Memoria sobre el dramático caso Reggiardo
José Antonio «Beto» Reggiardo.
De ANÁLISIS
Casi nadie en Entre Ríos se había percatado de la historia de ese hombre misterioso, al que la gran mayoría sólo conocía por sus movimientos en Victoria, donde residió históricamente.
Los ojos de mucha gente se posaron en él a partir de un accidente aéreo. Fue cuando cayó el helicóptero que piloteaba y que estaba guardado en el hangar de la estancia de Villa Celina, en proximidades de Cerrito.
Ese 1 de julio de 1998, el hacendado José Beto Reggiardo, jamás midió con exactitud que hacía exactamente un año que no se utilizaba el helicóptero y más de 15 que no tenía mantenimiento. Y eso podía traer consecuencias. Reggiardo tenía 73 años pero una lucidez envidiable. Contaba con licencia de piloto privado de helicóptero, de avión y planeador.
Ese día de julio, Reggiardo subió al helicóptero con Carlos Alberto Carmona, un piloto retirado del Servicio Penitenciario Bonaerense, que tenía intenciones de comprar la aeronave. Apenas despegó el motor empezó a fallar. El helicóptero ascendió no más de 15 metros, Reggirado hizo una brusca maniobra para no rozar las ramas de eucaliptos y cables de alta tensión, pero fue perdiendo altura hasta estrellarse cerca de la entrada al campo.
El fuego tomó la aeronave. Carmona pudo salir cuando se quebró la burbuja transparente y se alejó del fuego. Reggiardo quedó atrapado. Fue arrastrado de entre los hierros por el propio Carmona que lo tomó del brazo derecho, aunque su cuerpo estaba en llamas.
Moribundo, Reggiardo le dijo a Carmona que se fuera de inmediato, porque la Policía no lo podía registrar en su informe. Nunca se supo por qué el empresario exigió eso. Cuando llegó el médico de la fuerza, se encontró con un panorama preocupante. El cuerpo de Reggiardo estaba afectado en un 75% y las quemaduras le habían afectado órganos internos.
El hacendado fue trasladado al Sanatorio La Entrerriana. Fue puesto en coma medicamentoso con respirador. Al día siguiente fue derivado al instituto del Quemado en Córdoba, con cuyo principal accionista Reggiardo tenía una relación de amistad. El hombre falleció el 5 de julio de 1998, a las 15.30.
Ese mismo día fue trasladado a la Morgue Judicial y luego a Victoria. La mayoría de los victorienses no sabía que Beto Reggiardo guardaba 35 millones de dólares de patrimonio entre campos, propiedades, ganado, una colección de Cadillacs, camionetas, camiones, aviones, acciones en empresas internacionales y cuentas en el exterior.
La otra parte de la historia arranca en octubre de 1954. El día 24 de ese mes, Victoria se conmocionó por una tragedia. Se hundió la barcaza Vitoria Reggia y dejó siete víctimas. Aquel mediodía María Angélica Calderón viajaba junto a su hijo Mario. La lancha había partido desde Rosario a las 13.20, con 57 personas a bordo. Todo marchaba bien hasta que un pasajero borracho comenzó a pelear con el timonel, lo que provocó que la embarcación se estrellara y comenzara a hundirse en medio del río Paraná.
Angélica Calderón tuvo uno de los actos más lúcidos de su vida al arrojar a su bebé de 3 años por la ventana. Se ahogó en el lanchón. Mario Calderón flotó gracias a su bombacha de goma hasta que varios pescadores lograron rescatarlo.
María Angélica, Mario y Gervasio Díaz vivían en la estancia San Carlos, en una casita ubicada a no más de 70 metros del casco principal de la propiedad de “Beto” Reggiardo. Díaz falleció un tiempo antes del accidente náutico, de un infarto cardíaco. El hacendado vivía con su mujer, pero también se daba tiempo para desplegar sus dotes de galán y ser uno de los solteros más codiciados de la zona. Una de sus enamoradas fue María Angélica, con quien tuvo un hijo que nunca supo quién era su verdadero padre hasta que pasaron décadas. Ese pequeño era Mario Calderón, que fue criado por tíos abuelos, hasta que falleció la última de ellos en 1970.
Mario creció en soledad y se dedicó a colocar postes de telecomunicaciones. Una tarde, en una zona de campo de victoria donde estaba trabajando, un vecino le dijo algo que lo conmocionó y marcó su historia.
“El trabajo me trajo a la zona de Victoria para instalar un monocanal en un pueblito. Quise ir a conocer un familiar, porque sé que tenía muchos pero nunca había tenido contacto. Yo tenía más de 40 años. Tengo recuerdos desde los 3 años y nunca había venido a Victoria. Me encontré con Carlos Dosba, un seños excepcional. El me lo dijo como un secreto. Él dio muchas vueltas y rodeos, le costaba. Me dijo que tenía que contarme algo que escuchó cuando era chico, algo que le dijo mi mamá a la suya. Y yo le respondí: ¿qué me vas a decir? ¿Qué soy hijo de Reggiardo? No sé cómo me salió, de dónde lo saqué. Yo no sabía nada, ni que mi mamá era doméstica ni que trabajaba en esa casa, simplemente que era de Victoria. Él me contestó que era eso lo que me quería decir, que le saqué un peso de encima”, contó el heredero.
Calderón nunca se obsesionó con su identidad. Aunque se le cruzó muchas veces por la cabeza intentar observar desde lejos a su progenitor. No quería entrevistarse con él, porque temía parecer interesado en el dinero, sólo quería comprobar el parecido. Hizo el primer intento cuando le avisaron que Reggiardo había tenido un accidente y estaba internado en el Instituto del Quemado en Córdoba. Cuando llegó, el hombre había muerto.
Un año después de la muerte de Reggiardo, Calderón presentó un poder en el Juzgado para comenzar el juicio por filiación, asesorado por el abogado victoriense Ricardo Solari. Su decisión desbarató el plan de varios letrados colaterales que ya se habían presentado ante la Justicia, patrocinando a sobrinos y otros parientes de Reggiardo, para quedarse con partes de la millonaria herencia.
“En un momento me llamaron para hacer un ADN. Ahí estuve en el cementerio, vi gente que no conocía”, agregó Calderon en su momento, en una entrevista televisiva.
En escena apareció una mujer, docente de Nogoyá, llamada María Angélica Godoy. Con una partida de nacimiento que la presentaba como la hija y heredera natural del millonario, apoyada en la rúbrica del escribano Luis Galli, un personaje muy conocido en Gualeguaychú, que siempre aparecía relacionado a situaciones poco claras. Detrás de ellos dos había dos abogados: Walter Martínez y Mario Negri de Nogoyá. Este último, al poco tiempo, se abrió del juego.
En el plan de apropiación, el escribano dijo que seis meses antes de morir, Reggiardo había llegado a su estudio con la chica para decir que ella era su hija pero después el profesional no pudo mostrar los trascendentes papeles que argumentó. Sostuvo que se le habían extraviado del auto un día que viajó a Paraná.
No obstante, el juez victoriense Raúl del Valle avaló la historia de Walter Martínez y en una resolución histórica por su irresponsabilidad, dispuso que la mujer pasara a administrar los bienes de Reggiardo. Fue el inicio del desguace. Arrancaron con 3000 novillos y siguieron con 996 hectáreas en un campo de Hasenkamp. En poco tiempo se dilapidaron unos 2 millones de dólares y accedieron a las cuentas de Reggiardo en Uruguay para desviar el dinero a bancos suizos, a través de una sociedad confirmada en Nogoyá con vecinos de Walter Martínez.
Calderón se hizo la prueba de ADN y el resultado fue de 99% de coincidencia con José Antonio Reggiardo. Una posterior medida cautelar solicitada por el auténtico heredero, llevó a desapoderar a Godoy y designar un nuevo administrador. A la vez por la documentación aportada por Galli, el expediente llegó a la Justicia de Gualeguaychú donde comenzó a y tramitarse una causa penal, en virtud de las innumerables irregularidades detectadas.
María Angélica Pivas, ex jueza de Gualeguay recuerda: “Siempre pensé que en esa causa la primera medida debió ser la extracción de sangre. Cuando dispuse esa medida, hubo una apelación pero la cámara avaló mi pedido”. Por eso la jueza de Gualeguay María Angélica Pivas ordenó extraerle sangre a Godoy que desplegó una feroz resistencia. En el medio fijó domicilio en Palo Santo, una pequeña localidad de Formosa y pidió que el juicio se traslade allí. Sin embargo el ADN ya estaba en marcho y el Poder Judicial entrerriano confirmó lo que muchos sospechaban: Godoy no era hija de Reggiardo. El fraude quedó descubierto.
“Le dimos todas las garantías a la imputada. Pero tuvimos que extraerle sangre compulsivamente. Yo creo que subestimaron a la Justicia. Estudiaron muy bien su plan, porque hasta hubo una investigación en el prontuario policial de la madre de la imputada, para saber cuál era el patrón sanguíneo. Ese fue un detalle que adquiere ribetes muy relevantes. Y como ese hubo otros detalles”, agregó la ex jueza.
“Cuando veían que ya no iban a poder con el ADN, apareció una prueba documental. La defensa del escribano imputado presentó una fotocopia del prontuario de Reggiardo ante la Policía Federal. Es que el hombre sacaba muchos pasaportes. En la fotocopia estaban los datos de Reggiardo y más abajo decía que tenía una hija declarada que se llamaba María Angélica Godoy Reggiardo, o Reggiardo Godoy, no recuerdo bien. Esa fotocopia de documento venía de una sede que precisamente sabía, por mi actividad, que no hacía documentos. Demandó un esfuerzo enorme pero terminamos consiguiendo el original del prontuario federal de Reggiardo. No fue una sorpresa. El original no decía nada de una descendencia de Reggiardo. La prueba se cayó”, recordó.
La jueza Pivas procesó a Martínez, Godoy y Galli por defraudación y elevó el expediente a juicio. Pese a la contundencia del requerimiento, Walter Martínez siguió paseando por todos los medios, descalificando los elementos de la jueza y llegar fortalecido al juicio.
Se robaron el cuerpo del féretro
“Algunas cosas me llamaron la atención. Creo que la nota de color más importante que tuvo fue la desaparición del cadáver, cuando se iba a hacer el ADN porque era reclamado que se hiciera nuevamente. Ya se habían hecho tres ADN. Walter Martínez que era el abogado acusado, reclamaba que se hiciera e nuevo el ADN porque era falso, el tribunal accede a hacer de nuevo el ADN, se trae el féretro de Reggiardo de victoria y la resulta de esto fue que estábamos todos, el médico forense, los abogados, los acusados en la Morgue de Gualeguay y cuando se abrió el cajón no estaba el cuerpo de Reggiardo, que se lo habían robado indudablemente. La expectativa de Martínez era que se cayera la causa por no estar el cuerpo. Eso no pudo ser porque había material cadavérico reservado en el cuerpo médico forense y se hizo el ADN. A mi juicio no era necesario pero bueno, tantas garantías que se les da. A mi otra cosa que me quedó de esa causa como moraleja para toda la actividad profesional es cuánto puede insistir la perfidia. O sea alguien que comete un crimen y que sigue y sigue proclamando su inocencia, como lo hacía Martínez en ese momento, a boca partida, planteó 50 nulidades, es un decir, recusaciones de los jueces, denuncias que decía que iba a ir a los organismos internacionales, a la Suprema Corte, etcétera. Y uno siempre tiene un temor, en estas cosas de conflicto, y es que el sistema está preparado para procesar una cantidad determinada de maldad. A veces cuando la maldad es mucha, empasta el sistema y lo atora y el malo que hizo el daño sigue adelante y el sistema lo pierde porque no lo puede investigar o no puede creer lo que está viendo el mismo sistema, o no puede procesarlo, no lo puede condenar”, contó el abogado Darío Carraza.
Los malos no se salieron con la suya
El abogado Fabián Moreno Navarro también intervino en el escandaloso proceso. “Hubo hechos muy fuertes durante el proceso, incluso circunstancias que se lograron probar que no son tan normales. Se llegó a pruebas muy importantes y que generalmente pasaron dentro de los propios actos de las audiencias. Esto del ADN inicial a la supuesta hija que después se descubrió que no era, es relevante porque en realidad, si uno va al fondo de la cuestión, lo que se planteaba era que había habido era una falsificación del reconocimiento como hija, o sea que era un documento falso, cosa que la pericia muy claramente estableció que eran fotocopias, fotocompuestas que se fueron sumando para de alguna manera incluir la firma de Reggiardo en un documento que no era tal, que era falso. Con lo cual, en realidad la parte de la documentación era lo más importante, pero claro lo que causaba el impacto, eran las pruebas biológicas, a pesar de que, si se analizaba bien la falsificación tenía relación directa con la intervención que había tenido el escribano y todo lo que los peritos pudieron descubrir en relación a la maniobra para generar a un documento falso.
Carraza agregó: “Este es un caso de manual en el cual los malos no se salieron con la suya, se hizo justicia pese a toda la lucha y el esfuerzo. Estuvo muy abroquelado el equipo técnico que lo defendía a Calderón y el Poder Judicial estuvo a la altura de las circunstancias en todos sus estamentos. Tanto la Justicia de instrucción de Gualegauychú, la justicia de Apelación en Concepción del Uruguay, el tribunal de juicio en Gualeguay y después los tribunales superiores, la Corte Suprema, todos estuvieron a la altura de no entrar en la chiquita por donde se puede escapar. Siempre el pérfido juega a fondo, hasta último momento tratando de zafar porque cree en eso, cree en la inmoralidad y el delito”.
“También durante la audiencia pasaron cosas muy fuertes y que quedan en el anecdotario. Todo era típico en este proceso. Recuerdo cuando hicimos el alegato, la prueba era tan copiosa y tan compleja toda la maniobra, creo que alegué a las 3 de la mañana y el alegato final que siempre es de la defensa terminó cerca de las 6 de la mañana. Estoy seguro que salimos de día de tribunales y fue algo que nunca había vivido y es muy atípico en nuestra profesión pasar por algo así. En esas audiencias llegaban convocados testigos que supuestamente venían a fortalecer la posición de la defensa pero frente a ‘tamañana’ prueba y a la situación que vivían y la repercusión, se sinceraban cuando se sentaban frente a los jueces. Por ejemplo los que fueron testigos de actuación en ese escrito de reconocimiento de hijo decían ‘me pagaron para firmar esto’, ‘yo no había estado, firmé después y recibí dinero’. Cosas que, claro, en el momento generaban murmullo en las audiencias. Por supuesto los imputados no tenían ninguna reacción, ni el escribano, ni el abogado, ninguno de los que protagonizaron esa maniobra y que finamente fueron condenados”, recordó Moreno Navarro.
Desenlace
María Angélica Godoy, quien decía ser hija del hacendado, fue condenada a cuatro años de prisión por el Tribunal de Gualeguay al igual que el escribano Luis Galli. El abogado de Godoy, Walter Martínez, fue sentenciado a cuatro años y seis meses de prisión. Los jueces determinaron que Godoy cambió su identidad para heredar la fabulosa fortuna, mientras que el escribano y el abogado fueron acusados de haber fraguado los papeles para hacer pasar por hija a la mujer condenada. Todos terminaron presos en cárceles entrerrianas.
Godoy volvió a ser docente cuando salió en libertad pero en las redes sociales sigue mostrándose con el apellido Reggiardo.
Walter Martínez continuó negando los hechos y Galli falleció el año pasado después de una operación que se complicó.
“Cuando vi gente juzgada en un tribunal, vi falsificaciones, me interesé más. Al doctor Solari le di total libertad y la luchó. La justicia es lenta”, valoró Calderón, que recuperó su identidad pero no buena parte del patrimonio que le correspondía. Calderón Reggiardo tuvo que vender campos para pagarle a los abogados que se presentaron por sobrinos de Reggiardo y que la Justicia, aunque cueste creerlo, les hizo pagar honorarios millonarios por el proceso. Nadie del Poder Judicial le exigió explicaciones al juez Del Valle. Nunca se investigó quién se robó el cadáver de Reggiardo. Calderón espera que la Justicia le permita de una buena vez, acceder a dinero que Reggiardo tenía en Uruguay y dinero que Martínez desvió a Suiza. Hace más de diez años viene reclamando, pero siempre choca con la burocracia, como si ya no fuera suficiente todo lo que pasó en esta historia.