En lo que va del año legislativo, Diputados apenas se reunió una vez para escuchar el informe de gestión del jefe de Gabinete, Marcos Peña, mientras que el Senado solo sesionó hace poco más de dos semanas para aprobar la Ley de Emprendedores

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Desde que el presidente Mauricio Macri inauguró el 135° período de sesiones ordinarias el pasado 1 de marzo, el Congreso entró en un estado de parálisis casi extrema. En lo que va del año legislativo, Diputados apenas se reunió una vez para escuchar el informe de gestión del jefe de Gabinete, Marcos Peña, mientras que el Senado solo sesionó hace poco más de dos semanas para aprobar la Ley de Emprendedores.

Sin embargo, tal como lo refleja un relevamiento entre 2003 y 2016 de la Fundación Directorio Legislativo para ámbito.com, esta inacción no es extraña en virtud de tratarse de un año electoral. Solo al tomar ese período queda en evidencia que los años en los que se llevan a cabo elecciones hay menos sesiones, aunque no necesariamente eso conlleve menos leyes sancionadas.

En 2003, año en el que asumió Néstor Kirchner la presidencia sucediendo en el cargo a Eduardo Duhalde tras la debacle económica y política de 2001, el Congreso aprobó 146 leyes. Entre las más destacadas están la nulidad de la Obediencia de Vida y Punto Final, y la de Educación, pero debido a la crisis precedente se sancionaron gran cantidad de normas.

Ya en 2004, sin comicios, las Cámaras se reunieron en total 61 veces y aprobaron 142 leyes. Un año después esos números cayeron rotundamente a 43 sesiones y 65 votaciones afirmativas. Al siguiente, en 2006 y otra vez sin elecciones, volvieron a subir a 64 y 139, respectivamente. Como se ve, en ese 2005 en que se renovaron legisladores la actividad se vio profundamente disminuida.

A partir de 2007, el Congreso mantuvo una tendencia hasta el presente donde el número total de sesiones no superó las 44 y tuvo un piso de 21. Ese año, en el que se realizaron las elecciones que derivaron en el primer mandato de Cristina de Kirchner como jefa de Estado, diputados y senadores se reunieron 40 veces para alzar la mano a favor de 136 iniciativas. En 2008 no hubo una modificación significativa: 44 sesiones, con 119 leyes.

Cuando en 2009 los argentinos volvieron a las urnas, Cristina ya llevaba más de un año y medio en el poder y había atravesado el duro conflicto con el campo por la aplicación de las retenciones móviles a la exportación. Solo 30 sesiones se llevaron a cabo, aunque el número de leyes aprobadas fue un considerable 111. Para 2010 la relación fue 36 reuniones, seis más que el período anterior, y 70 sanciones.

Pero en 2011, nuevamente en un año electoral, la actividad legislativa decayó significativamente. Apenas 22 sesiones para aprobar 79 normas. En un fuerte contraste, en el siguiente período casi que se duplicó la cantidad de veces que los diputados y senadores se sentaron en sus bancas. Y además se votaron cuestiones tales como la reestatización de YPF, el voto a los 16 años, la ley de identidad de género, y la que instauró la figura del femicidio, entre otras.

La tendencia continuó al ritmo del calendario electoral. De hecho en 2015, el último año de gestión del kirchnerismo y en el que Macri fue elegido presidente luego de tres votaciones (primarias, generales y balotaje), se produjo el mínimo de sesiones con 21, pero con la particularidad de que las leyes sancionadas fueron 125, una cifra alta aunque medio centenar por debajo de las 174 del año anterior. El balance legislativo de 2016, primero de la alianza Cambiemos en el poder que sin embargo no cuenta con mayoría en el Congreso, arrojó 39 sesiones y 96 leyes sancionadas. El número de concurrencia a los recintos no desentona con los años no electorales del período analizado.

Este año se renovarán 127 diputados y 24 senadores. Muchos de los que vencen su mandato se embarcarán en la tarea de permanecer un nuevo período en sus bancas o bien hacer el intento de saltar hacia la otra Cámara, por lo que se descarta que la atención de los legisladores estará más en la campaña electoral que en la actividad parlamentaria. Así, el Congreso se encamina en 2017 a ser otro año donde pocas veces suenen las chicharras para convocar a sesionar.