El camino de los maestros
Por Roberto Romani (*)
Por este senderito con duendes apurados por la bandera, transita el ejemplo y el compromiso de Manuel Pacífico Antequeda, aquel formidable maestro mendocino que amó entrañablemente estas colinas con historia y puso en marcha la primera Escuela Normal de Maestros Rurales de América Latina. Por esta sombreada huellita de afectos juveniles se recorta la agradecida estrofa de José María Díaz que, como fiel alberdino, levanta la frente y emociona: «Es de buenos hijos recordar el hogar donde recibimos la existencia, donde el alma halló los primeros impulsos, las primeras lecciones con todo lo cual se inicia la maravillosa aventura de la vida».
Desde el Primer Jardín de Infantes del continente, con su milagro de alfarería, la riojana Rosario Vera Peñaloza asegura que «el magisterio argentino mantendrá encendida la lámpara votiva que nos legaron los fundadores de la nacionalidad».
Y nosotros, desde una atalaya con gurises de blanco, le dedicaremos a los maestros de la patria, el mejor abrazo de todas las primaveras. Porque nos dieron la palabra y el estímulo; el vuelo libre que en nuestro pecho canta. Y como nobles sembradores nos alargaron el sueño de aquellas mañanas, derrotando al miedo con las semillitas de la dulce esperanza.
Y porque los buenos maestros, como decía Julio Pichi, convierten a la escuela en un pedacito de nuestra tierra para amar. Para amar y luchar por ella, para hacerla digna y soberana, para que sea matriz de una cultura del trabajo. Y para que rescate el orgullo de ser verdaderos argentinos.
(*) Asesor cultural del gobierno de Entre Ríos