Mujeres sumisas ¿genéticamente?
Mujeres que se desloman para cumplir con todo: trabajo, casa, hijos…pese a que el llamado sexo débil ganó la calle, a nivel laboral, y también en las grandes ciudades a nivel social y político, pareciera ser que igualmente el poder lo sigue teniendo y monopolizando el hombre. Y que hay cosas de las que ellos no se encargan, sino que colaboran, como dando por sentado que le corresponde a su pareja.
«En el fondo, la mujer está marcada por la herencia de miles de generaciones que dejan en su ADN la memoria celular de la desvalorización». La sentencia la hizo la médica endocrinóloga María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70.787), para quien «el ADN femenino mezcla sometimiento y desvalorización, perpetuando el modelo del machismo».
Para la especialista, aunque la mujer ganó muchos espacios de poder, es el hombre el que sigue dominando el mundo. Es que desde el origen de nuestros días -prosiguió- «estamos enfrascados en una lucha inconsciente o consciente de varones contra mujeres que disputan por el poder, pero la felicidad de ambos está muy lejos de los roles de los dominantes y las sometidas porque justamente para ser felices, una de las bases es ser independientes, porque la felicidad se asienta en las libertades compartidas de dos individuos totalmente evolucionados«.
¿El sometimiento se transmite genéticamente?
«Si hablamos de lo que ocurre en el mundo con relación a la emancipación de la mujer, son pocos los países más desarrollados donde ella alcanza verdaderamente un estado de libertad. Podemos afirmar que el sometimiento femenino es una enfermedad hereditaria«, disparó Rodríguez Zía para luego agregar que «en el fondo, la mujer está marcada por la herencia de miles de generaciones que dejan en su ADN la memoria celular de la desvalorización».
La especialista destacó que «la independencia es una decisión interior que luego se revela en miles de decisiones que se toman día a día, pero el sometimiento es una enfermedad que todavía se hereda, y en el caso de las mujeres se transmite de madres a hijas».
«Desde los conocimientos que hoy nos da la biología, consideramos que el sometimiento se transmite a nivel epigenético«, aseguró.
Así -continuó- «a las mujeres inteligentes e independientes que se animan a ser autónomas les cuesta más encontrar una pareja heterosexual, a diferencia de las mujeres sumisas. Al mismo tiempo, el hombre elige a una mujer sumisa, muy probablemente, porque también heredó desde miles de años el mandato de dominar«.
«ESTE MODELO DE MUJER OBEDIENTE ES EDUCADA PARA DAR PLACER Y SERVIR SEXUALMENTE, SIN GOZAR ELLA MISMA»
Tras asegurar que «la mujer sumisa es machista y piensa conscientemente o inconscientemente que realmente es un drama ser mujer», Rodríguez Zía enfatizó que «este modelo de mujer obediente es educada para dar placer y servir sexualmente, sin gozar ella misma. Por eso, en la frigidez más extrema y en la anorgasmia, la mujer posee un machismo inconsciente».
Complazco, luego existo
«Es muy común que las mujeres que logran ser independientes, cuando están en el área de la intimidad, tengan una total pérdida de la libertad por la sumisión acarreada desde su inconsciente», destacó la especialista, para quien «de hecho, hay mujeres que en su vida sexual todavía fingen orgasmos, y esto responde a los complejos de inferioridad. Sienten que tienen que servir al varón y se guardan su insatisfacción sexual y así repiten a nivel íntimo la historia de la humanidad».
«Hoy conocemos que la energía sexual no desarrollada puede generar problemas crónicos, que primero serán mentales y luego físicos», insistió.
Y al considerar que «igualdad no es masculinidad», Rodríguez Zía remarcó que «la mujer se encuentra con el hombre cuando hace uso de su libertad y la comparte. La identidad del ser femenino desarrolla la esencia creadora, la maternidad biológica y espiritual, y la maternidad de la propia tierra. Así reinterpreta todo lo positivo que tiene la energía femenina».
«Verdaderamente su desafío es desarrollar la propia individualidad sin ser la sombra de nadie, sin luchar contra el varón, sino exclusivamente, contra las propias debilidades y las propias cobardías. No es limitar ni oponerse a la fuerza masculina, sino desplegar su propio poder», subrayó la especialista.
Y finalizó: «Su reto es manejar realmente los hilos de su vida, asegurando su total progreso. Es allí en donde la felicidad se puede definir como una libertad compartida en el amor».
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