La campaña en modo salvaje: Bullrich y Massa se juegan todo a último momento para entrar a un balotaje
Hay mucho dato político circulando. Reuniones, paranoias, alianzas estratégicas. La suerte está echada. En el medio, este fin de semana extralargo puede servir para buscar certezas y hacerse preguntas. Acá mismo, hicimos el ejercicio antes de las PASO cuando el único dato cierto era el volumen enorme de los indecisos.
La duda principal entonces era cómo le iba a ir a Milei pero eso es historia vieja. En los últimos dos meses, el libertario fue el algoritmo indiscutible de todas las conversaciones. Repetiremos entonces la experiencia con un escenario mucho más hostil y probablemente más abierto: ¿Puede haber un cisne negro el domingo? ¿Cuál es el techo de Milei? ¿Hay balotaje seguro o se puede resolver en primera vuelta? ¿Es el fin de las coaliciones mayoritarias de la argentina? ¿Importan los indecisos en esta elección? ¿Irá mucha más gente a votar? ¿Quién se queda con esos votos? Y probablemente, lo que más preocupa: gane quien gane, ¿queda espacio para una transición calma en Argentina? Lo que sigue es información y conversación con los analistas políticos y consultores más lúcidos del país.
El cuarto se asemeja a un aula de colegio. Adentro hay mesas y boletas completas con las listas de los cinco candidatos presidenciales. Esta escena en Ciudad de Buenos Aires. Hay una urna y una decisión por tomar. Afuera el dólar empieza su disparada. De a uno, van entrando hombres y mujeres de distintas edades y diferente entorno económico y social. Hay cámaras pero no las ven. En una sala de monitoreo, los analistas observan cada detalle del comportamiento.
Es como un panóptico o una cámara Gesell. Los analistas no tienen un cronómetro en la mano pero podrían. Miden obsesivamente el tiempo que le toma a cada votante la elección de su boleta antes de meterla en la urna. Y el resultado deriva en un informe que circula en la mesa de campaña del oficialismo.
En este estudio cualitativo sobre el momento del voto, mucha gente se queda mirando las boletas sin saber que hacer. Pensando. Mirando la nada. ¿Quién puede pensar tranquilo con tanto desequilibrio? Milei diciendo que el peso vale menos que excremento, el Presidente -que no está- aparece para denunciarlo; el dólar a mil pesos, supermercados con góndolas vacías de productos esenciales como arroz, harina, galletitas, aceite. Ayer era difícil conseguir nafta. Mucho más difícil es conseguir precio para quienes tienen un comercio.
La inflación de los alimentos en septiembre fue 14,3%, pero la disparada del dólar llega a los precios ahora mismo, no en el índice del mes que viene. O te venden carísimo o no te venden. La enumeración puede ser infinita pero avancemos un poco más: las familias que tienen a sus chicos en escuelas privadas y les está llegando una matrícula que en muchos casos no podrán pagar.
Falta otro desastre en este relevamiento: el “Yate gate” y el “Chocolate gate”, que trajeron la corrupción a la médula de la campaña. ”Yo creo que la gente ya no está escuchando nada – dice Ana Iparraguirre-. Van a ir a votar con el estómago: literal. En todos los sentidos”. En muchos estudios cualitativos se escucha esta frase: “Al final tenés que apagar la tele y abrir la heladera”.
Antes de las PASO, mataron a Morena, de 11 años, para robarle la mochila cuando iba a la escuela en Lanús y ejecutaron de un balazo en la cabeza a un cirujano de Ramos Mejía para robarle el auto. Fue la previa a las PASO. Parece en otro mundo. Pasaron apenas 62 días. La agenda de seguridad casi no entró en la campaña de las generales.
En un focus group después de las primarias y de la devaluación del día siguiente, los consultores sólo escuchaban una frase que se repetía con desolación en cada rotación de los grupos: “El azúcar a 1200 pesos”. Hoy cuesta $1600 si es primera marca. Y además no se consigue. ¿A quién perjudica el descalabro económico? “Las crisis económicas son perjudiciales para los oficialismos”, responde el politólogo Andrés Malamud. O sea al ministro de Economía, Sergio Massa. Pablo Knopoff de Isonomía dice que “el enojo y el miedo son las dos emociones que definirán una elección casi trágica porque revela el problema de legitimidad del sistema político. Nunca hubo tanto peso de emociones negativas”.
Hay una variable que casi no se modificó a lo largo de las encuestas del último mes y medio: dicen primero Milei, segundo Massa y tercera Bullrich. Todas coinciden que el tracking de los últimos días frenó y bajó el voto a Massa. Hay mucha disparidad sobre cómo afectan a Milei sus exabruptos sobre el peso y los ahorros. Y más intrigante todavía los movimientos de los votos a Bullrich.
Antes de escribir esta columna consulté los números que manejan las tres principales fuerzas en competencia: ninguna tenía encuestas que no predigan un balotaje. Se sabe que igualmente el voto se mueve mucho en el sprint final y se define finalmente en el cuarto oscuro.
¿Alguien cree en las encuestas? Es difícil, pero está medido que después de las PASO el voto se ordena de otra manera. La gente se involucra más y los resultados deberían ser más predecibles.
Pesa el fantasma de 2019, cuando Alberto Fernández le ganó a Macri las PASO por una diferencia enorme que todas las encuestas pronosticaron que se ampliaría en la General. Ninguna hablaba de menos de diez puntos de diferencia, pero al final, la diferencia se achicó a 7 puntos entre los dos. O sea, otra vez fracasaron. ¿Vale el ejemplo para pensar ahora? Milei es un factor nuevo, totalmente distorsivo para cualquier análisis con elecciones anteriores. Los consultores tienen medido que frente a una corrida, el argentino vira a la angustia. ¿Quién la capitaliza? Milei o Bullrich. Esa es la pregunta esencial. Ese puede ser el cisne negro de esta elección.
Shila Vilker, directora de TresPuntoZero apunta que el mayor éxito de la oposición es haber convencido a la gente de “que el país tiene que atravesar una situación traumática, un momento doloroso con una hipercrisis. El abismo es una condición para la salida”.
Sobre las certezas, es seguro que 4 o 5 por ciento más de argentinos, como mínimo, irán a votar. Así sucedió en las elecciones provinciales, así se vienen comportando los argentinos en las presidenciales anteriores y los debates presidenciales generaron una atención indiscutida.
Acá se está definiendo un cambio político y cultural muy grande en el país. ¿Quién se llevará esos votos? Ana Iparraguirre entiende que “la elección está totalmente abierta. Se esperan dos millones de votos de personas que no fueron a las primarias y hay que ver adonde van los casi 900 mil votos en blanco de las PASO y el millón de votos de los candidatos que no pasaron a la general”.
El resultado en la provincia de Buenos Aires es otro elemento estratégico, A pesar de todos los escándalos de corrupción, Axel Kicillof todavía aparece ganador en los sondeos. En esa provincia, Milei hizo ahora su apuesta máxima de campaña y la recorrió como nunca antes con su motosierra. En las PASO sacó 5.5 puntos menos en Provincia que a nivel nacional.
El movimiento de cada punto en esa provincia puede definir su destino. En cinco días hábiles, el 23 de octubre, tendremos otro país sea cual sea el resultado.El estudio de humor social de la consultora W dice que los argentinos llegamos a las urnas “aturdidos, perdidos y asustados”. Es una “Sociedad Caja Negra”. Puede salir cualquier cosa de ahí. Aunque haya segunda vuelta empezará también la construcción de una transición que está llena de preguntas. Escribe Andrés Malamud: “La transición calma no es un escenario plausible”.