El flujo de divisas del agro en el mes asciende a unos USD 350 millones contra los USD 800 que lleva vendidos el Banco Central en el períodoc-449fv_n_1256x620__1

El impacto de la sequía se profundiza cada día. Al igual que en enero, cuando el ingreso de dólares por la liquidación del campo se ubicó en los niveles mínimos en más de una década, en febrero las perspectivas no mejoran.

Ambos meses quedaron atravesados por la falta de lluvias y escasa humedad del suelo, lo que malogró gran parte de la cosecha de trigo. Pero también el mecanismo de liquidación excepcional, el llamado “dólar soja”, aplicado en septiembre y diciembre del año pasado, tuvo incidencia en los resultados. En enero, porque la cuenta del stock quedó prácticamente en cero, ya que se adelantó la liquidación para aprovechar el tipo de cambio diferencial. En febrero, en cambio, el problema que se suma a la seca es la expectativa: los operadores y también los productores dan por descontado la implementación de la tercera edición del dólar soja, en principio para mayo pero, dada la apremiante necesidad de cumplir con las metas con el FMI, no descartan que se anuncie para el mes próximo. Ante esa posibilidad, cualquier existencia disponible queda a la espera de un dólar más competitivo para ser liquidada. Ese marco determina que en las últimas diez ruedas, el agro ingresó unos USD 350 millones, una cuarta parte de los dólares que entraron durante las primeras diez jornadas de febrero del año pasado. Es decir que el monto representa una caída de 75% respecto de febrero de 2021.
En ese período, el Banco Central lleva vendidos en el mercado más de USD 800 millones, lo que incluye el pago de ayer por USD 262 en concepto de anticipo por la importación de buques de GNL. Es en ese frente en el que el Gobierno prevé un ahorro, tanto fiscal como de salida de divisas, de USD 2.100 millones, según anunció el ministro Sergio Massa.

La cifra, sin embargo, equivale a la tercera parte de las pérdidas que el propio Gobierno proyectaba por la sequía hasta hace algunas semanas, antes de la nueva ola de calor. Desde ese momento, tanto la Bolsa de Comercio de Rosario como la Bolsa de Cereales de Buenos Aires corrigieron las estimaciones.

“Los impactos que tendría la sequía sobre el aporte del sector en el escenario actual son de una caída interanual de USD 12.245 millones en el producto bruto agroindustrial (-23%); una reducción de las exportaciones de casi USD 10.000 millones (-23%) y, caída en la recaudación del 19%, es decir, de USD 3.314 millones”, sostuvo el economista de la BCBA, Ramiro Costa. “No obstante, señaló que el impacto podría ser aún mayor si no se normalizan las precipitaciones en lo que resta de la campaña y se vuelve real el riesgo de tener heladas tempranas, dados los retrasos que ha tenido el avance de la siembra”, agregó. Bajo ese escenario de heladas tempranas, según las proyecciones de la entidad difundidas ayer, la caída de ingresos podría superar los USD 18.000 millones.
En cuanto a las estimaciones de la Bolsa de Rosario, tras las lluvias que se produjeron en el inicio de la semana, la entidad ratificó que se consolida el peor escenario productivo de los últimos 15 años. La BCR recortó hace una semana la superficie estimada para la soja en 400.000 hectáreas “por el intenso estrés termo hídrico” hasta las 4,3 millones de hectáreas, por lo cual se espera una producción de 10,4 millones de toneladas.

Este panorama que se da en la región más productiva del país, denominada región núcleo, también se desarrolla a nivel nacional, donde la Bolsa rosarina ajustó negativamente la proyección de cosecha en 2,5 millones de toneladas hasta los 34,5 millones de toneladas. De concretarse ese pronóstico, significará el menor volumen de las últimas 14 campañas, lo cual será un duro golpe para el sector agropecuario.

Pero lo será también para el Banco Central y el Tesoro nacional, que enfrentarán serias dificultades para cumplir las metas de acumulación de reservas y fiscales, las cuales requerirán de una renegociación con el FMI. Y, será, esencialmente, un porrazo para la actividad económica, frenada por la imposibilidad de importar insumos ante la escasez de divisas.