Del flan de Casero al plan de Manes
En contraposición a la de Casero, la perspectiva correcta es la del neurólogo, quien propone como más prioritario destinar los recursos de la obra pública a un gigantesco plan de alimentación, salud y educación.
En Brasil y en Argentina, la crisis económica y la inseguridad preocupan más que la corrupción. En ambos países, la mayoría de la población no comprende al 25% que votaría por los ex presidentes a pesar de las pruebas de delitos en su contra.
“Con gusto comería cuatro años arroz si fuera el costo de un parate en la economía por juicios como el del Cuadernogate si los corruptos terminan en la cárcel”, dice un tuit de quien claramente no tiene esa dieta. Pero quien ya come ahora solamente arroz, ¿qué menú podría tener para llegar a disfrutar cuando la economía y el país en su conjunto salgan favorecidos de su limpieza ética dentro de cuatro años? Más aún cuando el aumento de los comestibles, bienes transables que por ser exportables triplicaron su valor en igual proporción a las devaluaciones de los 31 meses de Macri, motivó que el sector de menos recursos esté peor que en 2015 a pesar de que el gobierno de Cambiemos asista socialmente a más personas que el de Cristina Kirchner. La viralización aprobatoria de la frase de un actor controversial es otro síntoma de la crisis En Brasil el ajuste no se produjo por una devaluación e inflación mayores que las paritarias sino directamente por la duplicación del desempleo y la reducción de planes sociales.
Pero sea con las herramientas de una economía inflacionaria o de otra estable, el ajuste hecho por el mercado, con mayor o menor participación del Estado, se viene produciendo. La subjetividad de la parte de la población que está lejos de tener problemas de alimentación no puede comprender la de aquellos para quienes alimentarse puede ser un desafío cotidiano. La insensible simplificación de “quiero flan” de Adolfo Casero, que se viralizó como un hallazgo, es otro síntoma de esa incomprensión.
Claro que la metáfora del flan es aplicable a los viajes a Miami y a otro tipo de consumos que no tienen quienes votan a Cristina Kirchner en Argentina pero resulta ofensiva en sectores del Conurbano para quienes comer postre fue siempre un lujo. El desconcierto acerca de quienes volverían a votar a Lula o a Cristina Kirchner reside en que quienes no lo hacen pueden estar más entrenados para descubrir la correcta relación causa-consecuencia, logrando conectar hechos en un espacio temporal prolongado: que la Justicia limpie de corrupción el país para cosechar frutos dentro de cuatro años o que la crisis económica del presente –en parte– es resultado de malas decisiones tomadas por el gobierno anterior. Quien no tiene ese entrenamiento, porque sus capacidades laborales no lo requieren, limita la conexión entre causa y consecuencia de forma simultánea, como hacen los sentidos. No deberían enojarse con ellos los más capacitados ni hacer chistes, como en algunos programas de radio, catalogándolos casi racistamente como planeros o “flaneros”, connotando la palabra piquetero a vago. Algo mal también hicieron las dos terceras partes de la sociedad que tuvieron siempre una vida digna para que un tercio de los compatriotas padezca limitaciones cognitivas en un país donde se produce alimento para diez veces la población y tuvo el mejor sistema educativo gratuito de Latinoamérica.
Y, paralelamente, votar por Cristina puede ser también una forma de llamar la atención de su situación y, a su manera, ser una respuesta inteligente en la situación en que se encuentran. En contraposición a la de Casero, la perspectiva correcta es la del neurólogo Facundo Manes, quien propone como más prioritario destinar los recursos de la obra pública a un gigantesco plan de alimentación, salud y educación, a lo Sarmiento, para rápidamente desarrollar cognitivamente a aquellas generaciones que todavía puedan hacerlo. Cuando los índices de pobreza mejoraron bajando de 30 a 27, en 2017, Manes sostenía que la solución no era –ni iba a serlo nunca– solo económica. Que lo que reflejaban la estadísticas de Indec era que un pobre había dejado de serlo solo porque tenía 20 pesos más por día pero igual seguía siendo cognitivamente pobre, aunque para las estadísticas, por una pequeña modificación, había dejado de serlo. Ahora, que por la devaluación e inflación volvió a aumentar el número de pobres, vale reflexionar sobre el plan de Facundo Manes, entender que su no aplicación explica mejor por qué también muchos compatriotas votan por Cristina Kirchner y, en lugar de enojarse con ellos, enojarse con nuestros gobernantes y dirigencia en general.
Es muy importante que en 2022 Vaca Muerta permita que la Argentina exporte 15 mil millones de dólares de hidrocarburos, ese sería un mérito del gobierno de Macri porque hay que tener los recursos económicos para luego sostener cualquier plan. Y es cierto que solo con alimentación, salud y educación se elimina la pobreza aunque no se alcanza el crecimiento, como lo demuestran Cuba y en el pasado el estancamiento de la ex Unión Soviética. Pero es importante no ser demagógico olvidándose de la economía ni sectario despreciando a quien, por ser prisionero de sus limitaciones, toma decisiones que no compartimos. No es corrupto quien vota por corruptos por necesidad. Es la misma incomprensión que tenía Cristina Kirchner con los empresarios cuando decía que votaban en contra de lo que les convenía porque siempre preferían propuestas abiertas al mundo en lugar de los modelos de nacionalismo popular, que los protegían de la competencia de lo importado. El empresario podía hacer relaciones de causa y consecuencia aun a más largo plazo que un período presidencial y, contando con recursos para posponer su gratificación, podía votar en contra de su conveniencia inmediata. Ninguna subjetividad está equivocada, cada una es coherente con su situación. Votar a Cristina a pesar de la corrupción puede ser tan lógico como votar a Macri a pesar de la recesión económica. Votar a Cristina a pesar de la corrupción puede ser tan lógico como para otros votar a Macri a pesar de la recesión económica No pasa solo una cosa, cada uno elige a qué darle importancia y no hay una sola razón para votar. “Quiero flan” es solo una vulgata peyorativa. “El país no tiene futuro si, después de toda la corrupción que se probó, la gente sigue votando a Cristina” (lo mismo afirman en Brasil cambiando el nombre por Lula), se dice en las redes. Sí hay futuro, hay que invertir en alimentación, salud y educación, como propone Manes.
Jorge Fontevecchia
(Fuente www.perfil.com).