¿Qué le conviene a la Argentina, un presidente republicano o uno demócrata en EE.UU.?: esto revela la historia
Estados Unidos está eligiendo nuevo presidente. La disputa entre Donald Trump y John Biden mantiene en vilo a todo el mundo, que sigue paso a paso el proceso electoral de uno de los países más importantes del mundo.
La Argentina no es la excepción, muchas son las especulaciones respecto de qué consecuencias tendrá para nuestra economía que gane uno o el otro, pero ¿realmente será tan determinante para nosotros que triunfe el demócrata o sea relecto el republicano? Nada mejor que preguntarle a la historia cuán relevante han sido los cambios de signo político en el gobierno del norte para los argentinos para saber que podemos esperar esta vez.
«En líneas generales, en los últimos 40 años, no ha habido grandes consecuencias económicas para la Argentina a raíz de los cambios de gobierno en Estados Unidos», sostiene en diálogo con Iprofesional Julián Kan, doctor en Historia de la UBA y docente e investigador en esa casa de estudios y en la UNQ.
Detalla que, desde la vuelta de la democracia hasta acá, la relación con el país del norte ha tenido momentos de fuerte acercamiento, como sucedió en la década de 1990, cuando se hablaba de las «relaciones carnales», y otros con picos de tensión.
Y apunta que muchos acercamientos de Argentina a Estados Unidos se dieron con el objetivo de buscar apoyo norteamericano a los procesos de negociación de deuda externa, tal como se dio en la década de 1980, a comienzo de la época de Menem, en la época de la Alianza y en el gobierno de Macri.
El experto señala que se asocia a los demócratas con una mayor apertura al intercambio comercial, al mundo multilateral y globalizado, lo que tiene como contrapartida la firma de tratados de libre comercio, como el ALCA en su momento, que no resultan positivos para la Argentina porque los países centrales exigen reducción de barreras arancelarias, por lo que siempre gana Estados Unidos.
En tanto, explica que, cuando ganan los republicanos, priorizan una agenda más ligada a lo militar y la seguridad, que suele ser explotada por algunos sectores políticos de la Argentina para sacar provecho económico. «La historia refleja que ese provecho no ha sido muy positivo para nuestro país porque, a lo sumo, han logrado un apoyo más fuerte o mejores condiciones para la renegociación de deuda ante e FMI», afirma. Y advierte que, lo que se puede ganar por un lado se puede perder por el otro.
Sin embargo, la Investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional de Rosario, Anabella Busso, advierte que hay que evitar caer en las generalidades porque esto no siempre ha sido así. Y es que, señala que, «durante el siglo XX, existían algunas pautas o caracterizaciones que se hacían de los gobiernos demócratas y republicanos en Estados Unidos que desde la década de 1990 empezaron a cambiar».
Resulta, que antes de los 90 era común pensar que los republicanos eran más propensos a defender los acuerdos de libre comercio y los demócratas más proteccionistas y renuentes a estos tratados. Por esos años, eso empezó a cambiar a raíz del gobierno del demócrata Bill Clinton, quien promovió el ALCA, continuando con el proyecto del republicano George Bush padre. Y, hoy, por ejemplo, Trump, un presidente republicano, está en contra de los acuerdos de libre comercio.
Pragmatismo mata estereotipos
Esto quizás tenga su explicación en lo que afirma Damián Szvalb, analista internacional: «La política internacional de Estados Unidos siempre es muy pragmática. Los intereses del país en nuestra región dependen de las situaciones coyunturales y las necesidades de cada momento del grande del norte». Es así como, hay gobiernos que han tenido una mirada más cercana sobre lo que sucede en América Latina, y esto generalmente se da durante mandatos demócratas, pero eso también ha cambiado durante una misma gestión.
Otro elemento que aporta Szvalb es que la Argentina no es un país relevante para los gobiernos estadounidenses, pero hay momentos en los que le resulta estratégico, como contrapeso frente a los que Estados Unidos considera como una amenaza, como el chavismo, con el ALCA, o en este momento, en función del enfrentamiento comercial con China.
Por su parte, la investigadora de la Universidad Nacional de Rosario relata que Estados Unidos tuvo varios debates de proyectos políticos a lo largo de su historia. Primero, entre federalistas y antifederalistas, luego, de si el estado debía ser industrialista o agrícola esclavista, lo que los llevó a la Guerra de Secesión. Tuvieron una enorme discusión sobre cuál era la mejor manera para salir de la crisis del 30 e instauraron políticas con un fuerte rol del estado como protagonista de la economía, con Roosvelt a la cabeza, que resultó en un modelo exitoso, pero los primeros años fueron de mucha tensión en el Parlamento.
«Luego, en la década 1980, se dejó de defender ese modelo y saltaron de un capitalismo productivo hacia uno más ligado a las finanzas internacionales y el capitalismo financiero. El país, desde los 80 a la actualidad fue hacia un fuerte proceso de concentración de la riqueza y su modelo productivo está atrasado respecto de Asia Pacífico, su infraestructura se atrasó respecto de China. Eso, sumado a los conflictos raciales, terminó generando un enorme descontento en la población, que es lo que llevó a Trump al poder», resume Busso sobre la historia política de la nación norteamericana.
Un comienzo tormentoso
Pero la mirada argentina hacia Estados Unidos también fue cambiando. Antes de la vuelta de la democracia, en el 83, el vínculo estuvo marcado por el confrontamiento. «Durante el siglo XIX y comienzos del XX, los gobiernos argentinos priorizaron su vínculo con los ingleses, con el peronismo tampoco fue amigable y, durante la última dictadura, si bien Estados Unidos apoyó las dictaduras militares, no hubo una relación armoniosa porque la voz de los demócratas se levantó en contra de ese gobierno y tampoco cayó bien que Argentina mantuvo sus relaciones comerciales con la Unión Soviética y con los países del este», detalla Kan. Esas etapas no obturaron la relación, pero fueron conflictivas.
Así, Busso describe el vínculo previo a la vuelta de la democracia como «prioritariamente conflictivo». Señala que esto se debe a que en el siglo XIX los conservadores argentinos tenían un modelo de competencia con Estados Unidos y que, si bien los gobiernos militares tendieron a ser amigables con el país del norte, la última dictadura (1976-1982) mantuvo muy mala relación con Jimmy Carter, por su postura respecto de la violación de los Derechos Humanos y, durante el gobierno de Galtieri, también tuvo conflictos respecto del conflicto de Malvinas.
La oscilación constante
«Con la vuelta de la democracia se convierte en una relación pendular», sostiene Busso. Es así como, durante la gestión de Raúl Alfonsín, Kan recuerda el famoso encuentro del presidente con su par estadounidense, Ronald Reagan, en el que el argentino se pronunció en contra de la posible de intervención de Estados Unidos en Nicaragua.
«Era un contexto político complicado y había fuertes diferencias ideológicas entre Alfonsín y un Reagan que era un abanderado del inicio del fortalecimiento de las políticas neoliberales en Estados Unidos», describe Szvalb de ese momento.
Luego vino una política de de alineamiento con los mandatos de Menem, con el republicano George Bush padre y el demócrata Bill Clinton. «Paradójicamente, en los 90 el acercamiento no se vio reflejado en beneficios económicos para nuestro país porque Estados Unidos no se convirtió en el principal inversor en la Argentina, sino que vinieron capitales europeos y de otros orígenes», advierte Kan.
Szvalb recuerda, por su parte, que era la época en la que caía el Muro de Berlín, las democracias liberales parecían las grandes vencedoras de la historia y se dio un alineamiento expreso del gobierno argentino, primero con Clinton y luego con Bush, tanto en lo económico, siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington, como en lo político.
Y, el gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando De La Rúa, «profundizó el acercamiento que había iniciado Menem en busca de un tratado de libre comercio y la refinanciación con el FMI», describe Szvalb. En este sentido, recuerda que, durante la crisis de 2001, durante el mandato de George Bush hijo, el ataque del 11-S contra las Torres Gemelas fue muy perjudicial para la Argentina porque hizo que el gobierno norteamericano empezara a mirar hacia Medio Oriente y quitara la mirada de nuestra región. Como resultado de esa situación, Estados Unidos no movió nada para que nuestro país no cayera en una crisis tan feroz.
Luego, durante la gestión de Barak Obama, el estadounidense demostró que tenía una mayor afinidad ideológica con América Latina, pero tampoco eso fue tan determinante para el devenir de nuestra economía, según Kan. Recuerda que ese mandatario tuvo una gestión en su segundo gobierno mucho más proclive a fortalecer la alianza del Pacífico, que al Mercosur.
No obstante, al comienzo del mandato de Néstor Kirchner, se dio una relación cordial que se tensó con la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, cuando se dijo «no» al ALCA. Y en las gestiones de Cristina Kirchner, hubo un trato cordial, según Kan, aunque en su segundo gobierno se marcaron algunas diferencias.
«Barack Obama fue cambiando de posturas. Primero apoyó a la Argentina en la negociación de la deuda con los fondos buitres y luego, cambio su posición, lo que complicó el tramo final de la gestión», apunta Busso sobres esos años.
Y, finalmente, la investigadora cuenta que, con Macri, hubo un alineamiento inicial con Obama, ante la expectativa de que ganara Hilary Clinton, aunque luego el vínculo con Donald Trump fue muy bueno. Tan bueno que Kan lo describe como «la sobreactuación del macrismo, que forzó un vínculo muy fuerte para marcar la diferencia con la gestión atención».
Tras este recorrido histórico, llegamos a nuestros días. Al momento, Alberto Fernández no ha tenido conflictos con Estados Unidos. El país ha negociado su deuda externa con acreedores privados y ahora está en tratativas con el FMI. «Donald Trump no ha tenido ninguna influencia negativa, pero nuestro país enfrenta ahora la negociación con el FMI y hay que estar atento a la postura que tome Estados Unidos», advierte Busso.
Una elección china
Un elemento clave en esta nueva etapa es el enfrentamiento de Trump con China. Según Szvalb, La relación de la región hoy está permeada por la agenda de ese vínculo. «Hoy Estados Unidos mira a América Latina, pero sobre todo está atento a cómo el país asiático está haciendo pie en la región», afirma el analista internacional.
Por otro lado, señala que Trump estuvo una sola vez durante su gestión en América Latina, fue en su visita al G20, en Buenos Aires. Biden, en cambio vino casi 15 o 16 veces a la región como vicepresidente de Obama. «Son señales que uno puede interpretar como posición política, aunque no necesariamente se van a traducir en políticas públicas o exteriores favorables para nuestra región», aclara. Y Busso considera que la otra cuestión que también incide mucho es que, si el gobierno norteamericano apostará a una modalidad de capitalismo financiero, como viene haciendo desde hace 30 años, o productivo, como lo hacía antes y en sintonía con la propuesta del actual presidente republicano.
Recordemos que Donald Trump tiene una política proteccionista y aplica aranceles a muchos productos, tiene una guerra comercial con China y, a la vez, tiene posturas de política interna racistas, defensoras de los tenedores de armas, que generaron mucha confrontación social y deterioraron la calidad democrática. En este sentido, la especialista en política internacional prevé que esta «es una elección que será un punto de inflexión para Estados Unidos»
Para Kan, en tanto, la elección tiene más un trasfondo político que económico. Prevé que, de ganar Biden, podría consolidarse una vuelta a un diálogo multilateral que deje de lado el confrontamiento y que eso se puede traducir en un relanzamiento de acuerdos de libre comercio.
Así, Szvalb prevé que Alberto Fernández tiene que estar atento a cómo se dirime el conflicto económico entre China y Estados Unidos y tiene que ver cómo hace para convivir con los dos. «No estamos en condiciones para elegir entre uno y otro. Por eso, mientras más se polarice la relación entre esos dos gigantes, los países más pequeños o marginales van a tener más dificultades en su política exterior», alerta.
Lo cierto es que, gane quien gane, el presidente va a tener que sentarse a negociar y ahí seguramente va a primar el pragmatismo una vez más.