El conjunto rojiblanco ha logrado otro título después de un curso lleno de problema
Simeone, tras la victoria en Lyon. 

Puede que esta Liga Europa no entusiasme como las dos anteriores (2010 y 2012), pero sí es una muesca más que certifica el exponencial crecimiento del Atlético. Este último entorchado se ha producido bajo las peores condiciones que se recuerdan en la era de Diego Pablo Simeone. Un año muy duro, marcado por la sanción de la FIFA que impidió los refuerzos hasta enero; por la dura digestión del Qarabag y la eliminación de la Champions; y por la necesidad de desprenderse de seis jugadores en el mercado invernal para equilibrar las cuentas. El caso Griezmann, enfrentamientos con la afición incluidos, también ha necesitado de una gestión compleja y delicada.

Futbolísticamente tampoco ha sido el mejor año. Más que nunca el Atlético ha empezado por Oblak y ha terminado por Griezmann. Entre medias hubo poco juego, pero sí el mismo orden castrense y el trabajo a destajo para mantener la estructura defensiva que es la gran seña de identidad de este Atlético que vuelve a colgarse la etiqueta de campeón.

Este sexto título bajo la dirección de Simeone refuerza el carácter hipercompetitivo del equipo. Ese conjunto incómodo para los grandes de España y Europa al que aspira ver siempre su entrenador. Para El Cholo ser incómodo supone admitir una supuesta inferioridad para llegar donde con el fútbol solo no se puede. Ese es el arcano desde el que afirma que más que futbolistas tiene soldados que van a la guerra cada vez que se lo pide.

Europa ha engrandecido al Atlético hasta situarle como el segundo club del ránking UEFA, solo superado por el Real Madrid. Ese meritorio segundo escalón no se corresponde con la escala de ingresos, donde los rojiblancos ocupan el decimotercer puesto. Tres Ligas Europa, dos con Simeone, dos Supercopas europeas, una también con el argentino, dos finales, una semifinal y unos cuartos de final de la Champions han recolocado a la entidad en la primera fila del escaparate del fútbol europeo.

Necesitaban este título Simeone, los jugadores y la dirigencia. Para un entrenador que entona el discurso del resultadismo por encima del juego, cuatro años sin levantar una copa ya era demasiado. El plantel necesitaba también un espaldarazo anímico y soltar algo del lastre de las dos finales de la Copa de Europa perdidas. Para la entidad, esta Liga Europa también supone reforzar su mensaje ante sus patrocinadores, y los que sigue buscando, de que fuera de las grandes potencias del continente no hay mejor club para invertir.

La Copa también sirve para que Fernando Torres cierre el círculo con el título que tanto anhelaba. Por fin ha formado parte de un Atlético ganador y ha podido celebrarlo sobre la hierba con la camiseta puesta. Se despide como campeón europeo y formando parte del ciclo más glorioso de la historia del club.

EL PAIS