Coronavirus: un análisis comparativo entre Brasil y Argentina

El análisis de expertos matemáticos parte del 17 de marzo pasado, cuando ambos países registraban dos fallecidos por el virus.
Imagen: EFE

Una de las formas de visualizar la covid-19 y las políticas para enfrentarlo es la comparación de lo que ocurre en dos países, evaluando los números en uno y otro lugar. Esa mirada comparativa, hacia atrás, permite también hacer pronósticos hacia adelante, si nada cambia en alguno de los dos países. Este diario trabajó sobre los datos de Argentina y Brasil y partió de un hecho objetivo: el 17 de marzo de 2020, hace apenas un mes y medio, Argentina registraba dos fallecidos por coronavirus y Brasil exactamente lo mismo, dos fallecidos por el virus. O sea, el inicio es desde un punto igualitario.

El resultado hasta este jueves –cuando se cerró el trabajo– es público: Brasil subió de dos muertes el 17 de marzo a 5.901 fallecidos 44 días después. Argentina salió del mismo número, dos muertes, y 44 días más tarde registró 218 fallecidos. Las diferencias son obvias. Pero –y eso es lo más grave–, si nada cambia, Brasil podría llegar a 28.600 muertes el 19 de mayo, mientras que el pronóstico para la Argentina –siempre que las condiciones se mantengan– es que debería lamentar 532 decesos desde el inicio de la crisis hasta ese momento.

El trabajo periodístico se realizó con la colaboración de integrantes de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, en particular de Roberto Etchenique, profesor titular, que junto al grupo del Instituto de Cálculo y del Instituto de Ciencias de la Computación (un equipo integrado por 50 matemáticos, computadores y otros profesionales) trabaja en la determinación del estado de la pandemia a nivel local. Etchenique es, además, investigador principal del Conicet.

Página/12 decidió trabajar sobre el criterio de evaluar el desarrollo del virus sobre la base del número de fallecidos, no del número de contagiados. Este último dato está muy expuesto a criterios sobre cuántos tests se realizan, cómo y dónde, y la cantidad de personas no registradas porque tienen el virus pero que son presintomáticos. En los fallecidos también puede haber error, aunque mucho menor: el virus es respiratorio, por lo cual en la mayoría de los casos hay internaciones antes del fallecimiento. Como dice el doctor Pedro Cahn, los dos datos a mirar son los fallecidos y las camas en terapia intensiva.

Los diarios de Brasil mencionan casi en forma permanente que existen gruesos ocultamientos en los números de decesos, algo que también se vio en Nueva York, en el Reino Unido, Ecuador y otros países. Hay error u ocultamiento, pero de menos envergadura.

Jorge Aliaga, ex decano de Exactas, y uno de los hombres que mejor ha trabajado los números y gráficos en esta pandemia, consideró que si bien podría ser discutible en general poner como punto cero el momento en que había dos fallecidos tanto en Brasil como Argentina, debido a que en esa situación los números son chicos y se producen fluctuaciones que dificultan las conclusiones a corto plazo, en el lapso de tiempo considerado eso ya no es relevante y las conclusiones son correctas.

El otro criterio a utilizar es comparar fallecidos por millón de habitantes.En principio, no es justo comparar a la Argentina de 44,5 millones de habitantes con el Brasil de 209,5 millones de habitantes. Es decir, que se puede hacer la comparación, pero siempre que se tenga en cuenta la desproporción en la cantidad de habitantes. Puede haber objeciones a este criterio, por cuanto el virus tiende a ser de grandes ciudades (no es casual que el 70 por ciento de los casos se producen en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires y en San Pablo y Río de Janeiro). Aún así, como la covid-19 se expande, la comparación se hace por millón de habitantes, para respetar las proporciones de cada país, algo que se observa en el cuadro II.

Lo que se puede ver en el cuadro I es que Argentina y Brasil arrancaron igual. Casi sin casos hasta comienzos de marzo y los primeros fallecidos recién se produjeron en la segunda quincena de marzo. En el cuadro I lo que se comparan son cifras absolutas: la curva se corresponde con el número de personas fallecidas y por eso los dos países están al mismo nivel. Pero poco a poco se producen las diferencias, sobre todo porque la Casa Rosada tomó medidas incluso antes de la cuarentena: prohibición de vuelos desde países con altos índices de contagio, suspensión de espectáculos públicos, partidos de fútbol sin público y otras decisiones. El lunes 16 de marzo ya no hubo clases, cuatro días antes de la cuarentena, que entró en vigencia a las cero horas del día 20. Fueron decisiones fuertes, algunas hasta impopulares.

Mientras tanto, en Brasil dominó la situación del doble discurso. Por un lado, los alardes patoteriles del presidente Jair Bolsonaro, alegando que los brasileños son distintos, que tienen otra conformación física, y desafiando cualquier medida de precaución. Al mismo tiempo, los gobernadores disponiendo algunas medidas sí y otras no. Los dos ministros que respaldaban una cuarentena, el de Salud, Luiz Henrique Mandetta, y el de Justicia, Sergio Moro, terminaron expulsados del gabinete, mientras Bolsonaro seguía entrando a comercios sin barbijo y sin poner la menor distancia. Desde la presidencia se alentaron caravanas contra el aislamiento y el mandatario llegó a comparar la cuarentena con el Holocausto y los campos de concentración nazis.

El 7 de abril, 18 días después del inicio de la cuarentena, Argentina tenía 56 fallecidos y Brasil ya trepaba a 636. El desafío en ese punto era demorar la duplicación todo lo posible a partir del distanciamiento, la cuarentena y las demás medidas como la generalización del barbijo social. El 15 de abril, o sea ocho días más tarde, Argentina duplicó la cantidad de fallecidos, llegando a 111. Brasil transitó de 636 a 1.226 en cinco días, cifra a la que llegó el 12 de abril. Hoy en día, la diferencia pasó a ser notoria: Argentina duplica los fallecimientos cada 15,4 días, en tanto que Brasil duplica las muertes en menos de ocho días. El resultado está a la vista: el jueves Brasil llegó a 5901 fallecidos, la Argentina, a 217.

Por supuesto que hay que empezar a hacer jugar la diferencia en la población de los dos países: 209,5 millones de habitantes en Brasil, frente a 44,5 millones de Argentina. Justamente para eso, se hizo el cálculo de fallecidos por millón de habitantes. Aún así, la diferencia es abismal. Argentina tiene 4,7 fallecidos por millón de habitantes, mientras que Brasil tiene 24 muertes por millón de habitantes, cinco veces más.

Finalmente se plantea la proyección. Trazar la curva hacia adelante significa que las condiciones se mantienen como hasta ahora y eso tiene limitaciones:

* En Brasil, parece imposible que admitan este ritmo de contagiados y muertos. Algún nivel de reacción se producirá en el terreno político. Ya hay enormes convulsiones internas.

Pero también hay otro efecto que puede jugar en sentido inverso, produciendo una mayor catástrofe: la saturación del servicio de salud. Ya este viernes empezaron a faltar camas y en hospitales hubo que alojar a contagiados en sillas. No hubo lugar para acostarlos.

* En Argentina, parece claro que el país se encamina a habilitar actividades, algo que ya se anunció. Más actividades significan más contactos, más contagios y seguramente más fallecidos, aunque en números que parecen muy controlados. Pero un crecimiento de las muertes puede ser mitigado si se protege a los más vulnerables (adultos mayores y personas con comorbilidades).

* A esto se agrega que los contagios dejaron de tener relación con viajeros de clase media y cada vez se asocian más a barrios humildes. No es explosivo por ahora, hay medidas de prevención que parecen insuficientes y es un factor que puede jugar.

El equipo que realizó el trabajo evaluó no hacer pronósticos que vayan más allá del 19 de mayo, porque es demasiado arriesgado. El coronavirus produce cambios a corto plazo, de manera que extender las proyecciones a no más de 20 días apareció como lo más razonable.

Desde Estados Unidos, uno de los científicos más prestigiosos del país, Adrián Paenza, realizó varias advertencias en el terreno de los pronósticos, sobre todo con la mirada puesta en la experiencia norteamericana:

* Hay que ver qué sucede en los geriátricos. Son personas que no necesitan estar en un hospital, pero perdieron su independencia y eso los pone en un lugar de riesgo. Es un factor que incide mucho en los datos.

* Las prisiones. Otro lugar de enorme riesgo. No hay margen alguno para el distanciamiento y una crisis en los penales deriva en una crisis en el sistema de salud. Los presos, obviamente, usan las mismas camas de terapia intensiva y los mismos respiradores que el resto de la población, de manera que allí hay un factor de enorme peligro de saturación en caso de crisis.

* Paenza también advierte sobre los lugares donde se procesa, empaca y envasa la carne. Hay que ver qué sucede en los dos países, pero en Estados Unidos han sido focos de gran cantidad de contagios.

* Finalmente, Paenza llama la atención de otro factor que todavía no está claro cómo juega: el frío. Brasil, desde lo geográfico, está más cerca del Ecuador que Argentina y habrá que ver qué incidencia tiene en los números proyectados.

De manera que teniendo en cuenta esos factores y otros que son desconocidos todavía –la pandemia no respeta fórmulas matemáticas porque está en desarrollo y provoca situaciones distintas en distintos lugares–, la curva de Brasil asusta: a este ritmo, si no hacen cambios en el país vecino, el 19 de mayo tendrán 28.500 fallecidos. Una cifra descomunal.

El dato de Argentina obviamente es doloroso, pero infinitamente más manejable: el 19 de mayo, 532 sería el número total, proyectado, de fallecidos por coronavirus.

Parece cantado que el gran desafío de Alberto Fernández, junto a todo el equipo de Salud, y a buena parte de la oposición que ha trabajado en sintonía –una diferencia notoria con Brasil– es desactivar el enorme conflicto económico que en la Argentina y el mundo provocó la pandemia. Y lograr una desactivación sin que los números salten por el aire, o sea sin arriesgar todo lo conseguido con tanto esfuerzo.

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