En una sobria ceremonia fueron depositadas al lado de los restos de su padre las cenizas del hijo de Gaspar Benavento
En un acto que se desarrolló frente al lugar en que descansan los restos del poeta victoriense Gaspar L. Benavento, en la plazoleta que lleva su nombre y al pie del monolito que lo evoca, familiares y amigos del poeta dieron último adiós al hijo de quien le supo cantar a la ciudad de las siete colinas, Arnol Iranzio Benavento, entregando a la tierra la urna que contiene sus cenizas para que acompañe a su padre y otros integrantes de la familia que tienen allí su morada eterna.
El acto estuvo acompañado por la viceintendente Ana Schuth, el director municipal de Cultura, Luis María Andrade, el concejal Leonel Anderson, quienes junto a los descendientes del poeta descubrieron una placa en memoria de Arnol Iranzio.
En la oportunidad, Andrade destacó que “el último deseo en vida de Arnol fue que sus restos fueron depositados junto al monumento de su padre en Victoria, cumpliendo el epitafio del poema ‘Río’ que dice…
‘Quiero dormir aquí junto a mi río,
al murmullo celeste de sus aguas
y en él oiré como cuando era niño
la música de amor que me arrullaba
y para él cantaran desde mis huesos
lo que aun pueda quedar de mis calandrias’”.
Recordó además que el monumento fue construido en 1970 por un grupo de personalidades de la cultura victoriense que integraban, entre otros, María del Carmen de Badaracco, Carlos Anadón, el padre Gregorio Spiazzi, homenajenado al poeta”.
Sobre Arnol Iranzio Benavento
Se trata del segundo hijo del escritor Benavento, nació el 2 de agosto de 1925 Nació en Chubut, en Languineo, donde su padre, el poeta, se desempeñaba como director de escuela, y falleció el 10 de septiembre de 2020 en la capital entrerriana.
Paso toda su infancia en Chaco, acompañando a su familia, y desde allí fue a Paraná, con sus raíces en Victoria siempre, porque venían con asiduidad a visitar familiares cercanos, conociendo aquí a quien sería su esposa, Olga Brassessco, con quien tuvo tres hijos.
En Paraná se desempeñó como empleado de Obras Sanitarias, donde se jubiló.
Sus intereses literarios se relacionaron con la poesía y la literatura argentina y regional. Se ocupó por mantener viva la imagen de Gaspar Lucilo, incansablemente artística y extra laboralmente, realizaba dibujos y carteles de propagandas para El Diario de Paraná. Siempre colaboró con escuelas y bibliotecas, donando materiales, fotos, libros. Su libro favorito era «Jujuy, rosada de airampos» del cual recitaba sus poemas hasta avanzada edad.
Su padre (Gaspar) siempre le escribía que era el hijo más afectuoso y le enviaba consejos por carta que se basaban en valores morales.
Por último, además de los mencionados estuvieron presentes, nietos, su apoderada legal María Jesús Benavento, sus hermanos y su hijo Sergio Benavento y la bendición estuvo a cargo del párroco y rector de la basílica Nuestra Señora de Aránzazu, Héctor Trachitte.