¿Internet y las nuevas tecnologías alteran el funcionamiento de la memoria?
¿Quién escribió la canción True color, mamá?, pregunta Josephine de 11 años. No me acuerdo pero esperá que lo googleo o que se lo pregunto a la computadora «Siri» en el Iphone.
-¡Cindy Lauper!, grita la mamá.
¿La pulsión contemporánea de consultar todo en Internet y tenerlo allí guardado y accesible atenta contra el ejercicio y uso de la memoria?
¿En qué han cambiado básicamente las actividades cognitivas de las personas a partir de la irrupción y uso constante de las nuevas tecnologías?
Los neurocientistas como expertos conocedores del cerebro tienen una mirada más optimista que los cientistas sociales sobre cómo las nuevas tecnologías impactan en nuestra memoria y el cerebro.
Mientras que para los primeros las nuevas habilidades y destrezas cognitivas que ponemos a prueba a diario con el uso de Internet representan un desafío; para los segundos, inhiben capacidades naturales y vuelven perezoso a la memoria y al cerebro.
Uno de los tantos últimos estudios sobre el tema fue publicado en 2013 en la prestigiosa revista Scientific American que planteó cómo «la nube» está cambiando la forma en que recordamos el mundo que nos rodea.
Según la revista científica, que avala el paper con investigaciones realizadas en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Wisconsin todos delegamos tareas mentales de recordación en los demás: familia, amigos y colegas en el trabajo por ejemplo. Es decir distribuimos automáticamente la responsabilidad de recordar hechos y conceptos entre los miembros de nuestro grupo social. De alguna manera compartimos los recursos cognitivos para recordar las cosas.
Esta tendencia a distribuir información a través de lo que se llama un «sistema de memoria transactivo» está basada en una sociedad «cara a cara», de interacciones personales. Un mundo en donde la mente humana representa un tope del almacenamiento de la información.
Sin embargo, este mundo ya no existe consigna la publicación Scientific American. Con el desarrollo de Internet, la mente humana ha cambiado de rol. Internet se ha convertido en el disco rígido externo de nuestros recuerdos.
La memoria externa
Google y Wikipedia han cambiado todo. La distinción entre la memoria interna y la externa -lo que reside en nuestra mente en oposición a lo que un amigo sabe -cambia radicalmente cuando el confidente es Internet. La información obtenida de la nube llega a veces más rápido de lo que podemos sacar de nuestros propios recuerdos.
¿El uso de internet y las nuevas tecnologías limitan o expanden el funcionamiento de nuestra memoria y cerebro? Una de las claves parece residir en el tiempo de exposición.
El doctor Roberto Rey médico neurólogo del Instituto Argentino de Investigación Neurológica (IADIN) explica a Infobae que las adaptaciones de nuestra memoria y de la actividad cerebral no empezó con la tecnología actual sino con las pinturas rupestres: «Decir que la tecnología entorpece la actividad de nuestro cerebro es un poco simplista. Desde que el hombre utilizaba las pinturas rupestres para ampliar y perpetuar el lenguaje, para que no muera con su generación; ya entonces realizaba modificaciones en el funcionamiento de su memoria y cerebro».
«Desde aquella época prehistórica hasta hoy no hubo un cambio cualitativo en las modificaciones que realiza el cerebro ante lo nuevo; sí hubo y hay actualmente un cambio cuantitativo. Con la lectoescritura, el hombre aprendió a escribir y la memoria también cambió y sigue cambiando hasta hoy con las nuevas tecnologías que le exige nuevas destrezas y combinaciones sinápticas cerebrales para adaptarse a lo que propone un software, un teclado, un reloj o una calculadora»
Puntualiza Rey: «La tecnología de hoy cambia nuestra memoria a partir de disponer de nuevas herramientas para facilitar y amplificar nuestro campo, y así podemos redirigirlo y reexplorarlo».
A esta altura de las circunstancias: está claro que Internet amplía la ventana al mundo, agrega información, permite interactuar de manera global e instantánea, permite el libre acceso a contenidos y saberes que antes estaban en manos de unos pocos. Las ventajas son muchas pero ¿qué nos quita?
Pablo Richly, jefe de la clínica de Memoria INECO (Instituto de Neurociencias Cognitivas) y subdirector del Instituto Alzheimer de la Fundación INECO aclara el tema a Infobae: «Con la escritura comienza la historia porque marca un hito, a partir de ese momento, por primera vez, fuimos capaces de guardar información fuera de nuestras mentes. Esto significó que los humanos éramos capaces de almacenar más información que antes, por más tiempo y de manera inalterada».
Precisa Richly: «En la década del 90´ con la aparición de Internet se dio un crecimiento exponencial de este fenómeno en constante crecimiento,con sus consecuentes efectos. El almacenamiento externo de la información y sobre todo su casi ubicua accesibilidad mediante los desarrollos tecnológicos en telecomunicación han cambiado nuestros hábitos y por supuesto el de nuestros cerebros. Estos cambios son de orden adaptativo. Son buenos si sabemos aprovecharlos pero como todo, su mal uso puede volverse en nuestra contra».
Nicholas Carr, uno de los que amplificó el debate
El cerebro posee plasticidad neuronal por eso podemos constituir nuevos circuitos neuronales a lo largo de nuestra vida y los antiguos pueden fortalecerse, debilitarse o extinguirse por completo.
En 2010 el escritor británico Nicholas Carr en su libro Superficiales se preguntó: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Editorial Taurus)
El libro fue best seller global y Carr hizo un valioso trabajo de recopilación sobre las nuevas tecnologías y el impacto sobre el cerebro y la memoria. Y logró amplificar el debate hacia el gran público fuera de los claustros científicos.
El libro plantea un panorama sombrío para las generaciones que usan la tecnología de manera cotidiana y excesiva y considera que ésta limita la memoria y el desarrollo del cerebro.
El prestigioso neurobiólogo y director del Instituto de Neurociencias Cognitivas (INECO) y de Neurología Cognitiva de la Universidad Favaloro Facundo Manes fue contundente desde el título de una columna de su autoría en el diario La Nación en el 2011: Internet no debilita la memoria.
El uso de la Web como un banco de la memoria es virtuoso. Ahorramos espacio en el disco duro para lo que importa y, en todo caso, entendiendo a Internet como una red, nos trae a cuenta una información variada, un conjunto de voces frente a las cuales el usuario es soberano. Si un hecho almacenado en forma externa fuese el mismo que un hecho almacenado en nuestra mente, entonces la pérdida de la memoria interna no importaría mucho. Pero el almacenamiento externo y la memoria biológica no son la misma cosa. Cuando formamos, o «consolidamos», una memoria personal, también formamos asociaciones entre esa memoria y otros recuerdos que son únicos para nosotros y también indispensables para el desarrollo del conocimiento profundo, es decir, el conocimiento conceptual. Las asociaciones, por otra parte, continúan cambiando con el tiempo, a medida que aprendemos más y experimentamos más.
La esencia de la memoria personal no son los hechos o experiencias que guardamos en nuestra mente, sino «la cohesión» que une a todos los hechos y experiencias.No existe ninguna evidencia científica de que las nuevas tecnologías estén atrofiando nuestra corteza cerebral, sentenció Manes en el artículo.
El eje de la postura de Nicholas Carr para «atacar» los mecanismos de almacenamiento y el acceso a la información que ofrece Internet está basado en la pérdida de la capacidad de discernimiento, sobre todo de las generaciones jóvenes. Y sobre la «memoria externa» de Internet que cuando sólo se basa en conexiones externas pierde su propia identidad, y se acaba teniendo una personalidad más plana.
Las virtudes de la interacción
En una sociedad hipertecnologizada, las virtudes de la interacción social siguen siendo centrales para comprender el mundo que nos rodea.
Refuerza el doctor Rey a Infobae: «La tecnología actual impacta con modificaciones fisiológicas en la plasticidad neuronal. Escribir con dos dedos en el teclado del smartphone no es lo mismo que escribir con los diez dedos cuando se estudiaba en las academias de mecanografía. Allí hubo una modificación, un cambio plástico individual de la plasticidad neuronal, que opera sobre la creación de nuevas redes, interconexiones e inhibiciones neuronales».
Rey rescata la transferencia del conocimiento persona a persona que complementa el lugar de la tecnología: «En la medicina como en otras disciplinas hay cuestiones que sólo se pueden transmitir de persona a persona. Y aquí no tiene ningún lugar la tecnología. Esta faceta de la transferencia del conocimiento no se puede ahorrar; si no que complementa la acción de la tecnología que con la información teórica amplifica el saber y el conocimiento de manera increíble».
La clave: el tiempo de exposición
Otro aporte importante a este debate es el del psiquiatra estadounidense Gary Small . Su última investigación publicada este año como director del Centro de Investigaciones en Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California (UCLA) es esclarecedora sobre cómo y por qué Internet altera el funcionamiento del cerebro. Veamos según Small si es para bien o para mal.
Small apuntó su estudio a los que él mismo denomina los inmigrantes digitales: personas entre 55 y 76 años, que fueron sometidos a pruebas de resonancia magnética funcional mientras navegaban por Internet. Y no a los jóvenes under 30 considerados nativos digitales.
El estudio de Small revela que la exposición a la red fortalece algunos circuitos neuronales. «Hacemos más con el cerebro, gastando menos energía», explicó. De acuerdo con el investigador, Internet puede ser una fuente de ejercicios para la mente, atenuando la degradación provocada por la edad. Pero eso ocurre sólo cuando hay un uso moderado ya que la sobreexposición tiene efectos nocivos.
¡Liberen a la memoria!
La casi obsesión de Carr es que poco a poco los individuos se vuelven menos dependientes de los contenidos de su propia memoria. No hay que memorizar, se puede consultar. Basta con tener una forma de buscar y encontrar eficazmente ya sea usando la memoria o con una herramienta de búsqueda. La memoria biológica está viva. La memoria informática no.
Concluye Rey: «Las «nuevas» tareas que nos propone la tecnología actual implica una remodelación de nuestro cerebro. Y hay superar la tentación de juzgar a la tecnología como minimizadora del desarrollo de nuestra actividad cerebral, cuando también abre nuevos campos y saberes»
El doctor Pablo Richly, jefe de la Clínica de Memoria INECO define a Infobae: Cuando alguien me pregunta si es malo que tengamos estos recursos tan asombrosos y hayamos dejado de lado nuestras costumbres del pasado mi respuesta es: ¿Volverían a ir caminando a lugares cuya distancia superen los 1000 km? ¿Volverían a cazar animales sin más recursos que sus manos?
Refuerza Richly: «La tecnología le permite a nuestra mente hacer mucho más de lo que esta puede hacer sin su ayuda. Si creen que me equivoco solamente les pido que recuerden un día de trabajo en el cual sus computadoras se hayan rebelado».
El futuro respecto al desarrollo del cerebro y la memoria propulsado por la aplicación y uso de los avances tecnológicos y científicos es auspicioso. Según escribió el propio Small: En un futuro no muy distante tendremos la capacidad de estimular la actividad de células cerebrales individuales. Y se podrá chequear y corregir nuestro circuito neuronal por medio de controles remotos, semejantes a los de la TV.
Tendremos también implantes mínimos en la cabeza, que le permitirán a nuestra mente conectarse a computadoras y harán que las máquinas entiendan los comandos ordenados por el cerebro.
En la película Transcendence, la última protagonizada por Jhonny Deep se pueden dimensionar algunas de éstas ideas, pero aún bajo la órbita de la ciencia ficción.
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