Victoria: dos trabajadoras fallecieron como consecuencia de un voraz incendio en un local gastronómico
Los Bomberos Voluntarios acudieron rápido al incendio en el local gastronómico. Lamentablemente, dos mujeres perdieron la vida en ese siniestro.
La ciudad de Victoria se fue a dormir anoche con el olor acre del humo todavía suspendido en el aire. Pasadas las 22:30, cuando el ritmo urbano suele aquietarse y las luces de las cocinas marcan el pulso final de la jornada laboral, un incendio convirtió a la esquina de calles Camoirano y Matheu en el escenario de una tragedia que ya no podrá desandarse.
Allí funcionaba la rotisería “Costa Rica”, un espacio de trabajo donde dos jóvenes mujeres, Natalia García y Agustina Cabrera, cumplían el último tramo de su turno. No estaban en una vivienda familiar, aunque así se creyó en un primer momento. Estaban en una cocina, entre hornallas, aceite caliente y rutinas repetidas, esas que rara vez hacen ruido hasta que algo falla de manera irreversible.
El alerta llegó al cuartel de Bomberos Voluntarios de Victoria como tantos otros: un incendio en una casa. Pero al arribar, los efectivos se encontraron con un fuego generalizado, voraz, que ya había ganado casi toda la estructura. “El control fue inmediato”, explicó luego el jefe del Cuerpo, Fabián Daydé, aunque esa rapidez no alcanzó para torcer el destino. Las llamas cedieron, pero la tragedia ya estaba escrita.
Después vino el trabajo silencioso: sofocar focos secundarios, terciarios, enfriar paredes, remover restos que aún podían reavivar el incendio. Es la parte menos visible del combate contra el fuego, la que ocurre cuando ya no hay aplausos ni sirenas, solo cenizas, olor a plástico quemado y una certeza devastadora: dos vidas se habían perdido en el cumplimiento de su trabajo.
Natalia y Agustina murieron allí, en un espacio que debía ser seguro, en un ámbito laboral que -como tantos otros en el rubro gastronómico- muchas veces funciona en condiciones que luego de atravesar tragedias invitan a preguntarse ¿si estaban dadas todas las condiciones para que ese lugar operara sin riesgos?
Victoria, como tantas ciudades, conoce bien la cercanía entre la vida cotidiana y la tragedia. Todo ocurre a pocas cuadras de distancia: el cuartel de Bomberos, el hospital, la casa de quienes esa noche esperaban un regreso que nunca llegó. La noticia se expandió rápido, con la velocidad amarga de lo irreparable, y dejó a la comunidad en un silencio espeso, difícil de nombrar.
El incendio ya es materia de pericias. Se investigarán causas, instalaciones, responsabilidades. Se redactarán informes técnicos y expedientes. Pero ninguna reconstrucción podrá devolver lo que se perdió. Dos trabajadoras jóvenes, dos historias truncas, dos nombres que desde anoche quedaron grabados en la memoria colectiva de la ciudad.
Las tragedias no siempre llegan con estruendo; a veces se gestan en la rutina, en la confianza de que “nunca pasa nada”. Por eso, cuando el fuego se apaga, queda otra tarea pendiente, más incómoda y más profunda: revisar en qué condiciones se desarrolla la tarea laboral, cómo se controlan, cómo se cuidan a quienes sostienen, turno tras turno, la economía invisible de cada ciudad.
Victoria amaneció hoy con las cenizas frías y una herida abierta. Recordar a Natalia García y Agustina Cabrera no es solo un acto de duelo; es también una obligación moral. Porque la memoria, cuando es honesta, debe servir para que ninguna otra jornada laboral termine envuelta en humo y silencio. Y mucho menos en estos tiempos de tanta precariedad.


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