La gobernación autoritaria sobre Buenos Aires, ejercida por Juan Manuel de Rosas desde 1829, fecha de su ascensión, hasta 1852, desencadenaría una batalla sin precedentes en la Argentina del siglo XIX; la “Batalla de Caseros”. Durante su gestión, Rosas se opuso a la organización nacional y a la sanción de una Constitución ya que esto significaba el reparto de las rentas aduaneras con el resto del país, una reducción económica considerable, y la pérdida de la hegemonía porteña.

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Foto: Abanderados y escoltas de Escuela Técnica en el acto realizado en Victoria para recordar la fecha histórica

En consecuencia, su ex aliado, Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, decidió redactar en 1851 un documento conocido como el “Pronunciamiento”, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores, que hasta ese momento, poseía Buenos Aires.

En otras palabras, este general entrerriano se preparaba para avanzar sobre Rosas y su ejército y para llevar a cabo esta tarea decidió reunir a las fuerzas del Brasil, el Uruguay y la provincia de Corrientes bajo el nombre del “Ejercito Grande”.

La batalla se desarrolló el 3 de febrero de 1852 en la estancia de la familia Caseros (de aquí su nombre), situada en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Rosas contaba con 34.000 soldados en total, 22.000 infantes y 12.000 hombres de caballería, además de 60 cañones, frente a los 24.000 enlistados de Urquiza, entre ellos 3.500 brasileños y 1.500 uruguayos. Cabe aclarar que se produjeron diversas deserciones en ambos bandos.

Durante aproximadamente seis horas, estos guerreros de la patria chocaron sus fuerzas en un duro enfrentamiento. La infantería brasileña, apoyada por una brigada uruguaya y un escuadrón de caballería argentino, tomó el “El Palomar”, una curiosa construcción circular destinada a la cría de palomas situada cerca de la derecha rosista con lo cual se logro derribar los flancos y arremeter contra el centro del ejercito para destruirlo definitivamente.

Sin nada más que hacer, la victoria quedaba en manos del general Urquiza y sus aliados. Sorpresivamente, solo se registraron 100 ó 120 hombres muertos en combate en un duelo que implico a más de 47.000 soldados.

Posteriormente, los traidores a Rosas fueron ejecutados y por su parte, este último decidió huir a su chacra de Burguess, cerca de Southampton, Inglaterra, acompañado por peones y criados ingleses. Volvió a dedicarse a las tareas rurales hasta su muerte, ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.

Antes de su muerte, redacta un testamento político en el cual asume todas las responsabilidades de su fracaso durante su gobierno.