La institución acaba de publicar su primer manual de estilo. Está coordinado por Víctor García de la Concha y rechaza la utilización del “todes”, “tod@s” y la totalidad de las nuevas formas que se acuñaron en contra del “sexismo” del lenguaje.

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Libro de estilo de la lengua española, según la norma panhispánica es el primer manual de estilo publicado por la Real Academia Española (RAE) y está recién salido del horno, ya que se presentó en sociedad ayer, 26 de noviembre. 

Coordinado por el director honorario de la institución, Víctor García de la Concha, está destinado sobre todo a los “escritores digitales”, esos que dicen “te comparto” en lugar de “comparto con vos” y cometen otros sacrilegios lingüísticos. Según De la Concha, «la escritura digital debe respetar todas las normas lingüísticas generales».

El flamante manual tiene una tirada de 10.000 ejemplares y fue editado por Espasa.  García de la Concha dijo en la presentación que el manual que acaba de publicarse comenzó a gestarse en 2001 con una propuesta del académico Francisco Rico.

El llamado “lenguaje inclusivo” fue rechazado de plano ya en las primeras páginas. El término todos, dice De la Concha, “por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos”. Es decir, palabras como “todos” abarcan la totalidad y el “todes” es una expresión caprichosa.

¿Por qué se encarga el manual de estilo de aclararlo de forma tan rotunda? Porque la vicepresidenta de España, Carmen Calvo, consultó a la RAE respecto de la posibilidad de modificar la Constitución del país para incluir formas que se consideran igualitarias. Según Calvo aclaró oportunamente, el encargo no tiene nada que ver con una posible reforma de la Constitución en su contenido. “Independientemente de esta reforma –aclaró- será necesario empezar a tener un texto que nos incluya a las mujeres”. El director de la RAE, Darío Villanueva contestó en esa oportunidad: “Responderemos con lo mejor que sepamos: no cabe pensar que nos vamos a apartar de lo que ha sido la tradición gramatical ortográfica y lexicográfica desde hace más de 300 años, que ha ido evolucionando y se ha puesto al día”.

Arturo Pérez Reverte reaccionó de manera drástica ante el pedido y dijo que si la RAE aconsejaba la reescritura de la Constitución con lenguaje inclusivo, se iría de dicha institución de la que es miembro. “Carmen Calvo –declaró-  encarga a la RAE un informe para una reforma de género de la Constitución. Al final vamos a reformar antes las desinencias que los derechos. No nos cabe un gesto más en el cerebro”.

Por su parte, el escritor Javier Marías, miembro de la RAE, en un artículo aparecido en El País bajo el título “No esperen por las mujeras”, dijo: “Es absurdo, además de dictatorial, que diferentes grupos -sean feministas, regionales o étnicos- pretendan, o incluso exijan, que la RAE incorpore tal o cual palabra de su gusto, suprima del diccionario aquella otra de su desagrado, o ‘consagre’ el uso de cualquier disparate o burrada que les sean gratos a dichos grupos”.

Lo que se viene ahora es una andanada de críticas que ya se esbozan en las redes sociales. Según parece, el binarismo no es privativo de quienes consideran que sólo existen dos tipos de sexualidad, la femenina y la masculina. Estar en contra o a favor del “lenguaje inclusivo” divide aguas de manera igualmente tajante. Si la RAE se basa en criterios de corrección o de tradición, quienes promueven el lenguaje inclusivo con frecuencia manifiestan un cierto desconocimiento acerca de la forma en que se producen los cambios en una lengua y bajo la palabra lenguaje incluyen de forma indiscriminada desde el nivel fonético al discursivo.

Nadie duda de que existe un discurso machista que no es lo mismo que decir que el lenguaje es machista en su morfología. Resulta difícil imaginar que con la caída del Imperio Romano y la formación de las lenguas romances el español haya perdido el neutro latino por una conspiración masculina. Si de ese neutro sólo sobreviven algunas forma como esto, aquello, eso, lo, no es porque un grupo de hombres o de hombres y mujeres retrógrados haya conspirado para lograrlo, sino porque la lengua tiene sus propios mecanismos. Uno de ellos es que entre dos formas posibles, siempre elige la más simple. La lengua está viva y por eso cambia, pero nunca lo hace por el decreto o por el gusto de uno o varios grupos de hablantes. Es ella misma la que dicta sus leyes y produce los cambios sin que éstos puedan determinarse desde afuera.(I:Mónica López Ocón)