Se han producido contagios en Milán y Turín. El consejo de ministros se reúne de urgencia. En Codogno, uno de los 11 municipios aislados, pocos se atreven a romper la semicuarentena: “¿Miedo? Por supuesto. No tenemos mascarillas ni información real de lo que está pasando”
Codogno Coronavirus
Varios vecinos acuden a la farmacia de Codogno, Italia. MATTEO CORNER

Italia descubrió el sábado por la mañana, agolpada en el mostrador de la farmacia para agotar las existencias de mascarillas y desinfectantes, que la idea de modernidad y seguridad puede ser tan relativa como los primeros síntomas de un resfriado. Lombardía, la región más próspera del país, una de las fortalezas económicas de Europa, fue la primera en sucumbir a la epidemia del coronavirus de Wuhan. Pronto el problema se extendió a la vecina Véneto, donde murió una segunda persona y los 11 positivos detectados elevaron el cómputo global a 59 (a última hora de la tarde se confirmó el primer caso en Piamonte, la tercera región, y en la ciudad de Milán). Italia es ya el país donde más se ha extendido el coronavirus, que causa la enfermedad Covid-19, en Europa. También el que más medidas de seguridad se ha visto obligado a tomar. Una situación que ha empujado al país a un estado de alerta máxima y a convocar un consejo de ministros extraordinario para diseñar el guion de las próximas semanas. El Gobierno asegura que tiene un plan y que hará todo lo que sea necesario, pero la zona cero de la epidemia y el análisis del foco del contagio plantean todavía algunas dudas.

Codogno, un pequeño pueblo de 15.900 habitantes es el epicentro del proceso de contagio que ha obligado a aislar 10 municipios de la provincia de Lodi que suman un total de 50.000 habitantes. El sábado por la mañana sus calles estaban desiertas, los comercios cerrados y muchas de las casas, con las persianas echadas. Todos los encuentros deportivos regionales fueron anulados, incluidos los de la segunda división italiana disputados en la zona, y no hay un horizonte claro para volver a la normalidad. El lunes nadie acudirá a sus puestos de trabajo y ningún alumno se sentará en un pupitre de las escuelas, cerradas a cal y canto. La subsistencia hasta nuevo aviso, en teoría, será un asunto doméstico. Giovanni, vecino de la localidad de 52 años, mascarilla y cuello del anorak levantado, aprieta el paso para llegar a casa de su madre. “¿Miedo? Por supuesto. No tenemos ni mascarillas y no nos han dado información real de lo que está pasando. Yo me he enterado de gran parte de lo que sucedía por los medios”, protesta señalando hacia el hospital, donde está ingresado el primer paciente contagiado en Italia.

El centro sanitario fue desalojado de una gran parte de pacientes y personal después de que dos médicos se contagiasen y una vecina de la localidad de Casalpusterlengo (el pueblo limítrofe con Codogno) contrajese también el virus y falleciese este sábado. En la puerta, un cartel advierte de la clausura de las urgencias y prohíbe el paso al visitante. Un inquietante escenario del que el Gobierno todavía no logrado señalar el origen -el presunto paciente cero, un hombre que regresó de China el 21 de enero y había cenado con el primer contagiado, ha dado negativo en los test- que contrastaba con la normalidad con la que algunos vecinos paseaban al perro o salían a comprar víveres a localidades vecinas como Piacenza, a solo 19 kilómetros, donde no existe ningún tipo de restricción y la vida transcurre con normalidad. «¿La verdad? A mí todo esto me parece una exageración», opina Francesca, 83 años, mientras resuenan en medio del silencio del pueblo los golpes de la azada con la que arregla el jardín de su casa.

Francesco Passerini, alcalde de Codogno, explica a EL PAÍS que se ha hecho todo lo posible para que los vecinos tuvieran información, pero entiende la preocupación de muchos de ellos y las dudas surgidas el primer día. Además, confirma que la semicuarentena y la baja laboral de todos los residentes en los 10 pueblos aislados es indefinida. “No deben salir de esta zona. Ni siquiera para ir a hacer la compra a localidades vecinas [como algunos admiten que han hecho]. Aquí tendrán siempre productos de primera necesidad”, recuerda.

Las autoridades llaman a mantener la calma y han puesto en marcha un gabinete de crisis en Roma, en la sede de Protección Civil, que mantiene contacto permanente con Lombardía, uno de los focos con mayor número de casos. Además, se ha aislado también Vo’ Euganeo, en la provincia de Padua, de unos 4.000 habitantes. La región de Friuli Venecia Giulia, fronteriza con la afectada Véneto, decretó este sábado el estado de emergencia y el primer ministro, Giuseppe Conte, adelantó que el Gobierno, que se reunió en un consejo de ministros extraordinario, está estudiando poner en marcha nuevas «medidas» para hacer frente a la emergencia. Una situación que, al final del día, parecía lejos de estar terminando y para la que el propio presidente de la República, Sergio Mattarella, reclamó unidad y colaboración máxima con los servicios médicos.

La psicosis, más allá de la percepción de cada uno, se extendió el sábado por toda Italia. Las mascarillas y los desinfectantes comenzaron a agotarse en Roma desde la víspera. El miedo, especialmente tras la vertiginosa ola de contagios, prendió mucho más deprisa de lo que viaja la alta velocidad que une Lombardía con el resto del país. El servicio ferroviario, de hecho, fue interrumpido en varias ocasiones al saltar la alarma entre los pasajeros de que alguno de ellos presentaba síntomas de la enfermedad. En uno de los convoyes, de hecho, un llamó a emergencias advirtiendo de que conocía a alguien de la localidad de Codogno y que podía haber contraído la enfermedad. En otro, una mujer denunció que estaba sentada cerca de un pasajero de origen chino con posibles síntomas. No fue nada, solo una falsa alarma. Pero el miedo comienza a ser también un potente caballo sobre el que cabalgar políticamente para algunos como Matteo Salvini, que el sábado cargó contra el Gobierno por su supuesta incapacidad para gestionar la crisis.

EL PAIS