lozanomons (5)Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

 

Muchos podemos coincidir en valorar el lugar fundamental que está teniendo la familia en este tiempo de cuarentena y aislamiento. Desde la contención afectiva y emocional, hasta los lazos solidarios para con quienes están en peor situación por las crisis laborales y sociales. Sin embargo, en otros hogares, se soportan conflictos que se potencian con el encierro. No es novedoso decir que nuestra sociedad occidental atraviesa una situación de deterioro de los vínculos familiares y sociales. El creciente egoísmo e individualismo ha incrementado también el sentimiento de soledad. Aun rodeados de personas en el trabajo o el estudio, eso no nos garantiza la amistad y la compañía.

Podemos hablar todo el día con gente acerca de “muchas cosas”, temas de lo más variados. Incluso un sector de la sociedad está hiperconectado.  Pero el vacío interior que provoca estar a la intemperie de la vida, sin cobijo, sin contención, no se cubre así nomás.

Hoy celebramos el día del padre. Aunque las publicidades nos muestran un rostro o estilo de paternidad, hay numerosas situaciones muy lejanas de esos modelos. Te comparto algunas frases que voy escuchando de modo reiterado en labios de varones a cargo de su familia: “hace meses que no consigo trabajar”; “no puedo llegar a casa con las manos vacías o comida para la mitad”; “los pañales aumentaron mucho”; “rece para que no se me enferme ninguno, los remedios están carísimos”; “mi familia es todo lo que tengo”…

Unos cuantos lloran en soledad mientras esquivan con esfuerzo la tristeza y depresión. No quieren acostumbrarse al merendero o el comedor. Desean ganar el pan con el sudor de la frente. Muy cada tanto les aparece una changa, pero no les alcanza para una vida digna. Ellos se reconocen como papás luchadores. Pero a la vez se sienten huérfanos de Patria. Saben que Dios cuida de ellos. Pero la sociedad no. Al menos no todos.

Tengamos sensibilidad por todos los padres que se esfuerzan y sacrifican por sus familias.

En otras familias el papá se fue, está ausente. Numerosos hogares están a cargo de la mujer. Mirá a tu alrededor. Podés encontrar a muchos papás que se ausentan por razones de trabajo, de afecto u otras razones.

Estamos inmersos en una sociedad sin papás, con notorias ausencias, con figuras débiles o debilitadas. Necesitamos que el papá esté más presente, lo cual no significa que sea controlador de todos, al punto de ahogar toda iniciativa o libertad.

El Papa Francisco nos enseñó que “todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa” (AL 172). También nos enfrenta con una realidad que nos duele, ya que “el sentimiento de orfandad que viven hoy muchos niños y jóvenes es más profundo de lo que pensamos” (AL 173).

Te pido que recemos insistentemente por los papás. Ellos nos hacen falta, pero no son superhéroes. Nos necesitan. Pidamos a Dios por los que sufren a causa de la paternidad, y sienten un peso grande en sus espaldas.

Abracemos a los papás con ternura para que tengan no sólo un día feliz, sino una paternidad en plenitud.

 

El miércoles 24 celebramos a San Juan Bautista. Junto con la Navidad de la cual nos separan 6 meses es de las celebraciones más antiguas del cristianismo. Ambas fechas corresponden una a la noche más corta y la otra, a la más larga del año, según el hemisferio en el cual nos encontremos. Tradicionalmente durante la noche anterior a esta fiesta, el fuego y las hogueras tenían una presencia importante.

Habitualmente a los santos se les rememora en la fecha de su muerte (el martirio de San Juan Bautista se conmemora el 29 de agosto).  A Jesús y a Juan se les celebra en su nacimiento. El nombre de Juan en hebreo significa “el Señor es favorable, muestra su gracia”. A él le tocó anunciar la venida del Mesías no como promesa de futuro, sino como realidad ya presente en medio de su Pueblo. La preparación a la que exhorta a los creyentes tiene esa urgencia de lo inmediato: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está muy cerca” (Mt 3, 2).

Los relatos de la concepción milagrosa y del nacimiento de nuestro Santo Patrono se presentan rodeados de la alegría de su papá y su mamá, de los vecinos, de la Virgen María, y del mismo Jesús que salta en el vientre de su Madre. Su nacimiento es parte del Plan salvífico de Dios.

Juan fue el primero en señalar “Este es el Cordero de Dios” (Jn 1, 36). Nuestra misión como Iglesia se asemeja a la del Bautista: ser testigos de Jesús y mostrarlo como el mesías salvador de su pueblo.