Carlos M. Reymundo Roberts
EScribe: Carlos M. Reymundo Robert

Las dosis de humor que circulan por las redes sociales van en aumento. Prácticamente no hay día en el que no recibamos cataratas de chistes, sátiras, «memes»… A decir por esos contenidos, da la impresión de que lo lúdico, lo divertido, ocupa un lugar de gran relevancia en nuestras vidas, acaso como no ocurrió nunca antes. No pocos incluso lo consideran excesivo. De hecho, es bastante habitual que lleguen los mismos chistes por distintos grupos o cadenas.

En su último libro, De la ligereza (Anagrama, 2016), Gilles Lipovetsky, siempre tan agudo para interpretar costumbres y psicologías, dice que en todas las épocas y en todas las culturas los juegos, la risa, las gracias, la mordacidad, el sarcasmo y la comedia han sido una forma de exorcizar dificultades y obligaciones, angustias y temores; un mecanismo de descompresión y alivio propio de la naturaleza humana. Pero advierte también que en estos tiempos, con sociedades que en forma creciente subliman el bienestar y aborrecen el dolor, la necesidad de pasarla bien, de huir de la pesadez de las cosas «serias», se ha vuelto esencial y perentoria.