Emilio Mendoza, un profesor de historia que emprendió una travesía para recorrer América Latina en moto, habló en Radio 2 y contó cómo fue que pudo sobrevivir tras el hundimiento de un barco en el que cruzaba desde Panamá hacia Colombia. La impresionante historia

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Un naufragio que tuvo lugar en el mar Caribe se convirtió en una anécdota con tintes cinematográficos para un argentino que viajaba en la embarcación en cuestión, que cruzaba el mar Caribe tras haber zarpado desde Panamá en dirección hacia Colombia.

Tras el hundimiento del barco en el que viajaba, Emilio Mendoza tuvo que flotar durante una hora y aferrándose a los objetos que alcanzaba en medio de un violento oleaje que, según su propio relato, lo llevó a temer por su vida.

El argentino, una de las personas que quedaron en medio del naufragio, es un escritor y profesor de historia que inició una travesía en moto por América Latina para buscar historias con el fin de «contarlas en el aula» y, además, enriquecer sus prácticas educativas «con otros docentes de la región».

Desde la embajada argentina en Panamá, el hombre nacido en la provincia de Buenos Aires habló para relatar cómo fue que logró sobrevivir en medio del mar Caribe.

«Venía haciendo un viaje en moto de ida y vuelta desde Argentina hasta México, y ya estaba de regreso», explicó. Dado que entre Panamá y Colombia no hay conexión via rutas terretres, sus opciones para cruzar eran hacerlo en avión o navegando en un barco carguero.

«Me metí en el mar Caribe, en una embarcación de carga de mercadería, para ir recorriendo comunidades indígenas hasta llegar al lado colombiano», contó el profesor de historia, que se embarcó en un viaje que, según lo previsto, duraría cuatro días.

Ya con su equipaje y su moto en el barco, Emilio inició el cruce hacia Colombia. Pero en el segundo día de navegación se desató un temporal que provocó olas de «entre 5 y 6 metros de altura» que comenzaron a hacer tambalear a la embarcación.

Preocupado por la situación, el argentino le envió mensajes a su familia y les compartió un video mostrándoles la intensidad del oleaje, mientras se sujetaba de donde podía para no caer. Según comentó, el barco había realizado el mismo viaje cuatro días antes, pero en esta ocasión llevaba más carga.

Mendoza detalló que no solo había dos motocicletas a bordo, sino también mucho cargamento de alimentos que había dejado a «la embarcación desnivelada». En ese sentido, precisó que solamente en cajones de pollo había unos 10 mil kilos. 

 

El capitán fue el primero en abandonar el barco

De acuerdo con el relato de Emilio, el barco comenzó a llenarse de agua y el capitán demoró aproximadamente media hora en enviar a su ayudante a revisar. «Cuando fue a ver ya tenía el agua hasta la rodilla», contó.

Además, la bomba utilizada para sacar el agua era muy pequeña, como las utilizadas en piletas hogareñas. El ingreso de agua provocó que uno de los dos motores se detuviera, mientras que el segundo se apagó momentos después.

Las olas continuaban golpeando y el capitán le pidió a su ayudante que mandara un mensaje con su celular -porque tampoco tenían radio- advirtiendo que el barco iba a hundirse. Pero la notificación no llegó a equipos de rescate, sino a un amigo suyo que alertó a las comunidades indígenas de la región, dado que se trata de una zona en la cual no hay presencia institucional.

«Nos quedamos totalmente shockeados, no sabíamos qué era lo que nos estaba pasando y creímos que estaba todo perdido», admitió Emilio.

Un detalle insólito fue que el capitán, al contrario de lo que se espera, fue el primero en saltar del barco. El argentino tuvo que comunicarles a un estadounidense y a un francés que no quedaba otra alternativa que no fuera abandonar la embarcación.

«El capitán no nos dio ninguna indicación, y a mí se me vino a la cabeza la película Titanic y el momento en el que los pasajeros se alejan de la embarcación para que no los empuje hacia abajo del agua», dijo.

Ya en el agua, las olas les impedían ver la costa, que según se enteraron tras haber sido rescatados estaba a unos dos kilómetros. Todos llevaban un chaleco salvavidas, pero la situación no era esperanzadora.

«Estuvimos una hora en el agua, y los primeros 40 minutos nos agarramos de un cajón de pollo de 1 metro cúbico que era de plástico y flotaba. Empezamos a gritar cuando pasaron dos embarcaciones, pero nadie nos escuchaba y tampoco nos podían ver», agregó.

Luego, contó que «los últimos 20 minutos antes del rescate la cosa se puso más fea» porque la marea los movió hasta una zona de rompientes, en donde las olas arrastraban garrafas y otros objetos que los golpeaban.

Finalmente, un grupo de personas de una comunidad indígena acudieron a rescatarlos a bordo de una embarcación hecha con troncos y con un pequeño motor, que logró sortear el oleaje puesto que no llevaba demasiado peso. Tras salir del mar, se refugiaron en la comunidad.

«Una parte buena de todo eso fue haber podido conocer por dentro de la solidaridad de esta comunidad que nos salvó la vida. Toda esa generosidad se las devolvió el mar, porque toda la comida que iba en el barco llegó hasta la costa».

Luego de dos días en los que se quedó en la comunidad indígena, Emilio volvió al mar para regresar a Panamá, y esperaba poder recuperar su motocicleta con la ayuda de cazadores de langostas.