¿Por qué pica la lana?
Esa sensación de picazón, que puede llegar incluso a dermatitis, no se da por igual en todas las personas, ni tampoco por todas las lanas.
Pocos gestos hay más reconfortantes, en una fría noche de invierno, que enfundarse en un jersey y acurrucarse bajo una buena manta. Y la experiencia mejora significativamente si jersey y manta son de buena lana, excepto por un detalle muy relevante, que algunas personas sufren más que otras: la lana, a veces, pica.
Lo cierto es que ni toda la lana pica igual, ni a todas las personas les afecta del mismo modo. Algunos apenas perciben una sensación desagradable, incluso ante la prenda más áspera, mientras que otros experimentan de inmediato una irritación al contacto con casi cualquier pieza de lana. Esto se da particularmente en bebés, niños pequeños o personas de piel fina y delicada.
¿Alergia a la lana? Va a ser que no
En general, se ha considerado que el efecto de la lana podía tener dos tipos de reacción sobre la piel: una reacción irritante, relacionada con la abrasión, que oscila entre una leve picazón hasta una dermatitis irritante por contacto; y otra reacción hipersensible, de naturaleza inmune, que provocaría urticarias de contacto o dermatitis alérgica.
Sin embargo, no existen pruebas que demuestren que la lana tenga alérgenos en su composición, ni se aprecia que los productos empleados para su tratamiento en su fabricación, como la lanolina, la creatina o el formaldehído, lleguen a causar esos episodios autoinmunes. En resumen, la respuesta inmune no está respaldada por las evidencias científicas actuales. Hasta donde sabemos, toda picazón o dermatitis causada por la lana tiene su causa en la abrasión física.
El misterio tras el picor de la lana se encuentra en su estructura.
La estructura de la lana
La lana es un producto obtenido a partir del pelo de mamíferos, especialmente ovejas, cabras, llamas, alpacas, vicuñas, guanacos, camellos y conejos.
Una vez esquilado el animal, el producto es tratado e hilado de distintas maneras —desde las más tradicionales hasta otras industriales—. Pero, en esencia, su estructura es la del pelo de que se obtuvo.
La lana está compuesta principalmente de proteínas, empaquetadas unas dentro de otras, formando filamentos aglutinados en una funda denominada cutícula, que, a su vez, se compone de varias capas, de dentro a fuera, endocutícula, exocutícula y epicutícula. Esta última recubierta por escamas de quitina imbricadas.
Estas escamas son las responsables de que la lana tratada con técnicas tradicionales encoja al ser lavada. Al hidratarse, se adhieren unas a otras, apelmazando las fibras y reduciendo su volumen. También son las responsables de las características ‘bolitas’ sobre la prenda.
Las escamas, el origen de la picazón
Algunas variables son determinantes en la disposición de estas escamas, como la especie o la raza del animal de que se ha obtenido, o su estado de salud durante el período en el que crecía la lana. En estas escamas se encuentra la clave de la picazón causada por la lana. Si son más pequeñas, más cortas y están bien colocadas unas sobre otras, el tejido es mucho más suave; mientras que escamas más largas y desordenadas hacen que la fibra sea más áspera. Cuanto más gruesa es la fibra de lana, más grandes son sus escamas.
En la piel tenemos unas neuronas aferentes que son las que transmiten la sensación de picor. Las escamas de la lana son capaces de activar esas neuronas; en las pieles más sensibles, esta aspereza llega a ser irritante. Sin embargo, hay lanas como la de la oveja merina, cuyas fibras son tan finas que sus escamas no son capaces de activar las neuronas aferentes del picor.
Pero, con un buen tratamiento, incluso lanas con fibras más bastas pueden llegar a no picar, o picar menos que otras fibras más finas. Actualmente, algunos tratamientos industriales destinados a evitar que la prenda encoja, eliminan las escamas o recubren las fibras con polímeros, reduciendo así la sensación de picazón asociada.
¿Cómo hago que a mi bebé no le pique la lana?
La mejor opción para evitar la picazón de la lana es elegir fibras suaves y finas como la ya mencionada lana de oveja merina, o la de alpaca. Otra alternativa es optar por lana que hayan sido tratadas para evitar la picazón, que suele venderse como lana especial para bebés.
Pero si ya tenemos una prenda que ‘pica’, otra opción es tratarla para reducir sus efectos con métodos caseros. A veces, es suficiente lavar la prenda. Un buen truco puede ser tratarla con vinagre blanco, aunque puede llegar a degradar el tejido si está muy concentrado.
De las distintas propuestas, una de las que más sustento tiene es utilizar acondicionador de cabello o directamente glicerina, sustancias que funcionan de igual manera en la lana que en el pelo humano. El suavizante de ropa también puede ser una solución más que viable. En cualquiera de estos casos, el proceso sería empapar la prenda con el producto, lavarla a continuación con agua fría y dejarla secar. Pero no es una solución milagrosa, es posible que haya que repetir el procedimiento una y otra vez hasta conseguir el efecto deseado.
Y si la fibra de ese jersey es tan dura que ningún truco funciona, siempre se puede incorporar una prenda interior de algodón tupido, que actúe como barrera entre la piel y la lana.