Dueño de una fortuna en inmuebles, las islas de este inversor que murió soltero y sin hijos es el eje de una espinosa puja judicial.
 La historia de Deliot y el destino de su herencia millonaria

Algo hizo pensar a Carlos Deliot al inicio de la década de 1940 que se acercaba su fin. De personalidad ensimismada, este contador rosarino de fortuna decidió entonces organizar el destino de la enorme cantidad de tierras y lotes en la ciudad que atesoraba tras distinguirse en el mundo de los negocios inmobiliarios. «No tengo hijos ni hijas naturales», decía en su testamento. Eran de su propiedad franjas del parque Regional Sur en la zona del Saladillo, inmuebles en Fisherton, terrenos en barrio Moderno sobre Seguí y Rouillón donde estaba su casa, las tierras del hoy llamado polideportivo Deliot en la zona oeste y hasta la plaza del Aguaribay que es uno de los pocos lotes verdes sobre la zona más cotizada de bulevar Oroño, y está a la altura del 1500.

Cuando Deliot falleció en 1944 se abrió un sobre cerrado y lacrado con su testamento confeccionado el 8 de diciembre de 1942. Allí hubo un escribano, Pablo del Castillo, que informó el resultado delante de un representante de la Municipalidad y a algunos acreedores. El apoderado del municipio, según consta en el acta, expresó que recibía los bienes al solo efecto de crear una institución que debía llamarse “Fundación Deliot” ya que, según lo surgido de las disposiciones testamentarias por expreso deseo del filántropo, “la Municipalidad no puede disponer de los bienes relictos bajo ningún concepto, ni administrarlos, debiendo sus rentas figurar en una cuenta especial” en el

Los bienes relictos son los bienes, las obligaciones y los derechos que resultan de la muerte de un individuo. ¿Qué quería Deliot? Que se diera a la Municipalidad la posesión de los bienes no poseídos por terceros. ¿Pero deseaba que Rosario terminara como dueña de las tierras? El testamento tiene zonas de ambigüedad. Y por tanto las interpretaciones son dispares entre el municipio, que las reconoce suyas en base al legado, y el empresario Enzo Mariani, que reclama propias 800 hectáreas de las islas del Charigüé.

 

Para disponer de los bienes la Municipalidad debía instituir una fundación por voluntad del mismo Deliot. Un año después de su muerte, el 16 de febrero de 1945, se creó por decreto esta entidad, cuya finalidad fue construir y mantener un hospicio, bajo la dirección técnica de la Sociedad Damas de Caridad. El patrimonio de la Fundación Carlos Deliot debía ser administrado por una comisión integrada por el intendente municipal, el presidente del Concejo y el asesor letrado del Hospicio de Huérfanos.

¿Esto significa que el entero acervo patrimonial de Deliot estaba, en su voluntad, destinado a ser administrado por la Fundación? Es parte de la discusión jurídica. El acta de constitución de la Fundación Deliot fue suscripta el 17 de septiembre de 1945.

Deliot pidió que todo lo que se genere con su patrimonio fuera destinado al Hospicio del Huérfano y su nuevo emplazamiento en el Barrio Moderno sobre terrenos de su propiedad. El filántropo parece aclarar en su testamento que no desea que el dinero que se produzca por enajenación de patrimonio o por explotación vayan a las arcas del Estado sino a una cuenta del Banco Municipal a nombre de la Fundación para ser remitidas al Hogar del Huérfano. Pero también dice textualmente que su voluntad es que «todos mis bienes pasen a la Municipalidad de esta ciudad, a fin de que con sus rentas se construya y mantenga un edificio que lleve el nombre de un gran amigo, el doctor Mauricio Casal».

Sobre esto se monta la discordia entre el municipio y el empresario Mariani. Lo que dice este último a través de su abogado, al comparecer espontáneamente ante el juez federal de Paraná Daniel Alonso para rechazar que haya quemas en sus campos como denunció el municipio, es que las muchas hectáreas que estaban en la isla, en vida del filántropo, «eran inmensidades totalmente inhóspitas y desocupadas, hoy abusadas por la Municipalidad de Rosario».

Mariani señala allí que Rosario le dio a esas tierras un destino diferente a las que pidió Deliot con su testamento, que no era, según dice su abogado, «ser plazas o presuntas reservas ecológicas donde se gastaron enormes sumas de los contribuyentes rosarinos para pasarelas y otras obras en terrenos privados de otra provincia que solo estuvieron a cargo de la Municipalidad de Rosario para su guarda y custodia, la que nunca fue cumplida».

En un artículo de La Capital del 23 de mayo de 2004, historiadores de las elites rosarinas indicaron que la administración municipal de las propiedades debió esperar muchos años porque si bien Deliot era soltero y no tenía herederos, algunos parientes impugnaron el testamento e iniciaron una larga batalla judicial, mientras las propiedades quedaban en virtual estado de abandono. Sobre fines de 1989, cuando era intendente Héctor Cavallero, se regularizó la situación legal de la Fundación. Muchas propiedades entonces se vendieron o subastaron y el dinero se otorgó al Hogar del Huérfano. Fue allí que se anunció la construcción de la reserva ecológica en las islas.

Al presente, la pulseada trabada por las islas se da en un escenario temporal turbulento, en un año en que arreciaron las quemas con efectos ambientales, que incentivó a diversas organizaciones políticas y ecologistas a promover una ley de humedales que tienda a restringir en la zona de islas las actividades primarias como la explotación agrícola y de hacienda. Al mismo tiempo en que los ganaderos afirman no tener nada que ver con las quemas por ser del todo contrarias a sus intereses.