Toda vida es imposible de abarcar. Por eso una bibliografía siempre será incompleta. Mucho más la de aquellos que por su singularidad se han hecho plural.

Nacido en la Ciudad de las Siete Colinas el 6 de agosto 1933, Mario Alarcón Muñiz, emprendió hoy su último vuelo de calandria.

Hijo de María Carolina Razeto y Humberto Alarcón Muñiz, nació en Victoria, pero se sentía gualeyo de corazón. Estos datos primeros y urgentes pertenecen a Guillermo Alfieri, quien el 1° de octubre de 2016 realizó un retrato-homenaje en ANÁLISIS titulado “Mario Alarcón Muñiz un periodista esencial”.

Don Mario Roberto Eduardo Alarcón Muñiz, se lo reconoció en casi todos los rincones entrerrianos como un emblema de las cosas sagradas que nos recuerdan que solo la verdad nos hará libres.

Su niñez transcurrió en la ciudad de Juan L. Ortiz: esa Gualeguay que todavía sigue cantando al río y danza al ritmo de las alas del vuelo de sus aves.

Su padre dirigió el diario El Debate, cuando las letras impresas de los diarios inspiraban esa confianza inquebrantable para el diálogo entre el periodista y los lectores.

La influencia paterna es casi una obligación citarla, porque en su adolescencia fundó el periódico escolar La Voz Juvenil y él mismo solía recordar que a raíz de esa experiencia, es que decide radicarse en la “misteriosa” y “frenética” Buenos Aires para estudiar en el Instituto Grafotécnico y en la “Escuela Superior de Periodismo”.

Con el paso del tiempo, asumió la dirección del diario El Debate y su alma inquieta fecunda una personalidad propia de los hacedores, de los pioneros, de aquellos que se atreven a fundar mundos a través de la palabra.

No es casual que él haya sido un factor clave e indispensable para que naciera LT 38 “Radio Gualeguay”, de la que también llegó a ser director.

Las empresas periodísticas siempre marcaron su paso y su pasión. De eso dan testimonios los registros del diario Concordia, El Día de Gualeguaychú y la dirección que ejerció en Canal 9 de Paraná, o su paso por Radio Nacional o la Agencia Periodística Federal (APF), para citar algunos ejemplos al azar, pero que no fueron azarosos, sino que marcaron un claro destino.

Mario Alarcón Muñiz es reconocido por el pueblo como la voz distintiva del sentimiento entrerriano, tan libertador como federal.

Los festivales más populares como “Cantando al Río Gualeguay”; “Festival de Diamante”, “Festival del Chamamé del Norte Entrerriano” en Federal, fueron animados por él y arriba de esos escenarios dejó una huella que se distingue generacionalmente.

En 1992 creó tal vez su ciclo más cálido y entrañable: “La Calandria”. Un espacio dedicado a la difusión de la música litoraleña que se emitía por LT 14 “General Urquiza” de Paraná, y que alguna vez también lo extendió en un formato televisivo.

Hay que volver al ciclo “La Calandria” para dimensionar mejor por qué don Mario Alarcón Muñiz era dueño de una confiable labor periodística y al mismo tiempo un permanente sembrador de entrerrianía.

De hecho, en 2007 presentó su libro “Entrerrianías” (que lleva el mismo nombre de un micro radial que también emitía por LT 14) y que le valió por su aporte ser reconocido con el Cimarrón Entrerriano, que otorga el área de Cultura de Entre Ríos, a la labor cultural.

Don Mario Alarcón Muñiz tenía la voz única, impar, indispensable que lo convirtieron en un exquisito decidor; pero también era dueño de una palabra escrita precisa, certera, reflexiva, que lo convirtieron en un gran escritor.

A su labor periodística y cultural se le suma su vocación por la cosa pública, la “res publica”, tan necesaria para la República.

Militante inclaudicable de la democracia, Mario Alarcón Muñiz fue fundador de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos; secretario de Gobierno en la Municipalidad de Gualeguay; secretario de Cultura en la gestión de Sergio Montiel; pero siempre construyendo conciencia democrática.

Como todo hombre libertario, conoció la ingratitud y los golpes bajos del poder de turno. En 2014, su querido y escuchado programa “La Calandria” fue silenciado en LT 14 de Paraná, que era como su segundo hogar. Alarcón Muñiz nunca consistió que la verdad fuera sacrificada por intereses espurios. Podía perder casi todo, pero nunca la dignidad.

Por eso vale recordarlo como él mismo vivió, dando testimonio que “nadie es más que nadie”, y que solo la verdad nos hace libres, como el canto de la calandria que se eleva siempre para anunciar un nuevo amanecer.

ANÁLISIS