La semana que viene se retomarán los rastrillajes.

famiñia gil
El fiscal Federico Uriburu tiene todo listo para avanzar con la búsqueda de la familia Gil, desaparecida en enero del 2002 en el campo de Crucecita Séptima, propiedad de Alfonso Goette. Durante este año se retomaron los procedimientos en la estancia empezando por un pozo de agua y ahora la búsqueda continuará en un arroyo seco ubicado en inmediaciones de la estancia de Goette, La Candelaria. Según la información, se comenzará a requisar la zona durante la próxima semana. La búsqueda está encabezada por el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta.
Un par de semanas antes de que se cumplan 17 años de la última vez que la familia Gill fue vista con vida, en un velorio en la ciudad de Viale, se retomará la búsqueda en el campo de Crucecita Séptima, propiedad del fallecido Alfonso Goette, principal sospechoso de la ausencia del matrimonio y sus cuatro hijos.

En febrero, luego de un nuevo impulso que tuvo la causa, se hicieron excavaciones en un punto marcado por un testigo, y luego se debía continuar en otra área del establecimiento rural, pero se suspendió a la espera de más presupuesto para financiar las tareas de excavaciones.

Mientras, se hicieron averiguaciones con expertos en la materia de búsqueda de restos humanos de vieja data, quienes podrían colaborar con las tareas que se retomarán antes de fin de año, según informaron fuentes judiciales a Uno Entre Ríos.

De este modo, luego de un nuevo período de espera por parte de los familiares de las víctimas a lo largo de este 2018, se renuevan las esperanzas de poder tener alguna certeza sobre el destino de la familia, aunque sea la peor noticia.

El 5 de febrero, una comitiva policial encabezada por el juez de Garantías, Acosta, y el fiscal Federico Uriburu, comenzó con la requisa de los campos de la estancia La Candelaria, donde trabajaba y vivían Rubén Gill y su esposa junto a sus chicos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2.

Los objetivos de búsqueda fueron dos puntos del campo, según lo señalado por un testigo: un pozo de agua y un arroyo seco. El primer lugar mencionado fue donde por varios días trabajaron policías, técnicos, un pocero de la zona y los funcionarios judiciales.

En el primer día hallaron un resto óseo, en el sitio ubicado a unos 300 metros del casco de la estancia. Al día siguiente se encontraron seis huesos más, luego de trabajar en el pozo, de seis metros de profundidad, al cual ingresaban con una máquina que retira los sedimentos del fondo y los coloca en la superficie de un elemento similar a una zaranda. Tras la cuarta jornada de búsqueda en el pozo, los huesos encontrados sumaron más de 20. Los mismos fueron enviados al Departamento Médico Forense de Tribunales, que los analizó y el jefe del área, Luis Moyano, no tardó en informar que se trataba de restos óseos de animales.

Luego de una semana en el campo, finalizó esa etapa de la búsqueda, y debía continuar en el otro punto mencionado. Pero surgió en esos días que el trabajo iba a ser más complejo de lo pensado, por lo cual se debía contar con más presupuesto para pagarle a quienes deben realizar las perforaciones. A su vez, estos tenían que presentar un informe con los costos correspondientes, y así avanzar en los pasos burocráticos para disponer de la partida de dinero. Se pensaba que el mismo iba a ser rápido, pero tardó algunos meses. No obstante, mientras tanto fueron consultados profesionales con experiencia en este tipo de trabajos, que podrían actuar en la segunda etapa de esta búsqueda.

Según se informó estaría todo casi listo para que la semana próxima se retomen las tareas sobre el cauce del arroyo seco que atravesaba el campo, donde se cree que los Gill podrían estar enterrados.

En aquella semana, se hizo más que en una década en la causa. Tras esta nueva dilación, se concentrarán el esfuerzo y las expectativas en lograr develar uno de los misterios más grandes en Entre Ríos.

Un testigo que perdió el miedo tras la muerte de Goethe

A mediados de 2016, murió en un accidente de tránsito Alfonso Goette, el patrón de Rubén Gill, quien siempre estuvo en la mira por la desaparición, pero nunca con evidencias concretas que permitiera una imputación. Con el fallecimiento trágico, muchos pensaron que era el final para poder saber qué pasó con la familia. Sin embargo, esto originó que un hombre perdiera el miedo de hablar. Se trata de un conocido de Mencho, quien declaró en la Fiscalía de Nogoyá que este le había contado sobre dos lugares que Goette le pidió excavar, y se los indicó: un pozo de agua y un sector del cauce de un arroyo seco. Poco después la familia desapareció, y al hombre no le pareció una casualidad.

La hipótesis a partir de esta testimonial, apunta a que el dueño del campo le ordenó a Gill hacer los pozos donde, luego de matar a la familia, iba a enterrar los cuerpos. Por eso se buscan restos humanos con perforaciones en esos sitios señalados por el testigo.

Fuente análisis digital