El rosarino Federico Norman cruzó el océano Atlántico a vela y en solitario: “Está buenísimo, es un viaje a las estrellas”
El navegante de 37 años se entrenó durante 2 años y completó en 20 días la Mini Transat, considerada una de las regatas más exigentes del mundo. En diálogo con Radio 2, contó detalles de la travesía, anécdotas e inconvenientes en altamar. La entrevista completa
Federico Norman es un navegante rosarino de 37 años que cruzó el océano Atlántico a vela en solitario y completó durante las últimas semanas la Mini Transat, considerada una de las regatas más exigentes del mundo.
La 24ª edición del evento comenzó el 24 de septiembre con 90 marineros que disputaron la travesía en solitario y sin asistencia a bordo de veleros de 6,50 metros.
La prueba es una auténtica escuela de regatas en alta mar. Es una travesía sin rutas meteorológicas por satélite ni ningún contacto con tierra salvo unos mínimos sistemas de alerta.
Ya completado el desafío y con la satisfacción de haberlo logrado, Federico está de regreso en Rosario y habló con el programa Punto Medio (Radio 2) para destacar algunas de las anécdotas que tuvo durante los 20 días entre la partida en la costa francesa, con parada en Islas Canarias para luego navegar por 15 días más hasta llegar a la Isla de Guadalupe en el Caribe.
“Una vez que entendiste que es posible, arrancás y le metés. Cuando te das cuenta, estás en América en 20 días. Pasa volando”, manifestó el navegante rosarino y además resumió: “Está buenísimo, es un viaje a las estrellas”.
Por su puesto que tuvo inconvenientes en el agua que ahora recuerda con una sonrisa.
“En medio del océano tuve que tirarme al agua a solucionar un problema del barco justo el día que me había cruzado con tiburones. Olvídate que mirara a los costados, me enfoqué en resolver el problema”, bromeó Federico.
Los 20 días que estuvo solo en el medio del océano tuvo que dormir de a 20 minutos, esquivar los grandes buques y comer alimentos disecados que preparó hidratándolos. .
“Llevamos lo mínimo e indispensable. Solo unos sistemas de alerta. Todos los barcos vamos jugados con el kilaje. Todos estábamos preocupados por la cantidad de comida y bebida”, comentó el rosarino.
Los días en solitario también tuvo «novedades» en sus sentidos como escuchar voces o sentir olor a asado. “Me llevé un osito con el que cada tanto peleaba y también llevé una cámara para grabar situaciones e interactuar con alguien”, dijo Federico y agregó que algunos de esos videos fueron subidos a su cuenta de Instagram.
Además, dijo que por las exigencias de la travesía entrenó durante dos años. Completada la travesía, “es tanta la felicidad de tocar tierra y ver a tu familia que en ese momento te sentís un Rolling Stone”, concluyó el rosarino que aprendió a navegar en su ciudad. “Soy fanático del río Paraná”, aseguró.