Rosario Romero

Romero señaló las “batallas pendientes” a dar contra la violencia de género y femicidios.

(de ANALISIS)

La ministra de Gobierno de la provincia, Rosario Romero, se refirió a la violencia de género y a los femicidios de Fátima Acevedo y Romina Roda, y las “batallas pendientes” para trabajar contra estas problemáticas. “Sobre la violencia y los femicidios de Fátima Acevedo y Romina Roda, el echar culpas entre las instituciones del estado, e incluso la equivocada visión que reclama `evitabilidad´, no hace más que reafirmar la cultura patriarcal, toda vez que ni roza ni hiere a la concepción androcéntrica del mundo, sino que, por el contrario, al caer en tan brutal simplificación acerca de la violencia extrema contra las mujeres que se cobra vidas, no hace sino alejarnos de las posibilidades reales de encontrar otros medios de defensa contra el delito”, señaló la funcionaria en declaraciones exclusivas a ANÁLISIS.

Y subrayó: “Quienes tenemos historia en estas luchas y nos consideramos feministas, sabemos muy bien que todo logro conseguido en materia de hacer efectivos nuestros derechos, ha sido conquistado sobre la base de construir redes, alianzas transversales, tener sororidad entre nosotras y aportar forzando cambios, no solo en normas jurídicas, sino, fundamentalmente, en lo educativo y lo cultural”.

“Cuando se señala que tanto Fátima como Romina van al encuentro de sus agresores (la primera fue a su casa y la segunda luego de la denuncia en mayo de 2018 se casó con él en agosto del mismo año) no se apuntan hechos de la realidad con el propósito de llevar culpas a las víctimas -como se ha sostenido- sino que estos hechos se destacan para poner de relevancia hasta qué punto lo cultural, lo educativo y lo psicológico tiene una relevancia vital para combatir la violencia, relevándose esas circunstancia precisamente en la búsqueda de patentizar lo que ocurre y poder crear herramientas para evitar las muertes. Se lo señala para indicar que ahí está el trabajo por hacer. Porque ante esas realidades no bastan los dispositivos electrónicos ni las zonas de exclusión”, enfatizó Romero.

Y recalcó: “Trabajar con profundidad lo cultural, lo educativo, los símbolos sociales, la propaganda, el que las mujeres sean respetadas y escuchadas, son los caminos que nos quedan por transitar”.

En ese marco, señaló luego: “El avance normativo, desde la Constitución hasta las leyes provinciales y nacionales, ha posibilitado grandes logros. Antes, el femicidio pasaba desapercibido en los ámbitos judiciales; se hablaba de crímenes `pasionales´ y no teníamos estadística alguna que relevara esa violencia extrema que lleva siglos en la humanidad. Tenemos áreas de género en los municipios, tenemos el COPREV, fiscalías especializadas, secretaria provincial de la Mujer, observatorio legislativo, áreas en el CGE que trabajan la temática en contenidos educativos, entre otras organizaciones estatales. Sin dudas muchas muertes se han evitado con el accionar conjunto de estado y comunidad, pero esa cifra es muy difícil de medir, en tanto habría que merituar cientos de abordajes interdisciplinarios de situaciones de violencia que efectivamente terminaron con el fortalecimiento y protección de las mujeres y las alejaron de un destino fatal. Ello se ha logrado, lo afirmo, en numerosos casos”.

“Fue la lucha de mujeres en unidad, con sororidad, sin distinciones de partidos, la que hizo posible que a la desigualdad, a la violencia, al femicidio, le llamemos por su nombre. Y también la fenomenal incorporación de derechos desde 1983 en adelante”, consideró.

En ese punto, analizó la funcionaria entrerriana: “Pero el más caro desafío hacia el futuro, es el cambio cultural y educativo: nuestras niñas, nuestras jóvenes, nuestras mujeres, tienen que incorporar la fortaleza, el poder, la intolerancia ante todo tipo de violencia, que siempre comienza con un patrón de aislamiento, de sometimiento económico y culmina en hechos que, en casos, anulan el futuro de las mujeres y en otros, se cobran la vida”.

Y advirtió:“Veo con estupor algunos razonamientos, por parte de varones (y aún de algunas mujeres) que en forma muy grosera y otras veces muy sutil, se preocupan por la violencia, por el femicidio, desde una utilización momentánea, oportunista, de coyuntura”.

“Veo, en cambio, los serios esfuerzos que diversas organizaciones estatales y de la ciudadanía hacen cotidianamente, creyendo en lo que predican, para el empoderamiento de mujeres, para fortalecerlas y defenderlas con practicas concretas, con testimonios de vida, con sororidad. Desde entidades de vecinas, cooperadoras, redes, juezas, fiscalías especializadas, educadoras. Pero nos falta”, observó. “Claramente esto nos falta profundizar cambios culturales y educativos. En los refugios que el estado ofrece. En la comunicación. En la solidaridad entre mujeres. En la educación sexual integral. En la propaganda. En los programas de televisión. En los roles dentro del hogar y en la comunidad. En la concepción de los vínculos”, señaló luego.

Asimismo, acotó: “En el camino, debemos pensar en mejores protocolos de actuación (saludo la reciente iniciativa de una diputada en tal sentido), debemos pensar en programas rotundos en las escuelas, en seguir implementando la ley Micaela, en educar para la igualdad y para la completa intolerancia social de cualquier tipo de violencia”.

“Y no dejar de mirar, desde la educación en todos los estamentos que prevé la Ley Micaela, que es necesario deplorar la utilización bastarda de los delitos para buscar culpas donde no las hay: hay autores de los delitos que nadie menciona cuando se utiliza el tema; hay sin duda que pensar en la construcción de nuevas masculinidades y también abordar la temática en las escuelas, otros modelos de varones y otras formas de vivir desde nosotras, de educar para la igualdad, de poner el acento en mujeres que no liguen con los violentos, que no paguen con su vida sumergiéndose en la cara más cruel del patriarcado”, reforzó además.

Por último, subrayó: “En estas batallas pendientes, no tenemos sólo que luchar por la igualdad, la libertad, la autonomía, sino también para desafiar miradas completamente simplificadoras de un problema profundo, que liga con la cultura y con el ancestral patriarcado, siendo necesario, imprescindible, preservar el problema de las miradas de ocasión”.