Los jóvenes de barrios populares lideran las víctimas de asesinatos en Rosario
Las estadísticas del Observatoriode Seguridad Pública muestran que de las 137 víctimas de asesinatos ocurridos en 2022, el 20% corresponde a jóvenes de entre 15 y 19 años, cuyas muertes «no generan demasiados efectos» y «no son investigadas», dijo la doctora en Antropología y docente de la Cátedra de Criminología de la Facultad de Derecho de Rosario, Eugenia Cozzi.
El 20% de los 137 asesinatos cometidos en el primer semestre del año, en la ciudad santafesina de Rosario, tuvo como víctimas a jóvenes de entre 15 y 19 años, la franja etaria que aporta más «matables» al fenómeno de la violencia letal y cuyas muertes «no generan demasiados efectos» y «no son investigadas», dijo la doctora en Antropología y docente de la Cátedra de Criminología de la Facultad de Derecho de Rosario, Eugenia Cozzi.
De los 131 asesinatos registrados hasta el 19 de junio –fecha de cierre del último informe del Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe, luego de la cual se produjeron otros seis-, 25 tuvieron como víctimas a jóvenes de entre 15 y 19 años, equivalente al 20% del total.
Otras 18 víctimas (el 14%) tenían entre 20 y 24 años cuando fueron asesinadas y 23 eran jóvenes de entre 25 y 29 años (17%).
Es decir que casi el 60% de las muertes ocurridas en el primer semestre del año en el Departamento Rosario abarca la franja etaria que va de los 15 a los 29.
El 77% de los 131 homicidios tuvieron como víctimas a varones que, en su mayor parte, residen en barrios populares y revisten la condición de «matables», que Cozzi describe en sus trabajos académicos sobre el tema.
«Estos jóvenes son construidos socialmente como desechables, como ‘matables’, y sus muertes no generan demasiados efectos, no son investigadas ni sancionadas adecuadamente«, señaló Cozzi en diálogo con Télam.
Para la doctora en Antropóloga por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), “hay un proceso social muy complejo que convierte a estos jóvenes como ‘matables’ y a la vez estos jóvenes comparten ese mismo criterio de victimización”.
Cozzi, que además de la producción teórica realizó trabajos de campos entre 2008 y 2015 en barrios populares de Rosario, sostuvo que “ciertas explicaciones que se han dado sobre las violencias inciden en el tipo de intervenciones que se han intentado dar y también inciden en la configuración del fenómeno”.
De ese modo, la idea de “una guerra narco” como explicación dominante del fenómeno de las violencias “refuerza siempre salidas punitivas”, cuyos resultados quedan en evidencia en las propias estadísticas criminales.
Uno de los aportes de sus trabajos consiste en centrar la mirada no en la “explicación hegemónica” sobre el fenómeno, sino en “los usos y sentidos que los jóvenes dan a ese despliegue de violencia, más allá de las explicaciones externas que dan otros actores como los medios de comunicación, las autoridades judiciales o políticas”.
Desde esa perspectiva, dijo que “ahí lo que aparece es que esa violencia horizontal contra otro joven construido como ‘matable’, hay una cuestión que tiene que ver con la posibilidad de construir cierto prestigio, cierto honor, construir autoridad o poder, con los materiales socialmente disponibles” entre los jóvenes de barrios populares.
Cozzi aseguró que en los procesos de construcción de identidad “hay muchos otros materiales disponibles, porque en los barrios populares de la ciudad hay diferentes formas de producir autoridad o poder, hay organizaciones sociales, religiosas”.
Sostuvo que “un número menor (de jóvenes) se involucra más activamente en estos circuitos, en relación a grupos que buscan formas de construir identidad y prestigios por otros canales”, aunque son menos visibles a la mirada dominante sobre el tema.
La doctora en Antropología aclaró que cuando se refiere a «que el narcotráfico no lo explica todo», lo dice «en relación al narcotráfico como categoría que está anexada a un montón de imágenes”, como la idea de «ese narco ogro, poderosos que disputa territorio con el Estado”.
«Eso no quiere decir –abundó- que la expansión de determinados mercados ilegales (como el de la cocaína) no acelere determinados conflictos, que son cosas distintas», indicó.
Pero “no lo explica únicamente, porque la violencia que se da en esos mercados ilegales no es puramente instrumental, también hay dispuestas de honor, de lealtades«, señaló.
En sus trabajos de campo, dijo, al ser consultados sobre el fenómeno que en parte protagonizan, los entrevistados afirman que «acá no hay una guerra narco, ‘los pibes se quieren hacer ver’».
«Estaba ese despliegue de violencia como una forma de construir cierto prestigio, o construirse un nombre, ser nombrados”, señaló Cozzi, para quien el uso de la violencia para “adquirir cierta fama y que aparezcas en los diarios, puede generar efectos positivos en los pares, pero también negativos en las familias o en otros ámbitos».
Así, «la idea de que ‘lo que sucede en Rosario es una guerra narco’, tiene como otro de los efectos negativos, además de no poder analizar la complejidad, que lo que hace es ensayar respuestas punitivas» de las agencias estatales que, como lo prueban las mismas estadísticas sobre violencia altamente lesiva, no han arrojado los resultados propuestos.