Sólo el paso del tiempo -de acá a algunas semanas- quedará más claro este escenario sobre el cual se monta el equipo económico para pensar en un 2021 mejor -sensiblemente mejor- que este 2020 que busca bocanadas de oxígeno para llegar a su fin sin más explosiones.