Se cumplen 25 años de la muerte de Tania, una leyenda del tango
Veinticinco años se cumplen este sábado de la muerte de la actriz y cantante Tania, una leyenda del tango y a lo largo de su vida grabó más de 100 piezas, entre las que se cuentan «Confesión» y «Uno», emblemáticas composiciones de Enrique Santos Discépolo, su compañero de vida.
Ana Luciana Divis -su verdadero nombre- nació en la ciudad española de Toledo, el 13 de octubre de 1900 y llegó a la Argentina en 1924, tierra a la que arribó con la Troupe Ibérica, contratada por el Teatro Casino, y en la que decidió quedarse.
Se instaló en Buenos Aires junto a su esposo, el bailarín Antonio Fernández Rodríguez, y dejó a su hija Ana -quien siguió sus pasos con el nombre artístico de Choly Mur y murió en un trágico accidente a los 27 años- al cuidado de la familia en su tierra natal.
Tania dio sus primeros pasos como una cupletista y años más tarde se convirtió en una de las voces más destacadas de la música porteña.
Fue la musa de Discépolo, a quien le dio tantas alegrías como los sinsabores que aparecen en sus obras. Juntos protagonizaron una de las historias románticas más recordadas de esa época. Terminaron casados pero hubo muchos desencuentros en el medio.
«Si inevitablemente se me asocia al recuerdo de Discépolo, trato de que la nostalgia no invada esos momentos. Prefiero sentirlo como una presencia, como una compañía eterna que aún está a mi lado. Será porque nos amamos, y el amor transforma todo. Por él me metí en el corazón de Buenos Aires, con el tango como excusa y telón de fondo», expresó la cantante en una entrevista.
Carismática y dueña de un espíritu libre, Tania se instaló en Buenos Aires y empezó a cantar. Integró varias orquestas, como la de Roberto Firpo y Osvaldo Fresedo, entre otras, y hasta fue parte del elenco estable de un cabaret. Estuvo ligada a grandes del tango como Héctor Stamponi, Mercedes Simone, Azucena Maizani y Mariano Mores, entre otros.
Su carrera había comenzado antes: cuando tenía 12 años estudió canto y baile; y a los 18 ya tenía su compañía de varieté, con la que recorrió las ciudades de Barcelona, Alicante y Madrid.
En ese tiempo era conocida como «la Lucianito» y su nombre artístico se fue modificando a Tania Visdi, luego Tania Mexican y finalmente Tania, cuando ya residía en Buenos Aires y el destino la había encontrado con «Discépolín», como lo llamaban en ese entonces.
El tango llegó a su vida cuando estaba de gira por Brasil, el guitarrista Mario Pardo la motivó a debutar en la música ciudadana con «Fumando espero». Fue tal el éxito que tuvo con ese tango que volvió a Buenos Aires para actuar en el Chantecler.
Conoció a quien fue su gran amor cuando cantaba en el Follies Bergère porteño «Esta noche me emborracho», con la orquesta de Roberto Firpo. El compositor, Discépolo, fue a escucharla y quedó sorprendido con la interpretación de la cantante española.
Los presentó el guitarrista José Razzano, el compañero de Carlos Gardel: ella recordaba que el compositor «era diferente de los ricachones que poblaban las noches de champán y caviar de los cabarets».
En su departamento céntrico, de Córdoba y Callao, donde recibían a Aníbal Troilo, Osvaldo Miranda, Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Pepe Arias y Francisco Canaro, Discépolo creó composiciones como «Yira Yira», «Cambalache», «Uno» y «Alma de bandoneón».
«Escribía las letras de sus tangos una y otra vez. Se paseaba por la habitación y me las leía, después casi siempre las destruía – recordó la cantante-. Los únicos tangos que escribió rápidamente fueron ‘Cafetín de Buenos Aires’ y ‘Uno’, en tres o cuatro meses. Para él eso era una velocidad increíble.»
Si bien tenían un vínculo pasional, ya que ella no quería tener un compromiso formal y él estaba totalmente enamorado, cuenta la leyenda que cuando Tania se enteró de que Discépolo estaba iniciando una historia sentimental en México, lo fue a buscar y logró que regresara a la Argentina. dejando a una mujer y a un hijo que nunca reconoció.
Además de cantante, Tania fue comediante, se desempeñó tanto en cine como en teatro. Filmó tres películas: «El pobre Pérez» (Luis César Amadori, 1937), «Cuatro corazones» (1939) y «Caprichosa y millonaria» (1940), ambas realizadas por Discépolo.
Él siempre la incluyó en sus temporadas teatrales. Así interpretó «La perrichona» y «Mis canciones» en 1932, en 1933 actuó en «Wunder Bar» y en 1935 en «Winter garden», entre otras piezas.
El 23 de diciembre de 1951 murió Discépolo, hombre que la acercó por primera vez a los problemas sociales. Creador del personaje «Mordisquito», epígrafe de una clase social regida por las apariencias. Su vinculación con el peronismo -que Tania compartía- también le trajo problemas con ciertos artistas e intelectuales de entonces, que lo sometieron a toda clase de humillaciones que terminaron por matarlo de tristeza a los 50 años.
La muerte de Enrique y la caída del gobierno peronista fueron golpes tremendos. Las giras por Europa y Latinoamérica la mantuvieron lejos del país hasta 1959, cuando inauguró un local al que llamó Cambalache, que fue el origen de muchos otros.
A partir de 1983 realizó cinco temporadas en el Teatro de la Ribera, mientras actuaba en «Botica de tango» por Canal 11. Fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y Personalidad Emérita de la Cultura Argentina. En 1998, en su cumpleaños, se le tributó un homenaje en la sede de la Asociación de Periodistas de Radio y Televisión (Aptra), donde actuó en un sketch. Unos meses antes había sido una de las protagonistas de un homenaje a Aníbal Troilo, cuando junto a Fito Páez cantó «Uno» y «Cambalache».
Tania falleció el 17 de febrero de 1999 a los 98 años, en el mismo departamento en el que compartió la vida con Discépolo, junto a quien se convirtió en una de las grandes leyendas de la música popular argentina.
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