Araceli González y Facundo Arana se aprestan a estrenar «Los puentes de Madison»
Los actores se pondrán en la piel de Francesca Johnson y Robert Kincaid en la versión teatral de de la película de Robert James Waller, que tuvo su emblemática versión cinematográfica hace 22 años interpretada por Clint Eastwood y Meryl Streep.
El desafío, que se verá a partir del jueves 13 de abril en una de las sala del Paseo La Plaza, Corrientes 1660, tiene producción de Javier Faroni, dirección de Luis “Indio” Romero y a Lucrecia Gelardi, Alejandro Rattoni y Matías Scarvaci en el elenco de apoyo.
“No es la primera vez que me toca hacer una obra de teatro que antes fue una película», destacó Araceli en referencia a “Cuando Harry conoció a Sally” y a “Closer”, durante un diálogo con Télam en un coqueto hotel céntrico.
«Durante el primer mes de ensayo decidí no ver la película, que ya conocía, y me entregué al ‘Indio’ Romero, que es nuestro director e hizo una adaptación sobre la novela original”, agregó.
«Entonces hay detalles que quizás no se vieron en la película, ya que el teatro tiene otro lenguaje. La gente tiene otra mirada, que es fortísima, y yo me dije: me entrego de la manera más honesta en manos del director y estoy trabajando como una obrera en ponerle un buen tono, en entrar en distintas zonas, en blanquear que esto me asusta, que me cuesta llegar», añadió.
¿A cuánto de su propia vida puede apelar un intérprete?
Araceli González: -Hay zonas que uno transita y que ya la viste en la vida; en una madre, en una hija, en una abuela. Yo tengo mujeres muy fuertes en mi familia que nos hicieron muy guerreras a todas, desde el amor, desde la entrega, desde todo lo que implica estar vivo; y Francesca, mi personaje, tiene toda esa intensidad y me lleva a zonas en las que me tengo que abrir mucho y eso cuesta.
¿Es como ir a terapia y revisar lo propio?
AG: Hacía cinco años que no iba a terapia y el otro día volví para hablar un poco, porque a mí me costaba llegar hasta que un día después de eso hicimos un ensayo de mesa y creo que fue el mejor de mi vida.
¿Y el fotógrafo, Robert Kincaid, cómo es?
Facundo Arana: -De acuerdo a lo que es el trabajo no quiero agregar nada a lo que dice Ara porque a mí me pasó lo mismo y me gusta mucho cuando veo, en una entrevista televisiva, que a mi compañera se le pegó por momentos la forma de hablar de Francesca, porque digo: esto es búsqueda constante. Porque hay gente que cuando escucha hablar distinto se pregunta “¿Qué le pasa? ¿Qué onda?”
Estamos en esa, yo estoy contento y voy a ensayar contento y estoy pensando todo el tiempo qué más darle a Robert, que es un tipo que ha viajado mucho y yo tengo la suerte de haber viajado mucho, vio muchas cosas que fotografió y yo hice lo mismo, tengo de dónde tomarme: conozco fotógrafos de la National Geographic con los que escalé hace muy poco tiempo, con los que hice cumbre y convivi en total dos meses. Y los veo, ya sé cómo son y cómo piensan.
Volviendo al personaje de Robert, éste es un poeta fotógrafo, que ha hecho de su fotografía una poesía, es un fotorreportero de una revista importantísima que tiene que sacar de alguna manera; es una delicia lo que hace y también hace cosas que no muestra.
Escribe poesía y saca fotos que la National no le va a publicaría pero que le son propias, y eso lo convierte en un poeta que se encuentra en ese ámbito y en una situación inesperada con esa mujer a la que recién conoce.
¿Cómo usás eso en escena?
FA: -Todo eso que yo ya “manyaba” lo dejo al costado y me siento con el Indio, limpios, y lo que va saliendo es maravilloso: a mí me cuesta mirarme al espejo y reconocerme en lo que él está haciendo en mí, pero sí lo puedo ver claramente en mi compañera, que dice que tampoco lo ve en sí misma.
Araceli, describí a esa ama de casa de los años 60, en apariencia tan distante de la mujer actual.
AG: -Francesca es una mujer que creció en Italia durante la Segunda Guerra, que era soñadora y le gustaba leer poesía e historia, algo que no todas las mujeres como ella hacían, y se encuentra con el norteamericano Richard, que la lleva a Iowa, lo que en ese momento era la mejor opción para ella, un marido que ella respeta, que quiere, y pensaba que eso era el amor.
Hasta que llega Kincaid y ella empieza a llegar a un lugar inesperado en su interior; porque hay gente que nunca se enamora.
Hay un parlamento muy precioso, cuando él empieza a describir lo que están viviendo ella dice “¡Estamos enamorados!”, como diciendo “esto es el amor”.
Y ahí entra en conflicto con ella misma por el respeto a su familia, a sus hijos, a los valores, a los preceptos, a los mandatos… pero hay algo a lo que es más fiel: el amor que siente por él, Francesca sufre y muere por amor.
¿Qué clase de intérpretes son ustedes? ¿Sumisos, propositivos, peleadores?
AG: -El Indio es mucho lo que da y hay poco para decirle.
FA: -Te puede preguntar “¿Qué te parece esto?” “¿Por qué el personaje dice esto?” De hecho puede pasar que uno diga “Por tal cosa” y él contesta “Ah, a mí me había parecido que era de otro modo pero eso me encanta”. Lo que sabemos, lo que es precioso, es que nos hemos puesto junto con nuestros compañeros y le dijimos “Dale, movenos donde quieras, decinos qué hacer, cómo llegar”.
AG: -Lo que lo caracteriza es la sutileza y esa sutileza asusta al actor, de algún modo. Facundo decía ayer “¿Se notará esta sutileza que hay que teatralizar?” Porque a veces uno espera obviedades y acá no hay, tenés que estar muy atento.
Además de que “Los puentes de Madison” pinta como uno de los éxitos de la temporada, ¿cómo ven la situación del teatro en general y de la calle Corrientes y adyacencias?
AG: -Está pasando algo fantástico que es que hay un montón de propuestas y algo no tan fantástico, que el verano fue muy difícil para los que hicieron teatro y esto me toca de cerca porque mi marido (Fabián Mazzei) hizo “La momia” y de hecho no les fue muy bien, una obra en la que se había invertido muchísimo en escenografía y en vestuario.
Es muy fuerte lo que le pasa al actor cuando el público no llega; pero ahora viene abril con unas apuestas fortísimas con Darín, Suar y Chávez, “Sugar”… Aunque no podemos ser ilusos e ignorar la economía de nuestro país, cómo está el ánimo de la gente, el temor a la pérdida de los trabajos. No podemos ignorar eso, porque además, en épocas de crisis, el teatro es una de las primeras cosas de las que se prescinde.