Una historia difícil de abordar, entre silencio y abandono

Nicolás Rochi
Desde hace más de dos décadas, W.N.L., un joven con discapacidad mental y sin red familiar, vive en situación de calle. Su caso es seguido desde hace años por el Grupo de Voluntarias en Prevención del Suicidio, que ha realizado múltiples gestiones ante organismos provinciales y judiciales, reclamando una respuesta que nunca termina de llegar.
La coordinadora del grupo, Laura Pérez, presentó una denuncia policial el 14 de octubre, en la que dejó constancia de que el joven “se encuentra nuevamente en la calle (se lo puede ver en inmediaciones de la iglesia o el Banco Bersa —N. de R.), sin seguimiento, sin tutor, sin pensión ni atención médica”, pese a existir una orden judicial que ordena su asistencia. En el texto, Pérez advierte que la falta de cumplimiento “coloca al ciudadano en un estado de abandono incompatible con el derecho a la vida y la salud”.
Según consta en documentos presentados ante el Ministerio de Salud de Entre Ríos, el grupo había solicitado meses atrás una intervención integral: atención psiquiátrica, alimentación, tratamiento y gestión de una pensión por discapacidad. “Hace meses que golpeamos puertas. Nadie responde. Tenemos miedo de que termine en una tragedia evitable”, expresó Pérez ante Paralelo 32 y compartió la documentación que elevó con asesoramiento legal.
El joven fue alojado en distintas oportunidades por gestiones solidarias y derivaciones de Desarrollo Social, pero sin continuidad ni seguimiento médico. En abril, una resolución judicial dispuso medidas de protección, sin que hasta la fecha se hayan concretado. También se le consiguió dónde dormir, pudo saber este medio, pero nada de esto lo sacó de esta trama de invisibilidad y silencio.
En una ciudad pequeña como Victoria, donde las redes comunitarias suelen suplir las falencias institucionales, este caso vuelve a poner en evidencia un problema estructural: la dificultad del Estado para sostener políticas de acompañamiento a personas en extrema vulnerabilidad y con padecimientos mentales. Al parecer, mientras tanto, W.N.L. sigue durmiendo dentro de un auto en el radio céntrico. No molesta a nadie, pero tampoco logra salir del círculo de exclusión que lo rodea.“Esto no es solo por él —afirma Pérez—. Es por todos los que están igual, invisibles, esperando que alguien los vea antes de que sea tarde.”


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