River, por su madurez. River, por la inteligencia de Gallardo. River, por la mala tarde de Boca. El superclásico terminó 3 a 1 porque River lo buscó cuando Boca dudó, porque se adaptó a los cambios del partido cuando Boca se quedó sin propuestas, porque aprovechó cada punto débil xeneize en una defensa que nunca dio muestras de seguridad. Atrás quedó el superclásico manchado de hace dos años por el gas pimienta.
Hoy se respiró fútbol, y fue River el que más aire tuvo para disfrutarlo. «El fútbol es la dinámica de lo impensado». La frase que inmortalizó el prestigioso periodista Dante Panzeri sobrevoló el primer tiempo en la Bombonera. Si Guillermo Barros Schelotto planificó el partido con Centurión como eje y se quedó sin su figura a los 15 minutos, lesionado. Si Gallardo no puso en el banco de suplentes a un lateral izquierdo y a los 3 se quedó sin Casco, también lesionado, y tuvo que improvisar con Mayada.
Es cierto que el DT de River se adaptó mejor a los cambios. Supo leer que el Pity Martínez, que venía jugando las últimas fechas del torneo por derecha, iba a hacer más daño por izquierda, en la espalda de Peruzzi. Y lo hizo. El mediapunta marcó el primero, con una volea perfecta, y armó el segundo, con una asistencia a Alario.
En el segundo tiempo pasó lo opuesto. El partido pasó de ser vibrante a estar trabado en el mediocampo, con pocas ocasiones de gol. Y las que hubo, aparecieron más por errores defensivos que méritos en ofensiva de cada equipo. River otra vez sufrió las dudas de Batalla, que nunca transmitió seguridad. Mientras que los xeneizes sufrieron con las limitaciones de su dupla central, que nunca estuvieron a la altura del superclásico.
Boca tendrá tiempo de asimilar el golpe. La diferencia de tres puntos que le lleva a su único escolta, San Lorenzo, le da tiempo para arreglar los errores. River, por su parte, se ilusiona porque quedó a cuatro puntos de la cima, con un partido menos. Quedan seis fechas y el final está abierto.