Se cumplen tres años del fallecimiento del fiscal Alberto Nisman

A diferencia de otros años, en esta ocasión se hará un pequeño recordatorio frente a su tumba en La Tablada. La causa judicial por su muerte fue forzada para convertirla en un homicidio del que no hay pruebas.
En la causa no se explica cómo los supuestos asesinos salieron del edificio sin dejar rastros.
En la causa no se explica cómo los supuestos asesinos salieron del edificio sin dejar rastros. 


Imagen: DyN

A tres años de la muerte de Alberto Nisman se realizará hoy un homenaje en el cementerio de La Tablada, frente a su tumba, a las 9.30. El módico acto refleja el retroceso que se ha ido produciendo desde aquel 18 de enero de 2015, cuando la muerte fue fuertemente utilizada contra el gobierno de Cristina Kirchner. En 2016 se hizo un acto en la Plaza Alemania, en Palermo, y en 2017 en Plaza de Mayo, frente a la fiscalía AMIA. En cambos casos la presencia de público fue escasa. Esta vez el acto será aún más chico. Hoy por hoy, los reductos de la utilización política de la muerte del fiscal están en la Casa Rosada –que utilizó a la Gendarmería–, en Comodoro Py y en un coro mediático de acompañamiento. La base fue el fallo del juez Julián Ercolini, tras una instrucción del fiscal Eduardo Taiano, pero el texto pinchó  las ilusiones porque dejó más dudas que certezas: no se sabe quiénes supuestamente mataron a Nisman ni por qué lo hicieron. Se desconoce cómo entraron los sicarios al edificio, luego al departamento y al baño donde se encontró el cuerpo. Tampoco hay elementos sobre la forma en la que salieron de la unidad del piso 13 sin dejar ni un rastro y logrando que todas las puertas estén cerradas de adentro.

Los homenajes a Nisman tuvieron su punto máximo enseguida después de la muerte del fiscal, cuando se convirtió en embrión de lo que después fue Cambiemos. La ebullición llevó a la convocatoria de un acto organizado por los fiscales más alineados con la oposición de ese momento. En paralelo, la instrucción llevada adelante por la jueza Fabiana Palmaghini y la fiscal Viviana Fein tácitamente llegaba a la conclusión que Nisman se había suicidado. Los puntos de partida fueron la autopsia, realizada pocas horas después de la muerte; un informe del Cuerpo Médico Forense, que depende la Corte Suprema, y una pericia criminalística a cargo de la Policía Federal. Los forenses sostuvieron que no se observó accionar homicida y los criminalistas establecieron que no había ninguna otra persona en el baño al momento del disparo. Sobre esa base, la fiscal Fein sostuvo: “no tengo ni una sola evidencia que me indique que Alberto Nisman fue víctima de un homicidio”.

Sin embargo, la política se puso en marcha y tras un asombroso testimonio del ex jefe de los espías Antonio Stiuso, que no aportó prueba alguna,  comenzó el proceso para que el expediente fuera enviado al politizado fuero federal. La Corte dio el último empujón y luego se produjo un asombroso pase de magia. El sorteo determinó que el caso le tocaba al juez Sebastián Casanello, pero de inmediato el sistema se tildó. A continuación apareció como sorteado  un juez afín a la Rosada, Julián Ercolini. Aquel sorteo es investigado por María Servini de Cubría.

De ahí en adelante, el proceso siguió con el mismo tenor escandaloso. El fiscal Taiano, a quien se le delegó la investigación, ordenó que la pericia central la hiciera la Gendarmería, fuerza de confianza de la ministra Patricia Bullrich. Los gendarmes fueron tan eficientes que antes de que empezaran los trabajos periciales,el diario Clarín ya publicó el resultado: que a Nisman lo habían asesinado. Fue un título de tapa de mayo. La pericia  empezó en junio y terminó el 20 de septiembre.

Lo más impactante es que la pericia de la Gendarmería sostuvo todo lo contrario de lo que habían dicho el Cuerpo Forense y la Policía Federal, que vieron y analizaron el cuerpo en forma directa. Los gendarmes dijeron que a Nisman le pegaron una tremenda paliza, le fracturaron la nariz y le produjeron lesiones en la boca, el hígado y una pierna. Los integrantes del Cuerpo Forense consideraron el estudio “una burrada”, en la que se confundían radiografías tomadas en un determinado ángulo con una fractura del tabique nasal, el derrame natural de sangre con una lesión en el hígado, la impronta que dejan los dientes después de la muerte con un supuesto golpe en la boca. A eso hay que agregarle que la Gendarmería detectó ketamina, un anestésico inadecuado para controlar a alguien, en tanto los forenses de la Corte sostuvieron que no se observó nada de esa sustancia. Para mayor papelón, la Gendarmería no pudo precisar ni cuánta ketamina tenía Nisman en el cuerpo ni cómo se la suministraron.

También las diferencias fueron siderales entre la Policía Federal y la Gendarmería. Los primeros estuvieron en la escena inmediatamente después de la muerte, vieron el cuerpo, levantaron los rastros, mientras que los gendarmes tuvieron que reconstruir un baño. Los policías sostuvieron que no había nadie en el baño en el momento de la muerte y la Gendarmería concluyó que entraron dos personas, una lo tenía agarrado y el otro le disparó. Pese a las conclusiones contradictorias, el fiscal y el juez no obligaron a una junta para que todos expongan, sino que tomaron como palabra santa lo dicho por la Gendarmería.

Semejantes manipulaciones produjeron un gran descreimiento, al menos en una parte de la población. En Comodoro Py nadie cree hoy en lo dictaminado por Ercolini, pero sigue primando la coalición judicial-político-mediática aliada a Cambiemos. Es un acompañamiento sin convicción, lo que explica que el acto de hoy sea tan modesto.

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