Los diez peores consejos que toda madre alguna vez recibió
Ser madre es, sin dudas, una de las experiencias más movilizantes que una mujer vaya a experimentar. La llegada de un hijo viene a poner un manto de duda sobre todo lo que creíamos saber y a reflotar los temores más escondidos que hasta quizá desconocíamos tener. De golpe la mujer puede llegar a sentir que no está preparada para ser madre (¡justo cuando ya tiene al niño en casa!) o que la realidad la sobrepasa y no puede con todo lo que esto implica.
Es ahí cuando, generalmente, se interponen entre ella y su «instinto» por resolver situaciones los cientos de consejos de madres, tías y abuelas experimentadas, que pretenden allanar el camino de la crianza del hijo a la flamante mamá. Suele ocurrir, también, que las necesidades del bebé son mucho más sencillas de satisfacer y no requieren de manuales de maternidad ni de fórmulas mágicas.
Pero (porque siempre hay un pero) casi siempre responder a la demanda del recién nacidoimplica relegarse como persona «individual». Y quizá pasar horas sin comer, no tener la casa todo lo impecable que se acostumbra o hasta no llegar a bañarse. Entonces, ¿lo alzamos cada vez que pide upa? ¿Le damos teta cada vez que quiere? ¿Lo obligamos a que deje los pañales «cuando se debe»? Para saber un poco más qué hacer ante la nada sencilla misión de criar un hijo, Infobaeconsultó a la escritora Laura Gutman.
Para la autora –entre otros– de La Biografía humana, El poder del discurso materno, La maternidad y el encuentro con la propia sombra, Puerperios y otras exploraciones del alma femenina y La revolución de las madres, «toda cría de mamífero necesita la seguridad que le suministra el cuerpo materno. El mamífero humano también. Pero si el cuerpo no está disponible, el niño será expulsado al vacío emocional».
«Es decir, si el niño vive dentro del amor y el apego con la madre, captará al mundo como amoroso; pero si experimenta el vacío, entenderá al mundo como un lugar hostil del que hay que defenderse. En el futuro la ciencia ‘descubrirá’ que para un bebé no hay nada mejor que una madre… cosa que la humanidad lo viene sabiendo y reprimiendo desde hace siglos», suele enunciar Gutman.
Desterrando mitos
– No le hagas upa porque después te va a manipular. Ningún niño nace para tomarle el pelo a nadie. Los niños llegan al mundo necesitados de ser amados, complacidos, acariciados y protegidos.
– Dale teta cada tres horas, que aguante. La lactancia es amor, dedicación, altruismo y bienestar. Sólo si hemos sido tratados con crueldad por nuestra propia madre, seremos capaces de desear ese nivel de malestar para un recién nacido.
– No lo levantes apenas llora, dejalo que llore; si no, se malcría. Los niños nacieron para ser bien criados. Vienen del amor y del confort del útero materno. Repito, sólo si provenimos de historias de desamparo, violencia, abuso, desamor y terror, seremos capaces de desear algo tan horroroso para un niño que depende absolutamente de los cuidados maternos.
– Ni se te ocurra meterlo en la cama grande; no lo vas a sacar más. Entiendo que si recibimos este tipo de consejos, sólo podemos compadecernos del niño que ese adulto ha sido, aunque ya no lo recuerde.
– Hay que generar rutinas (comer, bañarse, todo a horarios predeterminados). Los niños nacen con un ritmo propio perfecto. Sólo necesitan nuestro acompasamiento para ir acomodándose entre el ritmo interno y el ritmo externo.
– Para que deje los pañales: no des doble mensaje, si se lo sacaste no los vuelvas a poner. Si se hace pis, que se quede mojado y así va a aprender. Son todos consejos basados en el odio, el desamor, la virulencia del maltrato que hemos vivido cuando nosotros mismos fuimos niños.
– A los seis meses hay que pasarlo a su cuarto. Estos consejos nos encantan a los adultos que hemos sido maltratados siendo niños. Ejercer ahora el control sobre los demás nos permite sentir que ya nadie nos podrá lastimar.
– Si ya duerme en su cuarto, no dejes que se pase a tu cama en la mitad de la noche. Si queremos complicar nuestras vidas, pasar noches horribles y odiar al prójimo, podemos hacerlo.
– A la hora de la comida, si no le gusta algo, insistile, tiene que adaptar su paladar. Seguro que eso mismo no nos gustaría que alguien lo hiciera con nosotros.
– Está usando la teta de chupete, no le ofrezcas teta si no tiene hambre. Honestamente, ya no tolero ni siquiera seguir leyendo estas frases cargadas de odio y rencor. La teta es mucho más que alimento. Y si el niño quiere «mimos», dárselos estimula el vínculo afectivo con él, refuerza su autoestima y favorece su desarrollo psicoemocional.
Para tratar de entenderlo más fácil, podríamos intentar pensar que el niño pasó, antes de nacer,nueve meses dentro de la panza de su mamá. ¡Nueve meses! ¡Cuarenta semanas! Escuchando la voz de su mamá todo el día, meciéndose las 24 horas al ritmo de sus movimientos (incluso mientras la madre duerme, su respiración es placentera para el bebé), escuchando los ruidos del mundo exterior «suavizados» por el líquido dentro del saco que lo contenía… ¿Y de golpe nace y pretendemos que se quede tranquilo quieto en una cuna o carrito?
El bebé nace con un repertorio de conductas que tienen como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo y el llanto no son más que estrategias o recursos del bebé para vincularse con sus papás. Por eso es importante que sus demandas sean atendidas con alegría y entrega: si el bebé percibe que sus padres están disponibles para satisfacer sus necesidades, se sentirá seguro.
Para finalizar, Gutman consideró que «las opiniones que circulan suelen servirnos a los adultos, pero no a los niños. En verdad, esos consejos los organizamos para tomarnos una revancha por la violencia, la crueldad y el dolor al que estuvimos sometidos cuando nosotros mismos fuimos niños. En la actualidad –en lugar de recordar ese sufrimiento y de compadecernos de los niños– preferimos imponer a los niños un alto nivel de rigurosidad y maltrato por el simple hecho de que, ahora, ejercemos poder y control»
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