Convención radical: negociaciones de último momento para unificar las posiciones en pugna
Con tres documentos distintos, que traducen los tres grupos en los que está dividida la Unión Cívica Radical (UCR) en este momento, este lunes se realizará una nueva convención nacional del partido político fundado en 1891 por Leandro N. Alem, el más antiguo con representación parlamentaria.
Esta noche en una cena, los principales dirigentes radicales intentarán cerrar un acuerdo que evite una crisis política en la cumbre partidaria. La reunión en Parque Norte está convocada para empezar a las 14. Su presidente es el más díscolo de todos los radicales, Jorge Sappia, aunque no estará presente porque está de viaje. En ese caso, le toca presidir a Agustín Campero, el secretario de Articulación Científica y Tecnológica de la Nación y vicepresidente 1º de la convención. Lidera una de las posturas que se conocieron y que pretende ratificar la política de Cambiemos y avalan la posición de ampliar la coalición, aunque lo hacen con pocas críticas públicas porque son los que se sienten más integrados al gobierno. El otro grupo se referencia en Alfredo Cornejo y Enrique «Coti» Nosiglia. Es el que emitió el primer documento que circuló, de ocho páginas, con sólidas posiciones sobre la crítica situación económica y social. Quieren ratificar la política de alianzas votada en Gualeguaychú, pero no mencionan a Cambiemos y propusieron la ampliación de la coalición. Por último, hay 71 convencionales que firmaron el documento más crítico, alineados con Ricardo Alfonsín, Federico Storani y Juan Manuel Casella Sappia, que estaría ausente. Quieren irse de Cambiemos, una posición minoritaria que es muy ruidosa pero que no será avalada en la convención.
De tradición laica, liberal y federal, la UCR es un notable caso de vigencia en el centro poder, a pesar de las sucesivas rupturas que tuvo a lo largo de su historia y de la dura disputa que le significó la aparición del peronismo, que lo llevó a perder las mayorías populares en varias oportunidades, aunque no su calidad como representante de la clase media urbana y rural, la menos ideologizada y más republicana.
La historia del radicalismo es fascinante, y si no fuera porque desde 1945 quedó opacada por Juan Domingo Perón y sus novelescos relatos, sabríamos más de esa búsqueda obsesiva de los jóvenes radicales por la igualdad de derechos que está en sus orígenes y la intransigencia armada que lideró Alem, y más tarde Hipólito Yrigoyen, que luego de infinitas peripecias derivaron en el voto universal, secreto y obligatorio para los varones.
Fue un radical el que reinauguró la democracia argentina, en 1983. Raúl Alfonsín llevó adelante una dramática transición con valentía y profundo sentido de lo posible. Su liderazgo aún impregna con fuerza en la dirigencia que hoy conduce el partido en sus distintas versiones. Cada cual tiene siempre alguna anécdota a mano para recordarlo y una foto en su biblioteca que se sacaron con él, en esos tiempos en que no había celulares ni selfies.
El radicalismo es un partido tan distinto a lo habitual en esta época de política líquida que realiza convencionales nacionales cada dos años, además de las provinciales que son responsabilidad de cada distrito. En la última, que se realizó en el 2017 en La Plata, ratificaron sin más trámite la alianza con Cambiemos y el debate solo duró cuatro horas.
No solo eso. Además, aprobó un reglamento específico para las convenciones que estipula siete minutos para la ponencia de cada orador, que pueden tener tres minutos como única extensión. Y las mociones son como las de la Cámara de Diputados, es decir, cuando se presenta una de orden tiene que votarse inmediatamente.
Así, hace cuatro años, cuando seis horas después de iniciada la convención que se realizó en Gualeguaychú se votó una moción de orden para aprobar o no la expulsión de un afiliado correntino, se supo que la postura para realizar la alianza con el PRO y la CC sería la ganadora. Aunque, claro, se siguió discutiendo hasta las 4 de la mañana y al final no pudieron evitarse algunas escenas marginales de pugilato.
Nada más alejado a la vida interna del PRO, con decisiones que se toman -con suerte- en una mesa de cuatro patas. No recuerda que jamás se haya votado nada entre los «amarillos». Los congresos nacionales vienen cocinados desde arriba, incluso desde afuera, desde la Casa Rosada o desde Olivos, y el que alguna vez discutió ni siquiera fue llamado formar parte.
A pesar de esas culturas distintas, en Gualeguaychú ganó ampliamente la posición de ir con ese partido con dirigentes poco acostumbrados a los debates asamblearios, contra los que querían que la UCR llevara a Julio Cobos como candidato a Presidente e incluso contra los que preferían sumar a Sergio Massa a la alianza, como proponía Gerardo Morales.
Mauricio Macri era en el 2015 el candidato que quería votar la base radical. No había ninguna figura entre la UCR que descollara por encima de él y, por el contrario, en las encuestas provinciales y municipales de todo el país la concordancia entre el electorado radical y la figura de Macri era prácticamente absoluta.
Ese es el problema que hoy existe en el radicalismo. Si bien el Presidente aún tiene consolidado un 30 por ciento del electorado que resiste tras su figura a pesar del duro ajuste que le impuso a la economía, hay un 20 por ciento que lo votó en el 2015 que está muy enojado y en muchos distritos no garantiza la victoria.
El radicalismo tenía pretensiones de ganar Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Chubut y La Rioja. Pero Juan Schiaretti ganó fácilmente y su candidato obtuvo una victoria histórica en Córdoba capital. Y en la mayoría de las provincias que están en disputa ya tienen pocas esperanzas (algunas más, otras menos), además de que todo indica que perdería también Santa Fe capital.
En Mendoza, en Jujuy y en Corrientes ganarán los oficialismos radicales. Son gestiones impecables, muy favorecidas por el gobierno nacional. Se trata de provincias donde Macri no está valorado muy positivamente (salvo en el caso de Corrientes, donde supera el 50 por ciento), pero con una estructura del voto que muy difícilmente se vaya a la fórmula Fernández-Fernández.
Pero como la perspectiva de crecer está muy acotada, parte del mandato que la estructura partidaria les pide a sus autoridades es que aumente los cargos legislativos para el partido. También, por supuesto, que garantice un sistema de toma de decisiones que haga de Cambiemos una verdadera alianza de gobierno.
La reunión en Parque Norte está convocada para empezar a las 14. Su presidente es el más díscolo de todos los radicales, Jorge Sappia, aunque no estará presente -dice su gente- porque está en un viaje que no pudo suspender y sus intentos por cambiar la fecha del encuentro no fueron escuchados. En ese caso, al que le toca presidir es a Agustín Campero, el secretario de Articulación Científica y Tecnológica de la Nación y vicepresidente 1º de la convención.
Campero, convencional de la provincia de Buenos Aires y alineado con Daniel Salvador, forma parte del grupo que emitió uno de los documentos que se conocieron, firmado por los convencionales Lilia Puig (de Santa Fe), Ángel Valmaggia (Corrientes) y José Artusi (Entre Ríos). Es un grupo grande, que tiene más de 100 convencionales. Quieren ratificar la política de Cambiemos y avalan la posición de ampliar la coalición, aunque lo hacen con pocas críticas públicas porque son los que se sienten más integrados al gobierno.
El otro grupo se referencia en Alfredo Cornejo y Enrique «Coti» Nosiglia. Es el que emitió el primer documento que circuló, de ocho páginas, con sólidas posiciones sobre la crítica situación económica y social. Cuenta con el respaldo de los convencionales de Franja Morada, la Juventud Radical y los trabajadores radicales. También es un grupo grande, con más de 100 convencionales también. Quieren ratificar la política de alianzas votada en Gualeguaychú, pero no mencionan a Cambiemos. Son los primeros que propusieron la ampliación de la coalición y expresan sus críticas en voz muy alta lo que, en definitiva, mejoró el posicionamiento de sus candidatos en sus propios distritos.
Por último, hay 71 convencionales que firmaron el documento más crítico, alineados con Ricardo Alfonsín, Federico Storani y Juan Manuel Casella Sappia, que estaría ausente. Quieren irse de Cambiemos, una posición minoritaria que es muy ruidosa pero que no será avalada en la convención.
Fuera de estos 70, con poca representación política, quedan 250 convencionales, y alrededor de 100 tiene cada uno de los dos grandes grupos que hoy comparten el poder en el radicalismo. Tan empatados están que nadie se quiere arriesgar a votar.
Para evitar una instancia de cruces fuertes y agresivos, que podría dejarlos en falsa escuadra frente a una opinión pública que mañana tendrá los ojos sobre esta convención, esta noche los tres gobernadores, más Daniel Salvador y los jefes de los bloques radicales se encontrarán a cenar para intentar un acuerdo.
Extrañamente, Coti no participará de la comida. También ha viajado al exterior, o sea que tampoco estará el lunes en alguna oficina cercana al salón de la convención como lo hizo en las últimas 15 convenciones nacionales para monitorear el desarrollo. Cerca de él dicen que «dejó todo en manos de Cornejo».
Como si volvieran a repetir hoy lo que dijo Crisólogo Larralde en la convención nacional que se hizo en Tucumán en 1956, «¡Calma radicales!», lo que se espera es acordar en la cena un documento conjunto que llegue a la convención con la mayoría garantizada. Claro que, lo que no se acuerde hoy en la cena, se terminará negociando el lunes en la convención de Parque Norte. La nueva dirigencia radical en el poder quiere que nadie se doble ni nada se rompa, y aumentar su influencia para un próximo gobierno del que quieren formar parte.