¡Farsa! A IDEA fue un doble del Presidente
Por:Carlos M. Reymundo Roberts
Es cierto que el Coloquio de IDEA en Mar del Plata es el mayor encuentro de empresarios del país, una cita impostergable para todos los que mandan en el mundo de los negocios (y también de la política), pero eso no les da derecho a cualquier cosa. Si anuncian que va a ir el Presidente, tiene que ir el Presidente y no un imitador. Un buen imitador, admito. Cuando lo vimos entrar y la gente se paró para aplaudir no había duda de que era Macri. Lograron darle una extraordinaria caracterización de pies a cabeza. Hasta que llegó la hora del discurso: ahí la farsa salió a la luz. A Macri no le gusta hablar, tiene la calidez de un freezer y cansa con la repetición de fórmulas de campaña como «juntos podemos». En cambio, el tipo que llevaron dio un mensaje bien pensado y muy bien dicho, de dimensión humana, optimista sin caer en quimeras y por momentos emotivo, a tal punto que terminó, después de algo más de 20 minutos, con un tenue quiebre de voz que hizo las delicias del público femenino. Apenas finalizado el discurso, el imitador saludó y se fue, dejando una estela de aplausos y elogios. Macri ya lo decidió: ahora siempre va a mandar al doble.
Durante 14 años el Coloquio no había tenido la visita de un presidente, ni verdadero ni falso. Néstor y Cristina preferían armar su propio cónclave, más familiar, más cercano. Se juntaban con Lázaro Báez, Cristóbal López, Sergio Spolski y algún otro. Detestaban IDEA. Néstor solía decir que «los negocios son algo demasiado importante como para discutirlo con tanta gente». Es una lástima: no saben lo que se perdieron. Estuve los tres días y la pasé fenomenal, escuchando grandes exposiciones y charlando con ministros (ex empresarios, la mayoría) y con empresarios (que mañana bien podrían ser ministros) sobre la economía real, o bastante real. Cierto clima de optimismo no desbordante reinaba en el ambiente, si promediamos la moderación de algunos con el entusiasmo de aquellos que a los «brotes verdes» ya los ven gorditos y firmes como un ombú. El encuentro llevó por título «Puentes hacia el futuro», y el futuro apareció, pero una y otra vez se coló el pasado. La primera noche, el ex presidente chileno Ricardo Lagos dio, durante una hora y media, una clase magistral de geopolítica mundial, que partió de la Paz de Westfalia, en el siglo XVII, y terminó en los desafíos que plantea hoy la economía del conocimiento. Su exposición fue comparada con las de Cristina. Por lo de la hora y media.
Cuando, también esa noche, entró muy sonriente Diego Bossio -uno de los primeros en renegar del kirchnerismo tras el triunfo de Macri-, alguien comentó: «Qué feliz se lo ve sin los grilletes». Otro: «Estos de IDEA son increíbles. Meten una mesa redonda sobre transparencia y no lo invitan a Boudou». En el muy aplaudido panel sobre educación, su moderadora, Luciana Vásquez, destacó el hecho de que dos de nuestros premios Nobel, Bernardo Houssay y César Milstein, eran egresados de colegios nacionales. Creo que fue injusta con las escuelas privadas. En una de ellas se recibió Máximo Kirchner.
Como les decía, el pasado reciente, por reciente o por traumático, se cuela por las rendijas, incluso en un foro que intenta mirar el porvenir. En el mismo panel sobre educación, Santiago Bilinkis, un emprendedor súper techie, contó que dedica una mañana por semana a hacer, desde su casa, un curso online de la Universidad de Harvard. Sentada a su lado estaba la secretaria de Políticas Educativas de La Matanza, Silvina Gvirtz. Harvard, La Matanza. Vuela la memoria. «Chicos, estamos en Harvard, no en La Matanza.» Pobre Cristina, la fórmula de Macri no le funcionó. A aquella charla con los estudiantes en Boston debería haber ido ella. Fue un error mandar en su lugar a una abogada exitosa.
También el Presidente -perdón, su imitador- volvió sobre el pasado al recordar las promesas que había hecho en el anterior Coloquio, cuando todavía era candidato: fin del cepo, regularización del Indec, independencia del Banco Central… Pero en aquellos días no importaba mucho lo que dijera, y el aplausómetro fue un reflejo fiel: el círculo rojo creía más en el triunfo de Scioli. «Scioli, Scioli…, me suena», ironizó un ejecutivo que hace un año no apostaba un peso por Cambiemos. Ese club de poderosos e influyentes tampoco reparó, durante el último Coloquio, en María Eugenia Vidal, considerada por entonces el gran error de Macri. ¡A quién se le ocurre poner a una virtual desconocida a disputar con Aníbal Fernández el distrito que va a decidir las elecciones! Pero «Heidi» dio vuelta la página y anoche, convertida en figura estelar del cierre del encuentro, logró que el auditorio cayera rendido a sus pies con la receta que usa cada vez que habla: 50% de cosas que suenan sensatas, creíbles, y 50% de dulce de leche (sonrisas, tonos, gestos). Amable compensación para una provincia que se privó de Aníbal.
¿Macri olvida y perdona como ella? No lo sabemos. Sí sabemos que a veces el pasado y el presente se confunden. Anteanoche, en el piso 12 del Sheraton, Natalia Oreiro se volvió a revestir de Gilda e hizo delirar a lo más granado del empresariado argentino, que enloquecía por atraparla en una selfie. Impensado regreso a lo nac & pop en las altas cumbres, allí donde se podía sospechar que Bob Dylan pega más que la cumbia.
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